Viernes, 28 de diciembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › FUE ASESINADA POR UN ATACANTE QUE SE INMOLO CON UNA BOMBA
La muerte de la principal líder opositora y favorita para las elecciones del 8 de enero desató una profunda crisis en un país clave en la guerra contra el terrorismo. Nadie se adjudicó el atentado, pero sospechan del gobierno y de la red de Al Qaida.
Por Peter Popham y Saeed *
Desde Rawalpindi
Benazir Bhutto, dos veces primera ministra de Pakistán y la candidata favorita para ganar un tercer período en la próxima elección, fue asesinada en Rawalpindi, por disparos primero y luego por esquirlas de una bomba que mató a otras diecinueve personas. Con ella murió la frágil esperanza de que Pakistán pueda salir de las garras del ejército y de las jihadistas y vuelva a ser una democracia funcionando. Acababa de hablar en un acto electoral y estaba saludando a sus partidarios desde su automóvil cuando recibió un disparo en el cuello antes de que el terrorista suicida hiciese detonar su carga.
El portavoz del Partido Popular Pakistaní (PPP), Farhadullah Babar, dijo que el atacante disparó primero varias veces contra el Range Rover de Bhutto antes de inmolarse con una bomba que portaba cuando la caravana de la dirigente abandonaba el mitin en la ciudad de Rawalpindi, 30 kilómetros al sur de Islamabad. Según los testigos, se oyó un disparo antes de la explosión y luego el pánico: una multitud tratando de huir entre miembros mutilados, pedazos de carne y charcos de sangre. “Hubo una explosión enorme y luego vi partes de cuerpos volando”, explicó Mirza Fahin, profesor de un colegio local. “Cuando el polvo desapareció, vi cuerpos mutilados bañados en sangre. Nunca vi nada tan horrible, trozos de personas, carne, en medio de la calle”, añadió. Gravemente herida, la dirigente opositora fue inmediatamente trasladada a un hospital, donde falleció poco después. Se ignora si la causa del deceso fue el disparo o la bomba.
“Fue martirizada”, anunció Rehman Malik, un funcionario del partido, en la puerta del hospital, mientras los partidarios gritaban su dolor, se golpeaban el pecho y destrozaban ventanas y les tiraban piedras a los autos. Los asesinatos políticos no son nuevos para Pakistán, una vena roja de violencia corre a través de su breve historia. Sin embargo, hay una cruel simetría entre la muerte de Bhutto que ocurre en la misma ciudad donde su padre fue ejecutado hace tres décadas.
En 1979, el dictador militar era el general Zia ul Haq, que mandó colgar el padre de Benazir –el ex primer ministro Zulfikar Ali Bhutto– en la cárcel del distrito de Rawalpindi. Ella sólo tenía 26 años en ese momento y le llegó la noticia de su muerte a través de su abogado. Heredó su partido, su postura popular y su destino. Zulfikar Ali Bhutto tenía defectos y cometía errores, pero como su hija, disfrutaba de un enorme apoyo popular; como primer ministro logró la paz con India, mejoró los vínculos con China y le dio a Pakistán una posición y legitimidad en el mundo. Cuando, bajo las órdenes del general Zia, fue sentenciado a muerte, los líderes del mundo enviaron pedidos de clemencia, pero sin ningún resultado. El general Zia era despiadado porque la política paquistaní nunca dejó mucho espacio para la tolerancia y el perdón. La misma lógica ahora ha condenado a la hija de Zulfikar a una muerte terrible.
Mientras los incendios se propagaban en Pakistán anoche, aumentaban los temores de que este enorme país de 167 millones de habitantes, la única nación musulmana con la bomba nuclear, pudiera comenzar a dividirse. Como primera ministra dos veces antes, Bhutto no había descollado y fue destituida por su sucesor, Nawaz Sharif, acusada de corrupción. Pero nadie podía cuestionarle su coraje o sus credenciales democráticas. Como su padre, tenía en sus manos las frágiles esperanzas de Pakistán. Como él fue asesinada.
“No es un día triste”, dijo Nawaz Sharif, su principal rival por el poder en las próximas elecciones, “es el más oscuro y lúgubre día en la historia de este país”. Culpó al gobierno por una “falla seria en la seguridad”. “Es el acto de aquellos que quieren que Pakistán se desintegre”, dijo Frazana Raja, un alto funcionario del Partido Popular Paquistaní, el partido fundado por el padre de Bhutto, “porque era un símbolo de unidad. Han terminado con la familia Bhutto”. El presidente Musharraf también condenó el atentado y declaró tres días de duelo nacional.
Cuatro personas murieron en los disturbios que siguieron al atentado en ciudades como Lahore, Peshawar (noroeste), Karachi (sur) y Multan (centro). El Ministerio de Interior anunció que las fuerzas de seguridad, policiales y paramilitares fueron puestas en “alerta roja”. Sus restos fueron trasladados anoche desde el hospital de Rawalpindi hacia una base aérea militar para ser llevados a su ciudad natal de Larkana, donde serán sepultados mañana.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhere.
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