Lunes, 26 de octubre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Mario Toer *
Hasta que no se cuenten los últimos votos no se sabrá si Mujica es el nuevo presidente del Uruguay, pero los sondeos llevan a presumir que habrá que esperar hasta el 29 de noviembre para afrontar una segunda vuelta. Pero con la cercanía a la mitad del electorado y los 20 puntos de distancia con el candidato del Partido Blanco, pocos pueden poner en duda que el Frente Amplio volverá a ser gobierno. Uno de los oradores en el multitudinario acto de cierre de la campaña así lo aseguraba: “Esta colcha de retazos va a seguir gobernando el Uruguay”. Y éste es uno de los rasgos sobresalientes del escenario político del otro lado del río.
Se ha destacado hasta el cansancio el pasado de jefe guerrillero del próximo mandatario, y la derecha uruguaya, como era previsible, no vaciló en intentar incentivar viejos temores, sin demasiado suceso. Pero más notable aún resulta reparar en la variedad de fuerzas políticas que componen este amplísimo frente, de cuyo seno emergió ganador el Pepe Mujica en las internas abiertas algunos meses atrás.
Amplitud que es uno de los signos distintivos de esta coalición nacida al inicio de los años ’70, constituida por la vocación unitaria de comunistas y socialistas, asentada sobre la Central de Trabajadores y con el acompañamiento de cristianos y disidentes de los dos partidos históricos. Con el renacer post-dictatorial se le sumó el afluente tupamaro que no tardó en convertirse en la primera fuerza al interior del frente.
La sincera revaloración autocrítica de aspectos decisivos de su pasado por parte de sus líderes históricos, empezando por el mismo Pepe, facilitaron este encuentro con la sensibilidad de buena parte de la izquierda uruguaya. Pero no sólo la diversidad es el rasgo distintivo del Frente. Más aún lo es su disposición a deliberar desde sus propias bases para encontrar puntos en común que aseguren la marcha conjunta.
El procesamiento de esta diversidad desde cada regional hasta el congreso final, con muchos cientos de delegados en el Palacio Peñarol, resulta un verdadero portento, si lo miramos con los ojos de esta orilla del Plata. La conformación de la fórmula Mujica-Astori, con los dos principales contendientes de la última interna, así lo ha vuelto a ratificar. Pragmatismo, si se quiere, que es lo que va a devenir como resultante de esta alianza, que sin duda va a ser una continuidad del gobierno encabezado por el popular Tabaré.
A la proverbial sensatez y equilibrio charrúa quizá le podamos adosar una mayor cuota de sensibilidad fraterna con la que el campechano futuro presidente habrá de tratar los vínculos con sus hermanos del otro lado del Plata. Es una buena noticia para los argentinos que tenemos cosas que aprender. De algo pareciera que hemos tomado nota y puede que se exprese en la reforma política que considera el gobierno. Para mutuo provecho y para afrontar los tiempos por venir, no sólo tendremos que despejar los puentes que hoy existen sino que deberemos construir muchos más. Y ojalá que de este lado del río, donde tenemos tantos retazos, empecemos a apropiarnos de esa sabiduría que permite componer una colcha que los reúna. Porque la audacia que se requiere para emprender tantas tareas pendientes necesita de un paño muy fuerte que incluso se extienda más allá de las viejas fronteras.
* Profesor titular de Política Latinoamericana - UBA.
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