EL MUNDO › NO VA ARAFAT, Y LOS ARABES REDOBLARON SUS EXIGENCIAS A ISRAEL

La cumbre de paz que no será de paz

La cumbre de la Liga Arabe en Beirut empieza hoy, pero las expectativas que había suscitado bien pueden haber terminado ayer. Una propuesta de paz saudita sufrió una transformación total ante la cumbre, haciéndola mucho menos aceptable para Israel. La visión original del príncipe Abdullah de una amplia paz en Medio Oriente era muy simple. Ofrecía a Israel reconocimiento por parte del mundo árabe a cambio de una retirada de todas las tierras ocupadas desde la guerra de 1967: Cisjordania, incluyendo Jerusalén, Gaza, los Altos de Golán que fueron capturados a Siria. Ayer, sin embargo, se aclaró que la propuesta incluía el derecho de retorno a Israel de los palestinos desplazados de Israel, lo que desembocaría en la destrucción demográfica del Estado judío. Israel, por su parte, anunció que no estaban dadas las condiciones para que el líder palestino Yasser Arafat partiera a Beirut, con lo que Arafat sigue confinado en su capital cisjordana de Ramalá.
La versión de la iniciativa de paz saudita que apareció ayer en los diarios libaneses añade tres exigencias al esquema original: una “solución justa” para los 3,8 millones de refugiados palestinos registrados; Jerusalén como capital de un Estado palestino, y el retiro de Israel de las granjas de Sheba, una parte de los Altos de Golan capturados a Siria durante la guerra de 1967, que también son reclamadas por el Líbano. También pide cortar o suspender todo lazo de Estados árabes como Egipto y Jordania con Israel hasta que se logre la paz. Los cambios sugieren que, pese a todo lo que se fomentó la propuesta de paz, los países árabes no tienen verdadera intención de normalizar las relaciones con Israel, ya que lo que reclaman a cambio –el desfonde demográfico del Estado judío– es inaceptable para cualquier político israelí. Arabia Saudita, con este desenlace, cumple su propósito de recomponer sus relaciones con Estados Unidos –dañadas tras los atentados del 11 de septiembre, en que el líder que los ordenó y la mayoría de los terroristas que los ejecutaron eran sauditas– mientras su honor árabe queda a salvo.
Siria, oponiéndose a la perspectiva de la normalización con Israel, y el Líbano, ansioso de liberarse de unos 380.000 palestinos en su suelo, insistieron en exigir el derecho de los refugiados a regresar a Israel. El jeque Hassan Nasrallah, líder del movimiento Hezbolá, también se movilizó contra la propuesta saudita original. “Cualquier declaración final que no mencione el apoyo a la Intifada y a la resistencia en Palestina y por la resistencia en el Líbano no es más que una declaración escrita por los árabes con tinta norteamericana”, le dijo a una multitud de 200.000 partidarios durante el fin de semana.
Tales sentimientos parecían estar reuniendo fuerza ayer mientras los líderes de Qatar y de otros estados del Golfo anunciaron que no asistirían a la cumbre –una decisión considerada en parte como deseo de evitar una confrontación con Arabia Saudita–. Tampoco estará presente el presidente egipcio Hosni Mubarak. Y dando una idea de la oposición a reconciliarse con Israel, el canal de televisión Al-Jazeera canceló su primera entrevista con Sharon. Los comentaristas dijeron que se esperaba que los líderes árabes apoyaran la versión radicalmente alterada de la propuesta saudita.
Pero mientras las ideas del príncipe Abdullah recibieron una cautelosa bienvenida por parte de Israel, la resolución que puede surgir mañana sería rechazada de cuajo. “Caerá en un área gris. Los israelíes no aceptarán los nuevos puntos, y la resistencia no estará feliz con eso”, dijo Nizar Hanzeh, un profesor de ciencia política de la Universidad Americana de Beirut.

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