Lunes, 10 de diciembre de 2012 | Hoy
EL MUNDO › CIENTOS DE SIMPATIZANTES SALIERON A MANIFESTAR SU SOLIDARIDAD
Dos meses después de la victoria de Chávez en las urnas, el ánimo de sus seguidores es una mezcla de resignación y esperanza ante la incertidumbre que se abre con esta cuarta operación a la que se somete.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela en 1999, Darwin Guerrero tenía cuatro años. Ayer, horas después de que el mandatario anunciara su recaída por el cáncer que atraviesa, se unió a los cientos de chavistas congregados en la plaza Bolívar de Caracas para orar por su salud. “No me imagino esto sin él”, dijo el caraqueño de 17 años, a pocos metros de la estatua del libertador Simón Bolívar, rodeado de cientos de fieles que respondieron en Caracas y en otras ciudades del país a la convocatoria para congregarse, en solidaridad y amor por la salud de Chávez, antes de que el mandatario viajara a La Habana. El ambiente no es de rabia ni de desesperación, sino más bien de resignación y de esperanza ante la cuarta operación quirúrgica a la que se someterá Chávez para combatir el tumor que le fue detectado en junio de 2011 y se espera que la intervención salga bien, para que pronto pueda estar de nuevo al frente del gobierno.
“Estamos aquí para pedirle a Dios que le dé vida. El ha hecho todo por los pobres”, dice Guerrero, estudiante de ingeniería de sistemas y natural de Santa Teresa (estado de Miranda, ubicado al norte del país), cuya vida desde que tiene recuerdos transcurrió bajo el gobierno de Chávez. A su lado, una mujer grita para sí misma entre lágrimas, con las manos unidas y los ojos cerrados: “¡Vivirá, vivirá, Chávez vivirá!”, mientras van llegando varias familias y grupos de simpatizantes, muchos vestidos con camisetas y gorras rojas.
“Vengo a apoyar a nuestro comandante, rodilla en tierra”, grita de repente con mucha emoción Pedro Suárez, que no quiere ni oír hablar de la posibilidad de que la operación salga mal. También se arman corrillos cerca de la llamada Esquina caliente –que a diario es escenario de debates entre chavistas–, donde varios hombres discuten con vehemencia y son interrumpidos a veces por gritos de “¡Uh ha, Chávez no se va!”, que se propagan por la plaza caraqueña. A pocas horas del inicio, la convocatoria está lejos de ser multitudinaria, lejos de aquellos apasionados mítines electorales que el mandatario, pese a su deteriorado estado de salud, lideró en las últimas semanas de la campaña que lo llevó a la victoria el pasado 7 de octubre para un tercer período de seis años.
Vladimir Hernández tiene 52 años y combina su trabajo en un taller de calzado con sus estudios jurídicos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, adscripta a la Misión Sucre, de educación gratuita, uno de los millonarios programas sociales con los que el mandatario ayuda y conquista a los más desfavorecidos, su base electoral. Hernández estaba frente al televisor en su casa del oeste de Caracas cuando apareció Chávez en cadena nacional –retransmitido por las radios y la cadena de televisión de todo el país– para hablar sobre su estado de salud.
“Sentí una pena muy grande cuando dijo que va a ser intervenido de nuevo, pero ahora estoy aquí para pedirle a Dios que lo ayude en sus tiempos difíciles”, aseguró, antes de criticar a la oposición, que exigió ayer decir la verdad sobre la enfermedad de Chávez y que se sigan todos los pasos de la Constitución.
“Ya empiezan (algunos opositores) con sus voces agoreras a matar al presidente, pero Chávez ni ha muerto ni ha renunciado ni ha sido destituido. Así que no se va y que haya nombrado a Maduro está dentro de la Constitución”, manifestó el partidario del líder bolivariano. “Si a Chávez le parece bien, a nosotros también. Maduro ha demostrado en el proceso (revolucionario) que es hombre cabal, honesto, un ex conductor de autobús, fíjese, un hombre de una moralidad sin tacha alguna”, aseguró Hernández.
“Maduro es un camarada de lucha, es su mano derecha. Pero lo que diga el comandante, Hugo Rafael Chávez Frías, eso es. Si él lo pone ahí es porque sabe que es bueno. Lo que él diga lo aceptaremos”, explicó Manuel Araujo, mototaxista de 40 años, que portaba una bandera venezolana, argumento compartido por muchos de los presentes.
“Pedimos a Dios que nos dé una lucecita, que nos alumbre su camino, ahora que él nos necesita no lo podemos desamparar”, aseguró por su parte la caraqueña Iraima Moscoso, de 53 años, destacando que Chávez es el único presidente que se preocupó por los pobres.
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