Felipe Calderón, presidente electo de México, tuvo un primer ensayo de lo que será su investidura formal el próximo 1º de diciembre, y no le fue bien. Al asistir a la toma de posesión de Juan Manuel Oliva como nuevo gobernador de Guanajuato –el estado natal del presidente Vicente Fox–, el dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática, José Luis Barbosa, inició una manifestación que fue secundada por sus legisladores, que abuchearon al futuro mandatario panista y durante más de 10 minutos exhibieron carteles en los que reclamaban “No a la imposición” y le espetaban: “Presidente espurio”. Calderón contempló en silencio la protesta perredista y dejó que fueran los diputados locales de su partido, el PAN, quienes lo defendieran, pero sólo atinaron a gritarle al dirigente opositor “fuera, fuera, fuera” y a corear algunas consignas a favor de su presidente electo.

A las afueras del Congreso local, militantes del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) encabezados por el dirigente municipal de León, Enrique Alba, expresaron su repudio a Calderón y protestaron por el “fraude electoral” en la elección presidencial. Poco después de que Calderón se hubiera retirado, un funcionario gubernamental agredió a golpes al dirigente perredista y se desató un escándalo que no pasó a mayores. Este es el primer acto de esta naturaleza al que asiste Calderón como invitado y no debió dejarle un buen sabor de boca, pues pareciera un anticipo de lo que le espera en su propia toma de posesión como presidente de la república. Hasta el Estado Mayor Presidencial (EMP) ensayó operativos y colocó retenes en los accesos principales a la ciudad de Guanajuato, reforzados por elementos del Ejército y de la Policía Federal Preventiva, donde revisaron todos los vehículos que pretendían ingresar en esa ciudad. El propio EMP desplegó a 60 elementos alrededor del Congreso local, aunque no intervinieron cuando ocurrió el zafarrancho a las puertas del recinto legislativo.