ESPECTáCULOS › LA CIUDAD CONVERTIDA EN UN GIGANTESCO PARQUE DE DIVERSIONES INFANTILES
Chicos, sus padres tienen ganas de salir
A pesar de la crisis, Buenos Aires será testigo de una inmensa oferta de actividades y espectáculos. Desde los titiriteros del San Martín hasta una obra que traduce en clave infantil el mito de Teseo, el abanico incluye numerosas obras a precios populares e incluso gratis.
Por Silvina Friera
Las vacaciones de invierno representan, paradójicamente, un momento de relajamiento para los chicos y de tensión para aquellos padres que sienten, casi al borde de un ataque de nervios, que no pueden dominar las inquietudes y demandas de sus hijos en tiempos de pesos devaluados. La temporada infantil ofrece un amplio abanico de propuestas. A la hora de disfrutar la magia del mundo de los títeres, El pájaro azul, un clásico de Maurice Maeterlinck, interpretado por el grupo de titiriteros del Teatro San Martín, y El ruiseñor, de Hans Christian Andersen, con dirección de Eva Halac, se destacan por su calidad artística y el despliegue escénico. En el género comedia musical resulta imprescindible la presencia de Hugo Midón, que en esta ocasión arremete simultáneamente con Huesito Caracú, el remolino de las pampas y Vivitos y coleando (un clásico que se repuso recientemente, a doce años de su estreno). Las novedades en este ámbito van de la mano de Mi bello dragón, escrita en 1967 por Enrique Pinti; Canciones para mirar, de María Elena Walsh (protagonizada por Fabián Gianola y Claribel Medina); Alicia Maravilla, versión pop del clásico de Lewis Carrol, con dirección de José María Muscari y un elenco encabezado por Florencia Peña; y Muñekotes, con escenografías gigantes, apta para todos los bolsillos porque “pagás lo que podés”, dicen los realizadores.
Aunque se lo conoce por sus incisivos monólogos, Pinti escribió 8 obras infantiles, entre ellas Mi bello dragón, que se estrenó en 1968 en el Nuevo Teatro (actualmente el Lorange). Influido por el mensaje ideológico represor que emanaba de los productos Disney, y que en su momento han taladrado las mentes de varias generaciones, la pieza de Pinti, lejos de pretender moralizar o educar, intenta, sencillamente, hacer teatro y entretener. La coreografía tiene el sello distintivo de Ricky Pashkus y en el elenco se lucen Diana Lamas, Oski Guzmán, Diego Jaraz y Marcos “Bicho” Gómez. La multiplicidad de las actividades infantiles abarca otros ámbitos, que incluyen también a los adolescentes y adultos, como el circo de Vibra, por el grupo Azul, dirigido por Gerardo Hochman (desde el jueves próximo hasta el 28 de julio y 1, 2, 3 y 4 de agosto a las 16.30, con entrada libre y gratuita, en el C.C. San Martín, Sarmiento 1551) y La eterna juventud del circo, un montaje integrado por el elenco de los talleres de circo del Centro Cultural Ricardo Rojas, con dirección de Gabriela Ricarde, que muestra el ámbito circense con un halo de ensueño, donde se mezclan lo maravilloso y la risa (hoy, el próximo sábado, 3 y 10 de agosto a las 17). A pesar de la crisis, las opciones del circuito oficial, comercial y alternativo incluyen estrenos y reposiciones gratuitas, a la gorra o con entradas que oscilan entre 3 y 10 pesos.
La música y el teatro cultivan esa capacidad infinita de transportar a los espectadores a otros mundos posibles. “Si hubiera sido zapatero, habría hecho zapatos para chicos”, comenta habitualmente el músico Julio Calvo, de la agrupación Los Musiqueros, para explicar su vocación por la música infantil. Los bajitos con inquietudes musicales y ganas de descontrol, chacareras, carnavalitos y guajiros mediante, tendrán la satisfacción de experimentar con instrumentos informales como el sweet banjo (una lata de dulce de batata con la pata de una silla) o del chancletófono, un tubo de PVC con una chancleta. Claro que además podrán cantar “Donde pegamos el chicle” y bailar al ritmo de Akiwowo (una composición de música nigeriana). Inmunes a los embates de los que subestiman a los chicos con espectáculos descartables, Los Musiqueros utilizan un lenguaje actual, inteligente y dinámico que busca provocar en los pibes la sensación de que ellos también pueden hacer música.
“Este es mi país y acá quiero trabajar y salir adelante”, dice Diana Valiela, autora y directora de Ufa, Shakespeare... ¡Cortala!, que se presenta todos los sábados y domingos a las 16.30 en el Teatro Cara a Cara (Lascano 2895). Tres payasos van a trabajar y descubren que el circo se fue, que están desocupados. Entonces deciden resolver el problema del desempleo trabajando de lo que saben hacer: contar la historia de Romeo y Julieta en clave clownesca. La autora y directora sostiene que es importante poder hablar con los chicos (que disponen de soltura y mayor libertad que sus padres) de lo que está sucediendo en el país, explorar teatralmente las consecuencias de un problema que los afecta de un modo directo o indirecto. “Muchas escenas se fueron modificando. Un ejemplo es cuando aparece la bandera argentina, en el momento en que Romeo es desterrado”, ejemplifica Valiela, quien admite las dificultades para continuar produciendo obras. Otra de las novedades es Mitos griegos a la criolla, una obra del grupo Perfil Griego que propone la recreación humorística de pasajes de la mitología griega. Dionisios y Apolo, dioses antagónicos, son los encargados de enmarcar los mitos de Teseo, Ariadna y el Minotauro. “Podemos alimentar la fantasía infantil con historias increíbles, que ojalá impulsen a los chicos a leer más”, sugiere Abad, autor e intérprete junto con Martín Eichelbaum. En la puesta, los dioses están interpretados por los actores y los personajes del relato mitológico por los títeres. “La decisión de este planteo es estética –aclara Abad–. Los titiriteros manipulamos a nuestras criaturas y los dioses a los hombres.”
De las propuestas gratuitas, Muñekotes es una superproducción “pensada a todo trapo”, según revela Josefina Lamarre, una de las protagonistas que interpreta a la Muñekota (seres simpáticos y pequeños) elegida por la repostera para decorar una gran torta. “La idea de hacerlo a la gorra estaba implícita en el sentido de la puesta. Todo empezó con la idea de compartir, autogestionarse y llegar a todos los públicos”, precisa Lamarre. “En la obra se potencian las diferencias entre los hombres como un elemento positivo que permite aprender a vivir con los otros, en lugar de separar.” Las penurias y complicaciones para concretar los proyectos no consigue, por suerte, paralizar el espíritu tenaz y resistente de los artistas, de “esos ilusionistas que hacen al mundo desaparecer”.