EL MUNDO › COMO FUE LA MARCHA DE LOS LEPENISTAS EN PLAZA DE LAS PIRAMIDES

Con los milicianos de Juana de Arco

 Por Eduardo Febbro

Jean-Marie Le Pen tuvo un día inspirado. El y los partidarios del Frente Nacional abrieron la jornada de manifestaciones del 1º de Mayo con la tradicional marcha hasta la estatua de Juana de Arco situada en la Plaza de las Pirámides. La estatua de la heroína francesa levantada en 1874 sirvió de punto de encuentro de los monarquistas y de los grupos de extrema derecha y es utilizada por los ultras desde los años 20.
En un discurso de dos horas, Jean-Marie Le Pen arremetió violentamente contra su rival, Jacques Chirac, e invitó a la izquierda a votar por él el próximo domingo. El líder de la extrema derecha hizo incluso juegos de palabras en cuya boca no suenan como inocentes. Refiriéndose a los partidarios del presidente saliente, dijo que hoy en Francia había dos campos, “el campo de la ocupación, es decir Jacques Chirac, y el campo de la Liberación”, o sea, el Frente Nacional y sus tropas. El patrón de la ultraderecha no evitó los ataques frontales y hasta llegó a tratar a Chirac de “ladrón”. Con paciencia y oído devoto, los frentistas escucharon el discurso hasta el final, aplaudiendo rabiosamente los mejores momentos. La manifestación lepenistas no excedió los causes habituales de su convocatoria. Unas 10.000 personas siguieron a su líder. Trajes oscuros, edades avanzadas, cabezas rapadas pero encorbatadas, gente con guantes, muchos bastones y un puñado de jóvenes flacos y pulcros componían el estrecho círculo de manifestantes lepenistas. Todos se mostraban tan seguros como su líder de que los integrantes de la clase política francesa, con la excepción del mismo Le Pen, son “una orquesta de títeres, tiburones y lacayos” que obedecen a los intereses “de la oligarquía”. Según el candidato ultraderechista, Chirac es el candidato “del partido del extranjero”, cómplice de “robar a Francia” y cómplice también de “propagar la exclusión de los franceses dentro de su propio país”.
Los cantos y los carteles lepenistas brillaron por su escasa imaginación. Casi lo único que la gente cantaba en coro era “Le Pen presidente”, un grito único y muy pobre al lado del que todo París entonó a coro unas horas después: “No”. Pero Le Pen seguía convencido de que puede convencer a los indecisos y a los adversarios. En uno de sus momentos más acalorados grito ante la multitud: “No tengan miedo, entren en la esperanza”.

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