EL MUNDO › DE DONDE VINO EL JOVEN NEONAZI QUE QUISO MATAR A CHIRAC

Así es la “derecha revolucionaria”

El domingo pasado, un joven de extrema derecha quiso matar al presidente francés Jacques Chirac. Más allá de su estado mental, Maxime Brunerie es el emergente de una derecha radical, a la derecha de Le Pen. Aquí, un viaje por ese misterioso y sórdido universo.

 Por Eduardo Febbro

Maxime Brunerie quería pasar a la historia, hacerse conocer saliendo de la anónima cotidianidad de una existencia transcurrida al amparo de las ideas de la más radical de las extremas derechas. Una tarde de julio compró una carabina calibre 22 con el secreto propósito de asesinar al presidente Jacques Chirac. Algunos días más tarde alquiló un auto con el que empezó a ir a realizar prácticas de tiro. El día del atentado lo dejó estacionado algunas estaciones de Metro antes del Arco de Triunfo e hizo el trayecto en Metro hasta la Avenida de los Campos Elíseos. Ese domingo 14 de julio era un día de fiesta. Después de los bailes populares del 13 de julio, el tradicional desfile militar en la Avenida de los Campos Elíseos cerraba las conmemoraciones de la fiesta nacional francesa. Brunerie no debe haber pensado en el Chacal, el personaje de la novela del británico Frederick Forsyth que intentó asesinar al general De Gaulle casi de la misma manera. De haber leído la novela no habría actuado de manera tan improvisada. En vez de la multitud agolpada en las veredas de los Campos Elíseos hubiese elegido un edificio para esconderse. En vez de atuendos normales se hubiese disfrazado bajo la apariencia de ex combatiente de la Segunda Guerra Mundial o de alguna otra batalla a fin de pasar inadvertido.
Brunerie procedió de una forma “incoherente” para alguien que persigue un propósito tan descabellado. El 13 de julio, el joven ultraderechista francés puso un mensaje en una página web que alberga una galaxia de grupos neonazis, entre ellos el principal, Combat-18, un movimiento ultraviolento con el cual el Brunerie mantiene estrechas relaciones. Esos grupos pertenecen a lo que los expertos denominan como “los enemigos de la democracia”. En una sección reservada a los abonados del portal, Brunerie escribió: “Watch the TV this sunday, I will be the star... Death to zoog, 88” (Miren la televisión el domingo, seré la estrella, muera zog, 88). El 88 es el saludo en código a Hitler y “zog” es la abreviación de “el gobierno de ocupación sionista”. El 14 de julio, cuando intentó disparar contra Jacques Chirac en medio de la multitud, la gente desvió el disparo del arma que traía escondida en un estuche de guitarra. Las autoridades lo arrestaron y lo internaron luego en un hospital psiquiátrico. Su historia podría resumirse a esta breve relación de hechos pero el de Maxime Brunerie es más que su acto incoherente y mal preparado. La filiación de Brunerie con la rama más dura de la extrema derecha no era un secreto para la policía. El joven aprendiz de asesino de jefes de Estado estaba inmerso en la corriente de tres grupos conocidos por su virulencia, por su racismo a ultranza y por las expediciones “punitivas” que lleva a cabo entre los estudiantes calificados de “progresistas”. El principal de ellos es el PNFE, Partido Nacionalista Francés y Europeo, conocido por sus ataques mortales contra los inmigrados en los años 90. EL GUD, Grupo Unión Defensa, y la UR, Unidad Radical, al que pertenecía Brunerie, conforman al ala nacionalista revolucionaria de la extrema derecha. Hostiles al “sindicalismo apátrida y al liberalismo explotador”, ambos fueron la cuna donde Brunerie afianzó sus ideas. Creado en 1969, el GUD es una de las organizaciones extremistas y nacionalistas más antiguas. Aunque jamás contó con más 200 o 300 miembros, el GUD se caracterizó por sus “operativos rayo” en las aulas de las universidades. Marc Knobel, investigador en el centro Simon Wiesenthal y autor de varios libros sobre los neonazis, acota que esos jóvenes “están a menudo armados con bates de béisbol, llevan gorritos y se especializan en provocar disturbios en los coloquios, entre los anfiteatros, donde le pegan a los estudiantes deizquierda”. Uno de los investigadores que trata el caso de Brunerie adelantó que “nada permite pensar que la acción del 14 de julio forme parte de un complot. Sin embargo, esos grupos son peligrosos porque reciben y excitan a ciertos individuos potencialmente capaces de pasar al acto”.
