Viernes, 27 de julio de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL LIDER CUBANO REPITIO QUE QUIERE NORMALIZAR RELACIONES CON EE.UU.
En un discurso realista y pragmático, el hermano de Fidel prometió cambios estructurales en la economía, pero dijo que no serán de la noche a la mañana. Señaló que la prioridad será el sector agrícola. Una hora más tarde, el gobierno de Bush rechazaba entablar negociaciones.
Por Mauricio Vicent *
Desde La Habana
Raúl Castro no defraudó su fama de hombre realista y pragmático, al cumplirse ayer un año de la última aparición pública de Fidel Castro. Por un lado, volvió a llamar al diálogo a Estados Unidos y esta vez se refirió directamente al próximo gobierno que asuma en Washington el año próximo. Por otro lado, su discurso buscó dejar un mensaje bien claro: para preservar la revolución, Cuba cambiará lo que tenga que cambiar en lo económico. El jefe del ejército, en quien el mandatario cubano delegó poderes el pasado 31 de julio, dijo ser muy consciente de las duras condiciones en que viven sus compatriotas, afirmó que es prioridad resolverlas e incentivar la producción y anunció que se introducirán “cambios estructurales y de concepto” en la agricultura y otros sectores, incluida la industria, aunque sin “premuras”. “No habrá soluciones espectaculares, se necesita tiempo y trabajar con seriedad”, advirtió.
“Estamos en el deber de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la vida”, afirmó Raúl, que tendió también un “ramo de olivo” al gobierno de Estados Unidos que salga de las elecciones de 2008. Como se esperaba, el jefe del ejército y sucesor constitucional de Fidel Castro empezó su discurso en la ciudad de Camagüey recordando el “duro golpe” que supuso la enfermedad de su hermano –que, dijo, “despliega una actividad cada vez más intensa y sumamente valiosa”–. “Han sido en realidad meses muy difíciles, aunque con un efecto diametralmente distinto al que esperaban nuestros enemigos, que soñaban con que se entronizaría el caos, que el socialismo cubano terminaría por desplomarse.”
El 26 de julio es la fecha política más importante de Cuba. Se conmemora el asalto al Cuartel Moncada –en 1953– por Fidel Castro y un centenar de jóvenes, acción armada que marcó el comienzo de la lucha revolucionaria en la isla; y fue precisamente ese día, hace un año, cuando Castro comenzó a sentirse mal al terminar un discurso en la ciudad de Holguín. El 27 de julio fue operado de urgencia debido a un grave sangramiento intestinal y desde entonces no ha aparecido en público. Raúl aprovechó fecha tan simbólica para dar a conocer un verdadero plan de gobierno centrado en resolver los problemas cotidianos de los cubanos, pero no aisladamente, sino como parte de un esquema “estructural” para reactivar la economía. Algo que a muchos cubanos les hacía falta oír. Mencionó todos los asuntos críticos: la alimentación, el transporte, la vivienda, la ineficiencia de la industria y la agricultura y los “salarios claramente insuficientes” para vivir. “Puedo afirmar responsablemente que el partido y el gobierno vienen estudiando con profundidad éstos y otros problemas que requieren un enfoque integral”; pero, advirtió Raúl, los problemas son serios y “todo no puede resolverse de inmediato”.
Quedó claro que la prioridad número uno es la agricultura, “hacer producir más la tierra”. El presidente interino dijo que “habrá que generalizar las experiencias” de los campesinos destacados, muchos de ellos privados, y “estimular convenientemente” el trabajo en el campo. Este es un asunto crucial, según los economistas, pues las reticencias que han existido hasta ahora para pagar más a los que producen más es lo que ha desestimulado la producción. Raúl Castro aseguró que para lograr el objetivo de incrementar el rendimiento agrícola “habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios”. Se han multiplicado por tres los precios de “acopio” que paga el Estado a los productores privados de carne y leche, dijo, y medidas similares seguirán adoptándose en el futuro. También “se requiere recuperar la producción industrial nacional e incorporar nuevos renglones que eliminen importaciones” –una parte considerable de las más de 3000 empresas del Estado son ineficientes–; para ello, informó el dirigente comunista, se planea incrementar la inversión extranjera, pero “sin repetir los errores del pasado”.
Raúl compaginó este discurso realista con las posiciones de principios y las habituales críticas a Wa-shington por su política de cerco económico. Y de nuevo tendió la mano a Estados Unidos para resolver el conflicto bilateral. “La nueva administración que surja (tendrá que decidir) si mantiene la absurda, ilegal y fracasada política contra Cuba o acepta el ramo de olivo que tendimos en el 50º aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.” Se refería Raúl a la oferta de diálogo que lanzó a Washington el pasado 2 de diciembre, cuando expresó su “disposición a discutir en pie de igualdad el prolongado diferendo con Estados Unidos”. La respuesta de la administración de George W. Bush, aunque no era para ella la oferta, llegó en menos de una hora: el “único diálogo real” que Castro necesita llevar adelante, afirmó el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Sean McCormack, “es con el pueblo cubano”. Para otros “grupos de países” –léase la Unión Europea– que imiten a Washington en su estrategia de presión, la receta de Raúl es “ni una sola concesión”. Para concluir su discurso, Raúl eligió dos citas de su hermano: en la primera, tomada de un discurso pronunciado el 26 de julio de 1989 en esa misma ciudad de Camagüey, Castro, adelantándose a los acontecimientos, advirtió que aunque la Unión Soviética desapareciera del mapa, la Revolución Cubana continuaría siendo socialista. La segunda es del año 2000: “Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado...”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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