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El dúo en acción
Por Martín Granovsky
La frase es verdadera: “Me critican porque hablo mal el castellano, pero eso les pasa a casi todos los bolivianos”. La dijo Gonzalo Sánchez de Lozada y no se refería a su acento aymara sino al español con tono inglés que envidiaría James Cheek.
Desde ayer nadie podrá criticarlo. “Goni” se sumó a Fernando Collor de Mello y Fernando de la Rúa, los presidentes que dejaron el poder no por un golpe de Estado sino por la aplicación de mecanismos constitucionales que solucionaron tremendas crisis de gobierno. En el caso de De la Rúa, además, dejó la Presidencia matando. Y la dejó porque –gran novedad en América latina– permanecer era matar más y más muertes ya eran incompatibles con el sistema político. ¿Cuántos bolivianos murieron en las protestas que reprimió Sánchez de Lozada? ¿Setenta? ¿Cien? ¿Más aún? ¿Cuántos debían morir para que el presidente pudiera seguir en el poder a pesar de su aislamiento? Miles. Una cifra, a esta altura, intolerable.
Aún es prematuro atisbar si el nuevo presidente, el ex vice Carlos Mesa, será un Adolfo Rodríguez Saá o un Ramón Puerta, mandatarios fugaces, o un Eduardo Duhalde, jefe de la transición. En cambio ya es un dato el rápido movimiento conjunto de la Argentina y Brasil para garantizar un canal institucional al conflicto.
Eduardo Sguiglia, subsecretario de Asuntos Latinoamericanos de la Argentina, y Marco Aurelio García, asesor personal de Lula en temas internacionales, se entrevistaron ayer a la mañana con “Goni”.
“Nuestra misión es contribuir a garantizar la continuidad institucional”, le transmitieron en nombre de Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva. Traducción: la misión no era apoyar la continuidad del presidente sino evitar una crisis aún mayor.
Sguiglia es uno de los funcionarios de mayor confianza personal del canciller Rafael Bielsa, que ayer, con base en Buenos Aires, mantuvo informado al Presidente, de viaje en Calafate, se ocupó del traslado de los argentinos varados en La Paz y dialogó personalmente con Mesa antes de que asumiera. La primera misión que Lula encargó a García fue una mediación en Venezuela para bajar los decibeles de la crisis.
La aparición de ambos en el Altiplano, donde se entrevistaron también con los jefes de la oposición y con el arzobispo para sondear el clima de la transición, fue una explicación práctica de la alianza estratégica entre la Argentina y Brasil: preservar la estabilidad del vecino es asegurar la estabilidad propia, y apostar a una salida política como solución de la desigualdad más irritante marca una señal hacia toda la región. Y Washington comenzó apoyando a “Goni” pero terminó aceptando la salida con color local. A veces, la estabilidad es un producto interesante también para el mercado norteamericano.