La literatura que producen estos dos movimientos es por demás explícita. En la revista trimestral Hasta nueva orden, los integrantes del GUD y de Unidad Radical, cuyo emblema es una rata negra, defienden la desigualdad entre las razas y denuncian la “conspiración mundialista”. Entre sus eslóganes predilectos figuran ejemplos como “Europa primero, siempre blanca” o “Querer a los inmigrados es un vicio burgués”. Unidad Radical y el GUD son dos ramas de un mismo palo, es decir, que la primera es una derivación de la segunda pero ampliada mediante una alianza de grupos neonazis. UR juzga que el discurso del líder de la extrema derecha francesa, Jean-Marie Le Pen, es demasiado moderado y prefiere beber en el manantial ideológico de su rival, Bruno Mégret, cuyo partido, MNR, es producto de una escisión del Frente Nacional. Ello explica que Brunerie haya aparecido como candidato en las elecciones municipales del 2001 bajo la etiqueta del partido de Mégret. Al igual que la mayoría de sus correligionarios ideológicos, Maxime Brunerie formó parte de ese ejército de hinchas de fútbol violentos cuya principal actividad consiste en provocar disturbios violentos en los partidos de fútbol. Los policías y los analistas observan que esos grupúsculos de ultras atraviesan un período de turbulencias internas que se inició al cabo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de mayo pasado y las legislativas de junio. El actual presidente Jacques Chirac derrotó masivamente a Jean– Marie Le Pen pero, según medios policiales, los ultraderechistas estaban convencidos que ganarían la legitimidad de las urnas durante la consulta legislativa. Esa perspectiva no se hizo realidad y ello provocó en esos grupos un sentimiento de “desencanto frente a la democracia que, manifiestamente, los condujo a radicalizarse”. La meta principal de esos movimientos extremistas es la desestabilización de la República. “Ese es el sueño que puebla las noches de los militantes ultras”, explica un policía que sigue muy de cerca el comportamiento de esa extraña galaxia de militantes donde se mezcla la adoración de cierto rock duro, la pasión del fútbol, el odio a los negros e inmigrados de toda índole y una idea idílica de la nación. Guillaume Luyt, jefe de Unidad radical, calificó a su movimiento como “un defensor de la identidad europea amenazada por la inmigración y el capitalismo apátrida”. UR no se define como un eje enemigo de la extrema derecha tradicional, que se presenta con saco y corbata, sino como una agrupación capaz de “completar” el espacio ultra “creando un espacio de expresión para todos aquellos que podrían sentirse insatisfechos ante la necesaria moderación de la extrema derecha. Nosotros somos una estructura dura y organizada”.
Una breve visita en el portal Internet de Unidad Radical, Radikalforum, muestra hasta qué punto el “gesto” de Brunerie suscita una adhesión profunda: “Los basuras de los medios de comunicación dicen que sos un desequilibrado. Los desequilibrados son ellos que no se animaron a hacer antes lo que tú has hecho”. Los antifascistas del grupo francés Reflex estiman que el “gesto de Brunerie no es sorprendente. Esa gente está animada por una suerte de terrorismo potencial”. Sin embargo, aunque en apariencia se trate de un núcleo de exaltados que adoran a Hitler y a los grandes nombres de los SS, esos grupos no carecen de una línea y una meta política. Unidad Radical pretende concretamente “estructurar la tendencia radical y extraparlamentaria del movimiento radical francés”. Un poco más de literatura corrobora las ambiciones desestabilizadoras de ese grupo que, bajo otras formas y con otros nombres, está presente en varios países de Europa. A la hora de comentar el fallido atentado contra Chirac, UR lodescribe como una tentativa que apuntó “contra el símbolo de la decadencia republicana”. El 22 de setiembre del 2001, Unidad Radical organizó una cumbre de la “radicalidad” en el curso de la cual dio su apoyo a los atentados del 11 de setiembre. Por paradójico que resulte, estos ultras de la ultra que detestan a los árabes acotan que los atentados del 2001 corresponden a un combate que opone “al mundialismo, al cosmopolitismo, con el Islam, que es una cultura arraigada. No se trata de una guerra de los islamistas contra los norteamericanos sino un combate entre los representantes sionistas de una cultura de desarraigados (EE.UU.) contra los arraigados, el Islam”.
Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Holanda, Italia y España son los países donde esos embriones de violencia ideológica y misas hitlerianas tienen más audiencia. Hasta ahora, los servicios de seguridad los controlaban a distancia. El “gesto” de Brunerie puede hacer cambiar las cosas. “Es obvio que incluso si se trata de un acto aislado, la fuente de inspiración de Maxime Brunerie es la extrema derecha armada. Su acto equivale un poco a una sentencia de muerte de esos grupúsculos”, estima un alto miembro de los servicios de seguridad franceses. Los adoradores de Hitler y de la destrucción de la República se acercaron demasiado al sol de sus sueños.

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Manifestantes de Action Française, uno de los grupúsculos de la ultra-ultraderecha.
 
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