Miércoles, 12 de marzo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › POR LA PRESENCIA DE SUS ESTUDIANTES EN EL CAMPAMENTO ECUATORIANO DE LAS FARC
Ante las acusaciones del embajador colombiano en México y el silencio del gobierno de Calderón, las autoridades de la universidad debieron defender la pluralidad de pensamiento en la casa de estudios. Los nexos, la campaña y el espionaje.
Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D.F.
Luego de que tropas colombianas invadieran el norte de Ecuador para asesinar al número dos de las FARC, Raúl Reyes, la noticia sobre la presencia de mexicanos en el campamento guerrillero abrió un frente ideológico que ha golpeteado a la más importante universidad iberoamericana (la número 74 en el mundo). Así, Colombia no sólo bombardeó a Ecuador, sino que el vicepresidente, Francisco Santos, envió un misil a México: “Personalmente conozco cuatro oficinas” de las FARC en México, declaró el sábado pasado en Bogotá.
La presencia de un grupo de jóvenes mexicanos en el campamento de las FARC, asaltado por el ejército de Colombia en territorio de Ecuador, ha sido ocasión para ver a la máxima casa de estudios del país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), denostada por los sectores más conservadores; para que nos enteremos de que el gobierno mexicano colabora desde hace varios años con el colombiano en labores de inteligencia, dando seguimiento a miembros de la guerrilla sudamericana que han estado en México y a quienes desde aquí les apoyan en diversas formas, y para constatar el bajo perfil internacional de la administración de Felipe Calderón.
¿Mexicanos en las FARC? Si fuera cierto, no sorprendería a muchos. El involucramiento de ciudadanos de este país en movimientos insurgentes latinoamericanos tiene larga data. Estuvieron con Sandino en Nicaragua, uno partió junto con Fidel y el Che en el Granma. A lo largo del siglo XX, varios mexicanos estuvieron en El Salvador, Guatemala, Chile, Bolivia y hasta en la guerra civil en España. Es larga la participación mexicana en el internacionalismo.
El embajador colombiano Luis Camilo Osorio –vinculado al paramilitarismo en su país– reiteradamente ha dicho que México debe investigar si los jóvenes mexicanos muertos durante el ataque al campamento de las FARC realizaban una investigación académica o hacían “otras actividades”. La embajada colombiana en México se ha convertido desde hace varios años en un centro de espionaje contra residentes colombianos y mexicanos solidarios con la guerilla sudamericana y se le atribuyen filtraciones periodísticas de los servicios de inteligencia colombianos sobre la presencia en México de células de las FARC y supuestos vínculos con narcotraficantes.
Entre la información que ha circulado está el seguimiento que le dieron a Olga Marín, hija del principal dirigente de las FARC, Manuel Marulanda, Tirofijo, y esposa de Raúl Reyes, quien también murió en el ataque. Reportes de inteligencia mexicanos vinculan a Olga Marín con Lucía Andrea Morett, la única sobreviviente mexicana de la masacre, a quien se identifica como cabeza de un grupo de 38 personas que operarían para las FARC en la UNAM, desde la cátedra Libertador Simón Bolívar y nexo principal entre esa guerrilla y grupos de apoyo mexicanos.
Las FARC sí tuvieron una oficina en México, la cual fue cerrada en 2002 por la administración de Vicente Fox, a petición del gobierno colombiano. Esa oficina era dirigida por Marco León Calarca y Olga Marín.
Lucía Andrea Morett habría heredado las funciones de Olga Marín y habría estado antes en Colombia para sostener encuentros con las FARC. Según reportes de inteligencia mexicanos y colombianos filtrados a alguna prensa, la estudiante de la UNAM habría integrado una red de simpatizantes y activistas en Monterrey, Jalisco, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, la Universidad Autónoma de Chapingo y el estado de México. La red habría tenido acercamientos con la guerrilla mexicana, particularmente el EPR, el ERPI y el EZLN.
Todo esto ha servido como pretexto para una campaña que pretende vincular a la UNAM con las FARC. La máxima casa de estudios mexicana ha reaccionado con dignidad a tales andanadas: recordó que su principal virtud histórica es dar cabida a todas las ideologías, en un ámbito de reflexión y estudio.
Y mientras todo esto ocurría, la administración de Felipe Calderón guardó un ominoso silencio. Incluso, fue la UNAM la que tuvo que exigir que se investigara la circunstancia en la que habrían muerto varios estudiantes de su Facultad de Filosofía y Letras durante la invasión del ejército colombiano a territorio ecuatoriano.
Calderón tardó una semana en referirse a la masacre de guerrilleros en Ecuador, y lo hizo en el extranjero, durante su participación en la Cumbre del Grupo Río. Ahí, lamentó la muerte de mexicanos y reveló que podrían ser 15 los ciudadanos de este país que se encontrarían en el campamento guerrillero. Ecuador sólo ha reportado hasta ahora a nueve mexicanos que ingresaron en su territorio. Ayer fue identificado el cadáver de Juan González, estudiante de la UNAM, donde suponen que hay otros siete o 10 alumnos que habrían viajado a Ecuador y que “no han aparecido”.
Al recibir la presidencia del Grupo de Río, Calderón tuvo la oportunidad de jugar un papel determinante para resolver el conflicto entre Colombia y Ecuador, que rápidamente se regionalizó con el rompimiento de relaciones diplomáticas de Venezuela y Nicaragua. En lugar de ello, pronunció un discurso cantinflanesco y dejó el protagonismo a otros países sudamericanos.
El bajo perfil del gobierno mexicano parece corresponder a la Iniciativa Mérida, una copia del Plan Colombia negociado por las administraciones de George Bush y Felipe Calderón ampliamente criticada en México. El embajador colombiano Luis Camilo Osorio ha dicho que las experiencias del Plan Colombia podrían ser muy útiles para emplearse en México.
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