El arzobispo de Varsovia renunció ayer una hora antes de su ceremonia de inauguración luego de que se revelara que colaboró con la policía secreta en la era comunista, sumergiendo en una crisis a la poderosa Iglesia Católica Romana de Polonia. Stanislaw Wielgus pareció contener las lágrimas al hacer su dramático anuncio en la catedral de Varsovia y terminó así con el escándalo que dividía al país, avergonzaba al Vaticano y asestaba un golpe a la tan influyente Iglesia.

Anteriormente, el arzobispo negó que haya sido un espía pero admitió que había aceptado contactarse con la policía secreta porque temió que si se negaba, sus estudios serían amenazados. Eso –reconoció– fue un fracaso en demostrar “prudencia, coraje y determinación”. La pelea ha reabierto las heridas de años de la lucha contra el régimen comunista. Mientras la Iglesia Católica era una fuente de apoyo al movimiento Solidaridad, según algunos historiadores, aproximadamente uno de cada diez miembros del clérigo colaboraron con el gobierno de esa época.

Ayer, el arzobispo se tomó unos minutos antes de elaborar su despedida. Visiblemente tembloroso, este religioso de 67 años dijo: “Dejo mi renuncia al cargo de arzobispo de Varsovia en las manos de Su Santidad”. Mientras su anuncio era recibido por algunos con aplausos, otros de los congregados gritaron “no” y “quédese con nosotros”.

Una comisión especial del episcopado polaco estableció que el nuevo arzobispo colaboró efectivamente con la antigua policía comunista durante 20 años. El papa Benedicto XVI aceptó ayer la renuncia, de acuerdo con una declaración hecha por el Vaticano una hora y media después, adviertiendo que era una “solución adecuada”. Esa nota precisaba que el pontífice ha confiado la administración de la arquidiócesis al titular saliente, el cardenal Jozef Glemp, “hasta la toma de nuevas decisiones respecto de la arquidiócesis”, declaró el nuncio del Papa en Varsovia, monseñor Jozef Kowalczyk. Según el texto, el Papa aceptó la dimisión de Wielgus en virtud del párrafo 3 del artículo 401 del derecho canónico, que “invita a presentar su dimisión de oficio” al “obispo diocesano que, en razón de una enfermedad u otra causa grave, se vea imposibilitado para el cumplimiento de su función”.

Los expertos en temas eclesiásticos polacos interpretaron unánimemente la explicación como una presión por parte del Vaticano para lograr la dimisión de Wielgus, dos días después de que se hiciera oficialmente con el cargo.

La ceremonia de ayer, a la que asistió el presidente polaco, fue convertida rápidamente en un servicio en honor al cardenal Glemp, quien defendió al arzobispo renunciante. El cardenal Glemp declaró: “Hoy tuvo lugar un juicio contra el arzobispo Wielgus. ¿Qué tipo de juicio es éste? Basado en papeles, copias de copias de documentos. Nosotros no queremos este tipo de proceso”.

La salida sin precedentes del arzobispo parece haber sido presionada por la opinión pública y la clase política. Más de la mitad de los polacos estaban en contra de la nominación de Wielgus luego de conocerse que colaboró con el servicio secreto, de acuerdo con un sondeo realizado a 1024 polacos, difundido por TVN.

Más aún, el escándalo coincidió con el renovado empujón del gobierno de derecha liderado por el Partido de Justicia y Derecho de purgar la oficina pública de aquellos considerados colaboradores de las autoridades comunistas. El presidente Lech Kaczynski, presente en la ceremonia, aplaudió el anuncio de dimisión del arzobispo.

El presidente y su hermano gemelo, Jaroslaw Kaczynski, han hecho campaña a favor de la regeneración moral de Polonia y de quitar de la vida nacional a todos los que colaboraron con los comunistas.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.