Viernes, 15 de febrero de 2008 | Hoy
Según la oposición y los principales medios de comunicación de Pakistán, el oficialismo estaría utilizando la maquinaria estatal para amedrentar a los votantes. Los comicios del próximo lunes se realizan con el trasfondo de la muerte de Bhutto.
Por Andrew Buncombe y Omar Waraich *
desde Lahore y Gujrat
Cuatro días antes de la elección, el presidente Pervez Musharraf se está enfrentando a un escenario poco favorable. Las encuestas le dan apenas un 12 por ciento de apoyo a su partido, Liga Musulmana de Pakistán (PML-Q). Por otra parte, la oposición está unida y promete formar un gobierno de coalición, que le permita acumular el suficiente apoyo parlamentario para desafiar abiertamente su presidencia y llevarlo a juicio político.
Asif Ali Zardari, el esposo de la asesinada dirigente opositora Benazir Bhutto, dijo que el Partido Popular de Pakistán (PPP), que ahora él dirige, podría crear una coalición con miembros de la fuerza del ex primer ministro Nawaz Sharif, si consigue suficientes asientos en el Parlamento para liderar el próximo gobierno. “Nos sentaremos juntos porque el país está atravesando una etapa muy peligrosa y sólo podremos encontrar una salida a la crisis juntos”, dijo Zardari después de una reunión con Sharif, líder de la Liga Musulmana Paquistaní (PML-N), en su casa en Lahore el martes a la noche. Sharif sostuvo que la crisis política que enfrenta el país ha llegado a tal punto que “todos tenemos que unir nuestras manos si queremos salvar a la nación de la ruina”.
El aparente acuerdo entre los dos partidos, los más importantes de la oposición, todavía está lejos de ser una alianza electoral. Tanto el PPP como el PML-N están muy ocupados haciendo campañas separadas, en las que cada uno asegura que es la mejor opción para el futuro del país. Pero las palabras de Zardari aumentan las posibilidades de un posible gobierno de coalición, que controlaría dos tercios del Parlamento, el número justo para aprobar los cambios constitucionales que proponen y el juicio político que demandan contra el presidente. “Musharraf debería estar aterrado. Aterrado del daño que le hizo a la sociedad civil de este país”, dijo el vocero del PPP Farthatullah Babar.
Pero en el oficialismo se esfuerzan en no demostrar miedo. Ayer militantes del PML-Q realizaron varios actos de campaña y en todos ellos prometían que seguirán siendo mayoría. “Conseguiremos 200 de las 342 bancas”, sostuvo en Islamabad Chaudhry Tahir. “El partido es popular en todo el país”, agregó. Las encuestas, sin embargo, no dicen lo mismo. Todos los sondeos coinciden en que el creciente descontento con Musharraf está afectando al partido y a sus posibilidades en las urnas el lunes próximo.
En medio de este clima de opinión, el PML-Q está haciendo todo lo posible por utilizar el poder que todavía le queda. Según la oposición y los principales medios de comunicación, el oficialismo estaría utilizando la maquinaría estatal para amedrentar a los votantes. Pero a cuatro días de la elección, la situación no parece mejorar. Aun en la ciudad de Gujrat –sede de la dirección del PML-Q y bastión tradicional del gobierno de Musharraf–, hay denuncias de intimidación, tanto de los votantes como de los partidos de la oposición.
“Gujrat ya no es un bastión del Q, pero quieren mantener la obediencia de la gente por medio de la policía y su represión”, dijo Mushtaq Pugganwala, un militante local del PPP. “Ayer hubo un acto del PPP. La policía vino y dijo ‘¿Cómo se atreven a hacer este acto?’ ¡Inclusive golpearon a algunas personas!”, contó Pugganwala.
Otros vecinos de la ciudad denunciaron que gente del oficialismo fue casa por casa, local por local, preguntando a los gritos a quién votaría cada uno. “Venían con armas y eran miembros del partido”, dijo Tariq Mahmood, el dueño de un negocio del centro. “Les dije que iba a votar por ellos. Pero, después, la elección es mía”, agregó.
Mientras Tahir rechaza las acusaciones y sigue con sus pronósticos optimistas, otros dirigentes oficialistas empiezan a reconocer el oscuro horizonte que les espera el próximo lunes. “No vamos a alcanzar las 65 bancas”, dijo un antiguo dirigente, que pidió el anonimato. Lo cierto es que ya casi nadie en Pakistán puede negar la caída de la popularidad del PML-Q y del dictador Musharraf. No sólo el asesinato de Benazir Bhutto provocó una ira generalizada, sino que los constantes cortes de luz, gas y el aumento inédito de algunos alimentos de primera necesidad han terminaron de corroer el apoyo presidencial.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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