EL PAíS › LA AUTOPSIA REVELO QUE, TRAS SER GOLPEADO, EZEQUIEL MURIO ASFIXIADO. ACUSAN A SOMOHANO
Al grito de “no me mires negro de mierda”
Ya tres policías admitieron la existencia del operativo y señalaron al subinspector Somohano como responsable de la orden de tirar a los tres chicos al Riachuelo. Ayer, los dos sobrevivientes señalaron que había otro policía, “gangoso y canoso”, que fue quien más los “verdugueó”. Les decía “negros de mierda” y “no me miren”. Según la autopsia, antes de morir por “asfixia por inmersión”, Ezequiel Demonty recibió golpes con un objeto “duro y romo”.
Por Carlos Rodríguez
Cuando las sombras ya habían ganado los alrededores del Puente Uriburu, en Pompeya, los dos chicos que fueron obligados a arrojarse al agua junto con Ezequiel Demonty, el joven que apareció muerto en el Riachuelo, tuvieron que regresar al escenario del crimen. Anoche, la jueza María Cristina Bértola realizó una inspección ocular en el último lugar donde fue visto con vida Ezequiel, quien de acuerdo con el resultado de la autopsia, que se conoció ayer, antes de morir “por asfixia por inmersión” recibió golpes en el rostro “con un objeto duro y romo”, que bien podría ser la culata de un arma reglamentaria de la Policía Federal. Hasta ahora son tres los policías que admitieron la existencia del operativo y que señalaron al subinspector Gustavo Somohano como el responsable jerárquico de la orden de tirar al agua a los tres jóvenes. Los dos sobrevivientes, por su parte, dijeron en su declaración judicial que otro policía, al que señalan como “gangoso” y “canoso”, era quien más los había “verdugueado” desde el mismo momento de la detención en la zona del Bajo Flores.
La autopsia, además de comprobar la existencia de “golpes en el rostro” de Ezequiel Demonty, determinó la presencia de “plancton en los pulmones”, lo que confirmaría que el chico estaba vivo cuando tomó contacto con el agua y que murió ahogado porque no pudo llegar nadando hasta la otra orilla. Sus dos amigos relataron que los golpes comenzaron en la esquina de La Constancia y avenida Cruz, cerca de la villa del Bajo Flores y del Barrio Illia, donde vivía Ezequiel con su familia. En ese lugar los tres chicos recibieron golpes de puño y puntapiés. Cayeron varias veces al suelo y mientras los golpeaban, los insultaban. El más desencajado era el uniformado “gangoso”, quien fue señalado también por su intervención en otros casos de abusos (ver nota aparte). Los chicos contaron que les decían “negros de mierda” y otros insultos, mientras eran obligados a mantener la cabeza gacha. “No me mirés”, era la advertencia.
Después, los tres fueron obligados a subir a otros tantos patrulleros –uno en cada uno de los móviles– que tomaron por la calle Agustín de Vedia, paralela a La Constancia, por la que se llega directamente hasta la orilla del Riachuelo, luego de recorrer unas 15 cuadras. La jueza Bértola hizo anoche su inspección ocular en una zona del Riachuelo ubicada en el lugar donde desemboca De Vedia en la calle 27 de Febrero, que corre a la vera del curso de agua. Los chicos fueron obligados a bajar hasta un lugar donde hay una especie de playa por la que caminaron hasta llegar al borde del agua. Una vez allí recibieron los últimos golpes y en el caso de Ezequiel un empujón para provocar la caída.
Ayer, tres de los policías imputados se negaron a ampliar sus declaraciones indagatorias ante la jueza, por consejo de sus defensores.
De todos modos, en la causa ya existen tres declaraciones en las cuales otros tantos uniformados reconocieron que el procedimiento se realizó, en los mismos términos que habían denunciado antes los dos sobrevivientes. En las próximas horas, los dos chicos de 14 y 18 años que salieron vivos de la traumática historia participarán de un reconocimiento en rueda de personas que servirá para ir definiendo el rol que cada uno de los 10 policías que siguen detenidos jugó en la tragedia.
Anoche, los dos chicos –que dejaron sus casas y fueron trasladados a lo que se considera “un lugar seguro” para ellos– llegaron a la orilla del Riachuelo acompañados por personal especializado del Consejo del Menor y la Familia, de la Oficina de Asistencia Integral a la Víctima, del Programa del Gobierno de la Ciudad “Víctimas de la Violencia del Delito” y de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Los asesores de esos organismos serán quienes determinarán el momento en que los chicos estarán en condiciones de realizar el reconocimiento en rueda de personas y la reconstrucción del hecho.
Fuentes judiciales dijeron que la jueza Bértola trabaja en la búsqueda de elementos que permitan establecer la conexión entre la muerte de Ezequiel y el accionar policial. Un juez y un fiscal consultados por este diario consideraron que la causa debería caratularse como “homicidio simple por dolo eventual”. Esto se debe a que “si bien la muerte no fue provocada directamente por los policías, está claro que debieron tener en cuenta que arrojar a una persona al agua, en horas de la madrugada y en un río, entraña un claro peligro de muerte, aun en el caso de que la persona supiera nadar muy bien”.
Los dos hombres del Poder Judicial coincidieron en que “no es lo mismo nadar en una pileta que en un río” y uno de ellos hasta mencionó la posibilidad del “homicidio agravado por alevosía”, teniendo en cuenta la forma en que fueron llevados hasta el Riachuelo. Según trascendió, uno de los policías que denunció a Somohano habría dicho que el oficial deslizó una frase antes de exigirles a los chicos que se tiraran al río: “Van a aprender que no hay que robar y van a tener que saber nadar”.
De los 12 policías detenidos inicialmente, dos quedaron fuera de la causa, aunque siguen vinculados al expediente iniciado por Asuntos Internos de la Federal. Además de Somohano, siguen acusados por la muerte de Ezequiel el sargento Luis Funes; los cabos Luis Gutiérrez, Alfredo Borsanari y José Luis Martínez; el cabo Andrés Wright, y los agentes Santiago Ritrovato, Sandro Granado, Maximiliano Pata y Jorge Solís. Los dos que quedaron fuera de la causa son el inspector Daniel Barrionuevo –superior de Somohano– y el sargento Jorge Sosa.