Martes, 5 de agosto de 2008 | Hoy
Después de cosechar casi cinco millones de votos en 1995, hoy Bordón se mantiene en las fronteras de la política. Dedicado a la vida académica, los viajes para la OEA y a su afición por el tango, también se hace tiempo para hablar con Duhalde, Garré, Lavagna y otros.
Por Werner Pertot
Desde que dejó la banca en el Senado en 1996, una vez por año hay un artículo en algún diario que se titula: “Vuelve Bordón”. Este no es el caso. Aunque el que piense que ese titular no retornará quizá se equivoque: el ex embajador en Estados Unidos descansa por el momento en las orillas de la política. El hombre que llegó a reunir casi cinco millones de votos en 1995 alterna entre la vida académica, los viajes como consultor de la OEA y el tango, del que se confiesa cantor amateur. “Me pagan... para que no cante más”, suele decir.
Aunque no tuvieron nunca sintonía fina, Bordón recorrió como embajador en Estados Unidos todo el gobierno de Néstor Kirchner. Cuentan sus allegados que una vez planteó sus diferencias con el entonces presidente con la siguiente metáfora:
–Vos querés un chancho gordo que no pese –le dijo Bordón.
–¿Cómo es eso? –le preguntó Kirchner.
–Querés llevarte bien con este país sin que nadie se dé cuenta.
Tras dejar el cargo, Bordón volvió a vivir a Buenos Aires, pero viaja muy seguido a Wa-shington porque es consultor de la OEA, gracias a la relación que tejió con su titular, José Miguel Insulza. El ex embajador es ahora coordinador de un proyecto sobre democracia, Estado y representación política. Su tarea es organizar reuniones en todo el continente entre políticos, académicos y empresarios para “generar consensos”. Para eso, en el próximo año se la pasará viajando al Caribe, a Chile, Uruguay, Brasil, México, Colombia, Venezuela y Perú.
No es que esté desacostumbrado: en su vida recorrió Egipto, Kenia (donde trabajaba su hija) y Turquía (“Estambul es la ciudad más mágica del mundo”), entre otros. El viaje último fue a su Mendoza natal, a dar una conferencia. El más impactante fue como gobernador de esa provincia, cuando viajó a Rusia en medio del derrumbe de la URSS. “Durante la Perestroika veía a los funcionarios criticando a Yeltsin por populista, por hacer las colas en los hospitales con la gente”, recuerda Bordón.
El ex embajador también suele viajar por su actividad académica –brinda conferencias sobre temas como la integración bilateral–, actualmente da clases en las universidades nacionales Del Litoral (en Santa Fe) y de Cuyo (Mendoza). Entre los viajes y las clases con su perfil de consultor, parecería haberse alejado definitivamente de la política. Sin embargo, para el dirigente eso es imposible: “Estoy en política desde los 14 años”, dice.
Sus charlas con viejos conocidos no desaparecieron. La más resonante: cuando fue al Movimiento Productivo Argentino, que conduce Eduardo Duhalde. “Soy justicialista y mis límites tienen que ver con el autoritarismo y la corrupción, pero siempre mantuve buenos niveles de diálogo”, señala Bordón, quien descarta participar en un armado electoral. Aunque para alguien que vio unas cuarenta veces Casablanca, quizá sea el comienzo de una hermosa amistad.
También suele verse con Nilda Garré, Roberto Lavagna, Agustín Rossi y dirigentes del socialismo que conduce Hermes Binner. Pese a los rumores, no tuvo contactos con Elisa Carrió. “No voy a negar que soy amigo de Gerardo Conte Grand, nos juntamos, comemos, hablamos de política, pero nada más”, dice. De la vieja guardia, sigue viendo al radical Jesús Rodríguez (“mantenemos una larga amistad”). A Gustavo Beliz no tanto, desde que dejó Washington. A Carlos “Chacho” Alvarez, prácticamente nunca. Hay heridas que no cierran. Tampoco ve, desde hace tiempo, a José Manuel de la Sota y a Felipe Solá. “Igual, seguimos en buena relación”, aclara.
Con quien tampoco se frecuenta es con su coprovinciano Julio Cobos, aunque lo recuerda como novel estudiante. La hermana del actual vicepresidente era alumna de Bordón en sociología política y Cobos solía traerle los trabajos de ella, cuando no podía acercárselos. De todas formas, su primer encuentro formal fue cuando Cobos ya era decano de la UTN-Mendoza. Y luego lo frecuentaba como gobernador en sus viajes a Washington. Bordón lo recibía en la embajada argentina.
¿Extraña la vida en Washington? “No, no soy viuda de mis lugares anteriores. Siempre es así cuando cierro ciclos, como cuando dejé el Senado en 1996, algo que todavía se discute. De la residencia en Wa-shington, entro y salgo como si fuera un lugar en el que yo no estuve. No soy nostalgioso”, dice, aunque sí es tanguero. En su memoria aparece la imagen de Robert Duval bailando con su esposa argentina y mientras él cantaba tango. “Hacíamos fund rising”, se ríe.
Otros recuerdos prefiere darlos por superados. Como las decisiones que lo llevaron a dilapidar esos 4.993.360 votos que sacó en las elecciones de 1995, enfrentando a Carlos Menem. Bordón se había abierto del PJ y había formado el Frepaso junto con Chacho Alvarez, a quien derrotó en una interna abierta y fue candidato a presidente. Tras ser batido por el “voto cuota” y por el riojano a prueba de balas, la alianza se resquebrajó con velocidad: Bordón intentó acercar a Beliz al Frepaso, lo que fue resistido por Chacho. El quiebre definitivo fue en 1996, cuando Bordón renunció a su banca en el Senado y también abandonó su partido PAIS. El resultado para su capital político fue catastrófico.
Con la maldad que lo caracterizaba, el entonces jefe de Gabinete Alberto Kohan lo felicitó y dijo que “debería haber renunciado hace tiempo” para darle su banca al menemismo. La lluvia de críticas llegó desde todas partes y Bordón dijo que quería “volver al llano”, pero pocos años más tarde volvió al PJ, de la mano de Duhalde. El bonaerense lo llevó en su campaña de 1999 como titular de una comisión de modernización y transformación del Estado. Desde allí, prometió recortar a la mitad las secretarías del Estado.
Poco después, volvió a ocupar un cargo, esta vez como director de Educación bonaerense, antes de que el gobernador Carlos Ruckauf abandonara el barco en plena crisis. Sus contactos en Washington le permitieron a Bordón resguardarse hasta que aclarase como consultor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En 2002 soñó con volver a ser candidato a presidente, pero finalmente se acercó al gobierno de Duhalde y terminó asesorando al ministro de Economía Roberto Lavagna.
Luego, Kirchner lo llevó como embajador en los Estados Unidos. No tuvieron la mejor de las relaciones, tampoco la peor. Al terminar el gobierno, Bordón reconoció que tuvo “diferencias con la política exterior de Kirchner”. Y volvió a ser consultor. Salió y entró de la política durante los últimos veinte años. Nadie descarta un nuevo regreso.
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