Miércoles, 28 de noviembre de 2007 | Hoy
Por tercera noche, los jóvenes de los suburbios descargaron su ira acumulada. Reclamo de los socialistas al gobierno.
Por Eduardo Febbro
desde París
El Apocalipsis social puede estar muy cerca del paraíso. Dos años después de la sublevación de los suburbios, Francia vuelve a abrir los ojos sobre las calamitosas condiciones en que viven los habitantes de algunas zonas periféricas. Como en octubre de 2005, habría hecho falta un incidente con la policía, dos adolescentes muertos y dos noches de saqueos y virulentos enfrentamientos con la policía para que la clase política y la sociedad constaten que la situación en los suburbios no ha hecho más que empeorar. La muerte accidental de dos jóvenes que viajaban en una moto que chocó contra un patrullero en la localidad de Villiers-La-Bel, al norte de París, desencadenó un foco de violencia de proporciones de guerra civil. Cabinas telefónicas devastadas, comercios incendiados y saqueados, comisarías atacadas, paradas de colectivos destruidas, vidrios hechos añicos y trazos de armas de fuego por todas partes. La Torre Eiffel está situada a 15 kilómetros de Villiers-Le-Bel, pero este suburbio del norte de París parece pertenecer a otro mundo.
El saldo de heridos y el tipo de heridas es impensable para una sociedad occidental que, además, vive en un perpetuo Estado de modelo democrático del mundo. De los más de noventa policías heridos que ingresaron en los hospitales de la región de Val-d-Oise 99 por ciento presentaban heridas de bala. Más contundente aún, los dirigentes sindicales de la policía revelaron ayer que muchos heridos de las fuerzas del orden no acudieron a los servicios de urgencia para no ser objeto de operaciones comando de los jóvenes. Lejos de haberse apaciguado, la tensión se palpaba en las veredas y los alrededores de las ciudades dormitorios de Carreaux y Cerisaies. “Una sola cosa puede calmar la sed de venganza: la verdad”, decía a Página/12 Ahmed, un joven de Villiers-Le-Bel que participó en los disturbios de la segunda noche. La verdad quiere decir, pare él, determinar las circunstancias del accidente y, sobre todo, saber si sí o no los policías que estaban en el patrullero salieron corriendo en vez de ayudar a los dos jóvenes accidentados. La investigación sigue su curso mientras la clase política admite de nuevo que las promesas se quedaron en el viento.
El famoso Plan Marshall destinado a los suburbios sensibles prometido por el presidente Nicolas Sarkozy durante la campaña electoral es, por ahora, un mero anuncio. Fadela Amara, la secretaria de Estado para la política de la ciudad, todavía no lo ha presentado. Los responsables municipales de las comunas concernidas por el brote de violencia dicen hoy que muchos de esos suburbios son pura y sencillamente una mecha encendida en permanencia. No hace falta ese diagnóstico para darse cuenta. Un recorrido discreto a través de las ciudades periféricas del norte de París corre el telón sobre un panorama de desconfianza, desempleo, discriminación y un odio que hiela la sangre. La fractura de 2005 se convirtió en un abismo que el gobierno conservador de Jacques Chirac y el actual sólo buscaron tapar con refuerzo masivo de fuerzas de seguridad. Pero bastó con un incidente más para que se abriera el escenario real. En Francia existen las llamadas ZUS, Zonas Urbanas Sensibles, en donde residen cinco millones de personas, lo que equivale al 8 por ciento de la población nacional. En esas ZUS el desempleo es dos veces superior al promedio nacional. Villiers-Le-Bel, donde estallaron los disturbios, es una localidad de 27.000 habitantes con una tasa de desempleo de 14,7 por ciento.
Seis intendentes socialistas de la región parisina así como el presidente de la región Ille de France, donde está París y sus alrededores, pidieron al gobierno que pusiera a disposición los medios necesarios para subsanar los problemas derivados del desempleo, la inseguridad y el aislamiento de los suburbios. François Pupponi, intendente de Sarcelles, una comuna vecina de Villiers-Le-Bel, ofreció una síntesis realista de la situación: “La crisis social se agravó, nada ha cambiado”. Colmo de los remedios aportados hasta ahora, por ejemplo, es la renovación urbana, cuando se emprenden trabajos de restauración urbana los precios suben y los habitantes de los barrios populares tienen que irse. El premier francés, François Fillon, visitó anoche la comuna de Villiers-Le-Bel y prometió una respuesta enérgica para restablecer el orden. El Ejecutivo hizo desplegar mil hombres suplementarios para evitar una tercera noche de agitación. Pese a ello, al menos diez autos fueron indiciados anoche en la comuna y sus alrededores. Sarkozy visitará hoy a uno de los policías heridos y luego recibirá a la familia de los dos adolescentes muertos en el accidente. Sin dudas, más tarde en la semana, Sarkozy llegue a pronunciar un discurso enérgico sobre la seguridad y el orden y los valores de la República. Los sociólogos y los especialistas de las zonas suburbanas reclaman al gobierno para que vuelva a poner en circulación la llamada policía de proximidad que el ex gobierno socialista de Lionel Jospin había desplegado entre 1997 y 2002 con probado éxito. Pero Sarkozy, cuando fue ministro de Interior, sacó esa policía y en su lugar puso ejércitos de policías antidisturbios. La fórmula represiva en vez de subsanar acrecentó el odio y la incomprensión.
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