Miércoles, 5 de diciembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LA CANDIDATA DENUNCIA POR SEXISTA AL PARTIDO SOCIALISTA FRANCES
El libro de la ex presidenciable es un anticipado anuncio de candidatura. Se pelea y reconcilia con sus correligionarios.
Por Eduardo Febbro
desde París
Las revanchas no se improvisan. Ségolène Royal, la candidata socialista a las elecciones presidenciales de abril y mayo pasado, prepara la suya con un primer arreglo de cuentas y una bandera de reconciliación puesta en el horizonte. En un libro de 360 páginas que apareció ayer en Francia, Mi historia más hermosa son ustedes, Royal vuelve sobre el espinoso camino de la campaña electoral y, al tiempo que se reprocha a sí misma haber tenido falta de firmeza, decapita a quienes, en el seno del PS, hicieron todo para que su aventura presidencial fuera un fracaso. El libro de Royal es una anticipada declaración de candidatura para las elecciones que tendrán lugar en 2012, o sea, una forma de posicionarse ante quienes esperan que el barco socialista termine de perderse en la bruma para tomar el timón en el momento oportuno: “Sufrí con ustedes cruelmente la derrota. Quiero un día festejar con ustedes el reencuentro”, escribe Royal.
Objeto de una matanza que empezó en su propio campo y siguió con un despedazamiento ritual en los medios de comunicación, Ségolène Royal pone en fila sus municiones y apunta a quienes la traicionaron, la descalificaron o la dejaron sola. Es lícito recordar que tanto los llamados elefantes del PS como su rival de entonces, el actual presidente Nicolas Sarkozy, le tendieron a la candidata socialista una trampa sutil groseramente amplificada por un sistema mediático de sentido único y, en el caso de Francia, inesperada y profundamente sexista. En este contexto, Royal denuncia lo que fueron los argumentos más costosos en su contra y que la ahogaron hasta el final: su supuesta incompetencia y, por consiguiente, su ilegitimidad, y el hecho de que fuera mujer. Ello le valió a Royal innumerables burlas en los medios y sarcasmos desde su propio campo, empezando por el del ex primer ministro Laurent Fabius, quien, cuando se enteró de que la mujer aspiraba a representar al partido en la presidencial, preguntó: “¿Y quién va a cuidar a los niños?”. La ex candidata denuncia así “el juicio de ilegitimidad llevado a cabo por el adversario (...) y también por su propio campo”.
La mujer denuncia con vigor la “violencia y el desprecio” de que fue blanco por ser mujer y reconoce que no hizo “demasiado” para garantizarse el apoyo total de los jefes del Partido Socialista y se pregunta: ¿acaso estaba preparada para una elección presidencial?”. A ello responde: “Estaba más preparada de lo que se dijo, sin dudas menos de lo que hubiese hecho falta”. Además de los arreglos de cuentas con Nicolas Sarkozy, el centrista François Bayrou, que no le abrió la puerta de su casa cuando ella fue a verlo entre la primera y segunda vuelta de la elección, y el aparato socialista y sus dirigentes, lo esencial del libro está en la reafirmación de que “la historia continúa. Es decir, el combate”. Ello equivale a decir: pueden contar conmigo para las próximas citas electorales. Perder no significa morir. Con un Partido Socialista en plena recomposición, en busca de líderes y criterios para profundizar la renovación, la reinstalación de Ségolène Royal en el juego político anuncia nuevos desgarros internos.
Individualmente, la corte socialista pasa en fila india por la guillotina de Royal: el ex primer ministro Michel Rocard, que vino a pedirle que retirara su candidatura el mismo día en que vencía el plazo de la presentación: el también ex premier Lionel Jospin, a quien llama “el hombre de la gran negación”, y el propio primer secretario del PS, François Hollande, padre de los cuatro hijos de Royal y cuyo divorcio fue anunciado el mismo día en que la mujer perdió la segunda vuelta ante Sarkozy. Sobre Hollande, Royal dice “miró la campaña de lejos (...) pero sin hablar mal”. Sin embargo, la controvertida candidata recomienda: “para ganar la próxima vez, hará falta el apoyo de todo un partido y de un compañero enamorado”. El libro es, sobre todo, el relato íntimo de una derrota y la responsabilidad de un aparato colectivo que –y de ello no hay duda histórica alguna– no la apoyó. Lo que más fustiga la señora Royal es “la falta de reflexión y de trabajo colectivo del partido”, así como la empresa de demolición de que fue objeto por parte de los medios de comunicación, es decir, según ella, por los cómplices del sistema de Sarkozy. “El sistema Sarkozy existe, yo me encontré con él”, escribe Royal. Para ella, quien dice sistema no se refiere a un discurso político más convincente sino a todo el aparato industrial ligado a los medios que están y estuvieron con Sarkozy. En Francia, los medios pertenecen a grandes grupos industriales del ramo de la construcción, la telefonía, las armas y las altas tecnologías. Y todos esos grandes patrones tienen o tuvieron lazos de amistad con Sarkozy.
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