Martes, 5 de agosto de 2008 | Hoy
EL PAíS › UN PROGRAMA QUE REúNE INVESTIGACIóN UNIVERSITARIA Y DERECHOS HUMANOS
Con un proyecto que combinó matemáticas, electrónica, física e ingeniería, la Universidad Nacional de Mar del Plata participó en la identificación de dos desaparecidos.
Por Julián Bruschtein
La utilización de técnicas matemáticas combinadas con otras ciencias básicas y aplicadas ayuda a identificar personas desaparecidas durante la última dictadura. La Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Mar del Plata desarrolló con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y la Dirección de Registro de Personas Desaparecidas bonaerense un proyecto de Procesamiento Digital de Imágenes. El proyecto intervino en la identificación de dos desaparecidos y en la recuperación de un nieto buscado por las Abuelas de Plaza de Mayo.
No es fácil encontrar una vinculación entre la matemática, la física, la electrónica y la informática en el campo de los derechos humanos. Pero por medio del proyecto de investigación de “Técnicas de procesamiento digital de imágenes para identificación de personas desaparecidas”, la Universidad de Mar del Plata (UMdP) lo consiguió. El Laboratorio de Imágenes y Señales de la universidad cuenta con un área de Procesamiento Digital de Imágenes abocado a tareas de investigación, docencia y extensión. Entre 1995 y 1998 comenzó la conexión de la UMdP con el EAAF, que trabaja desde 1984 en la identificación de personas desaparecidas. Emilce Moler, doctora en Ciencias Biológicas especializada en Bioingeniería, hoy trabajando en la Secretaría de Políticas Universitarias, dirigió el proyecto que nació como una necesidad del EAAF para obtener la mayor cantidad de información posible de las huellas dactilares provenientes de expedientes judiciales sobre cuerpos de personas no identificadas, víctimas de la dictadura.
“El EAAF se encontró con cien huellas en papel y muchas más en unos cuarenta rollos de microfilm. El trabajo del proyecto se encaminó a hacer visible aquella información que no se podía ver por el estado en que se encontraba la documentación –explica Moler–. Por medio del Procesamiento Digital de Imágenes (PDI), primero se la digitaliza para trabajarla en la computadora. Una vez traducida, lo que se encuentra es un sistema binario, un conjunto de números que conforman esta imagen.” Cada número representa un pixel de la imagen y “a partir de allí se utilizan algoritmos, paso a paso, como en una receta de cocina, modificando esos números en la búsqueda de un resultado positivo”. El proceso al que se somete la imagen va generando cambios que, en el mejor de los casos, permiten una mejor resolución y “la segmentación de objetos. Luego, éstos se codifican en vectores, matrices, conjuntos y otras estructuras matemáticas. Eso sí –aclara Moler–, el PDI no puede crear información”.
El tratamiento que se le da a la imagen en el PDI es parecido “al que se las somete con los programas informáticos como el Photoshop. La diferencia es que el trabajo científico desarrolla todos los algoritmos de los que carecen estos programas, así uno puede hacer ver lo que no se ve”, explicó Moler. Para encontrar respuestas positivas en la imagen deben trabajar “con una gran cantidad de algoritmos a los que se les modifican los parámetros para investigar un pedacito de huella. Este proceso sobre una pequeña porción de la imagen lleva muchas horas”.
Cuando Moler tenía 17 años y estudiaba en el Bachillerato de Bellas Artes de La Plata, un grupo comando del Ejército la secuestró junto a otros estudiantes, en lo que se conoció como La Noche de los Lápices, en 1976. Aquella experiencia, de la que logró sobrevivir pese a estar bajo “libertad vigilada” durante la dictadura, hizo que “eligiera la matemática para alejarme de la realidad, porque sufría mucho”, cuenta.
“Siempre sostuve que además de ser sobreviviente hay que tratar de hacer aportes a la sociedad”, sostiene Moler, que logró el mayor aporte que hubiera podido esperar. Después de colaborar en el mejoramiento de una huella que condujo a la identidad de la desaparecida Ana María Goncalvez, la investigación llevó a la recuperación de la identidad de su hijo Manuel, nieto buscado por las Abuelas. “Si para mí era importante el trabajo que hacíamos, la recuperación de Manuel cerró un círculo que me produjo una gran alegría”, dice Moler: “Es una reivindicación de las ciencias duras”.
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