Viernes, 24 de abril de 2015 | Hoy
Armenia canonizó ayer al millón y medio de mártires del genocidio cometido hace un siglo por el Imperio Otomano, para lo que contó con la presencia del Vaticano y de las principales iglesias cristianas del mundo. Las víctimas del primer genocidio del siglo XX –como lo definió el papa Francisco, expresión que provocó el rechazo de Turquía, país que se niega a reconocerlo de ese modo oficialmente–, fueron proclamadas mártires de la Iglesia Apostólica Armenia, la más antigua del mundo. La santificación tuvo lugar al aire libre, a escasos metros de la catedral de Echmiadzin consagrada en el siglo IV, donde se congregaron los descendientes de las víctimas y decenas de miles de armenios que llegaron de diversos lugares para participar de la ceremonia.
La mayoría de víctimas del genocidio perecieron durante las deportaciones a los desiertos de Siria y Mesopotamia, donde murieron de enfermedades e inanición, en lo que es considerado el crimen contra la humanidad más grave de la Primera Guerra Mundial. A partir de ahora, los mártires del genocidio pasan a ser una comunidad espiritual a la que los fieles armenios pueden dirigir sus oraciones. Los que se salvaron, por sus propios medios o ayudados por misioneros, diplomáticos o sus vecinos turcos, rehicieron sus vidas en la Unión Soviética, Irán, Siria, Estados Unidos, Francia o Argentina, donde integran la célebre diáspora armenia.
El encuentro religioso fue oficiado frente a los restos de las víctimas de las matanzas cometidas entre 1915 y 1923, que fueron reunidos en un solo osario que, a partir de ahora, será objeto de culto y peregrinación. Durante la canonización fueron mostradas en público varias reliquias de renombre universal guardadas en Echmiadzin, como la lanza que el centurión romano Longinos clavó en el cuerpo de Cristo en la cruz.
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