EL MUNDO
Con la voz muy débil
El papa Juan Pablo II bendijo ayer a miles de fieles en la Plaza de San Pedro desde la ventana de su residencia, por primera vez desde su internación en una clínica romana, aunque sólo pudo pronunciar una breve bendición, mientras que la misa del Angelus tuvo que ser pronunciada por un ayudante. Este pidió en nombre del Papa la liberación de la periodista italiana Giuliana Sgrena, secuestrada en Irak. La voz del jefe de la Iglesia Católica, de 84 años, era débil y sus palabras difícilmente inteligibles a causa del Parkinson que lo aqueja. Sólo las últimas palabras, “un buen domingo para todos”, fueron entendidas con claridad. Aun así, el Sumo Pontífice mostró un mejor aspecto que en sus últimas apariciones públicas, e incluso levantó la mano al pronunciar la bendición.