La ex embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas Jeane Kirkpatrick murió el jueves por la noche a los 80 años. Kirkpatrick, quien tuvo un rol destacado durante la presidencia de Ronald Reagan, fue la primera mujer que representó a Washington ante la ONU. “Cuando se sentaba frente al escritorio de la Oficina Oval, el presidente la escuchaba”, afirmó William P. Clark, asesor de Seguridad Nacional de Reagan durante 1982 y 1983. La ex embajadora falleció mientras dormía en su casa de Bethesda (Maryland), pero no se precisó la causa.

Antes de hacerse cargo de la delegación norteamericana en el Consejo de Seguridad de la ONU de 1981 a 1985, Kirkpatrick era una profesora de Ciencias Políticas sin experiencia diplomática. Su misión era llevar adelante la guerra retórica contra Moscú y sus aliados, con el objetivo de restaurar el prestigio internacional de Estados Unidos después de su derrota en Vietnam y la toma de rehenes en Irán. Su performance en la ONU la convirtió en la enviada favorita de Reagan, a pesar de que era la única demócrata en su gobierno de republicanos, porque generalmente adoptaba posiciones que estaban a la derecha de esos republicanos. Como su eventual sucesor en el gobierno de Bush hijo, John Bolton, Kirkpatrick decía odiar la organización internacional. Comparaba a la ONU con “la muerte y los impuestos”.

La politóloga se convirtió en adalid de los sectores más conservadores de Estados Unidos y se hizo odiar en todo el mundo por su “doctrina Kirkpatrick”, que orientó la política exterior de Reagan. Según la diplomática, Estados Unidos debía apoyar a todos los gobiernos anticomunistas del mundo, aunque fuesen dictaduras militares, como las que en esa época dominaban América latina, porque había una distinción entre “dictadura” y “totalitarismo”.

Los regímenes autoritarios, de acuerdo con Kirkpatrick, podían transformarse pacíficamente en democracias, pero los sistemas marxistas totalitarios sólo podían cambiarse ayudando a los oponentes armados del comunismo.

Así, Kirkpatrick fue una de las más firmes aliadas de la dictadura militar de la Argentina hasta la invasión de las islas Malvinas en 1982, que provocó una guerra con Reino Unido. La diplomática predijo el rotundo fracaso de los militares argentinos y los exhortó a aceptar un alto el fuego inmediato y buscar una salida negociada al conflicto.

La afiliación partidaria de la politóloga nacida en 1926 en Duncan, Oklahoma, cambió con el pasar de los años. Al comienzo de su carrera fue una marxista afiliada a las juventudes del Partido Socialista de Estados Unidos. Después fue demócrata. Moriría siendo republicana.

En noviembre de 1983, el columnista del New York Times William Safire la calificó como “la voz neoconservadora más respetada en los paneles televisivos de los domingos y la única mujer que podría ser considerada hoy con posibilidades reales de ser presidente”.

De hecho, Kirkpatrick pensó seriamente en buscar la nominación republicana para la presidencia. Pero más tarde descartó la idea. Tras renunciar al cargo en la ONU en 1985, mantuvo su influencia política. En 1986, cuando comenzó a develarse el escándalo Irán-Contras, el director de la CIA, William Casey, urgió a Reagan a que nombrara a Kirkpatrick secretaria de Estado. Pero Reagan no le hizo caso. La diplomática pasó el resto de su carrera opinando sobre políticas en vez de creándolas.

El establishment conservador de Estados Unidos estaba ayer de luto por la muerte de la diplomática neoconservadora. “Ella influyó en el pensamiento de generaciones de estadounidenses sobre la importancia del liderazgo de Estados Unidos en la promoción de la libertad y la democracia en todo el mundo”, indicó el presidente George W. Bush en un comunicado. “Fue una gran embajadora de Estados Unidos. Nunca olvidó a quién representaba”, dijo con lágrimas en los ojos John Bolton, el embajador estadounidense en la ONU, quien la consideraba su mentora intelectual.