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El próximo paso

 Por Alfredo Zaiat

El Indice de Precios de las Materias Primas elaborado por el Banco Central refleja de manera contundente el extraordinario shock externo positivo para la producción agraria. Ese indicador subió 65 por ciento en los últimos doce meses, empujado por los granos. Quedarse con los brazos cruzados ante semejante alza, que se traslada al precio de los alimentos, hubiese sido lo mismo que ignorar el efecto devastador del Tequila sobre el sistema financiero y los ahorristas en 1995. En ese año, el Banco Central otorgó redescuentos, flexibilizó normas de liquidez y facilitó el cierre de bancos en algunos casos y en otros la fusión para cuidar las cuentas de los depositantes, y también las de los financistas. Como se trataba de una intervención pública de auxilio a los bancos para evitar elevados costos para mucha gente, no generó resistencia de los protagonistas ni de analistas de la city. Las retenciones móviles que ayer se anunciaron tienen el mismo objetivo: el intento de preservar el bolsillo de la mayoría de la población moderando la suba de precios de alimentos básicos frente a un impacto externo, esta vez positivo para un sector clave de la economía. A diferencia de la reacción frente al salvataje de bancos y ahorristas, en ese caso la intervención del Estado deriva en protestas de todos los colores. Si bien es cierto que ahora el sector público se apropia de una parte de la hiperrentabilidad de la producción agraria, lo hace en función de frenar la suba de alimentos. Con los bancos, en cambio, entregaba dinero al sistema financiero. Pero eran fondos que, en última instancia, el Estado reasignaba en base a un objetivo de minimizar un shock externo. Lo mismo que hoy con las retenciones móviles.

En realidad, es una medida que se imponía ya desde enero de 2006, cuando la soja, el trigo y el girasol empezaron a manifestar una tendencia decididamente al alza. También el maíz, aunque con un ajuste bajista en la primera mitad de 2007, pero con valores que hoy más que duplican los precios de comienzos de hace dos años. Como se dice, más vale tarde que nunca.

Los pequeños y medianos productores se quejarán, aunque las retenciones no son su verdadero problema en un negocio que les permite ganar como pocas veces en la historia, sino las pocas y grandes exportadoras que deprimen los precios que pagan por los granos y se quedan, por lo tanto, con la crema del negocio. Si Economía quiere avanzar en instrumentar un esquema eficiente de intervención en la estructura de las rentabilidades relativas, no debería limitarse a las retenciones móviles y por tipo de grano, sino también al interior de la cadena de cada uno de ellos. Hoy, con retenciones fijas, y mañana, con móviles, el cartel de los exportadores de cereales sigue exprimiendo a los productores. Poner orden en ese eslabón debería ser el próximo paso.

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