Sábado, 11 de octubre de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Juan Carlos Tedesco *
“Nunca habrá vientos favorables para el que no sabe a dónde va.”
Séneca
La celebración de los bicentenarios en nuestros países latinoamericanos es una magnífica oportunidad para reflexionar sobre nuestro pasado, diagnosticar nuestro presente y elaborar un proyecto de futuro, sobre todo en medio de un turbulento panorama mundial.
En estos días estamos sufriendo con particular intensidad las consecuencias de esta cultura del cortoplacismo extremo y de ausencia de responsabilidad con respecto al futuro y a las futuras generaciones. Vivimos momentos históricos caracterizados por una fuerte ruptura con el pasado. El futuro, por su parte, se caracteriza por la incertidumbre, el riesgo y la amenaza. En un contexto de este tipo, la cultura contemporánea provoca una fuerte concentración en el presente, en el “aquí y ahora”, en el “nada a largo plazo”.
Celebrar los bicentenarios constituye una ocasión para recuperar el valor de un pasado común y elaborar entre todos un proyecto de futuro compartido.
Cualquier balance que hagamos de estos doscientos años de independencia reconocerá la enorme importancia que la educación ha jugado en los procesos de construcción de nuestros estados nacionales. La escuela pública y obligatoria ha sido uno de los pilares más importantes en toda América latina.
Pero ese balance también nos muestra las deudas y los problemas que ha generado un proceso de construcción de naciones basado muchas veces en la imposición de un modelo único a realidades muy diversas. Asimismo, nuestras naciones adoptaron modelos de desarrollo socioeconómico donde la exclusión cultural fue acompañada por exclusión social, desigualdad y pobreza. Las lecciones del pasado nos permiten hoy definir un proyecto de futuro donde el concepto clave es el de justicia social.
Los procesos de globalización exigen hoy mayores niveles de integración regional y el Bicentenario constituye una gran oportunidad para fortalecer el diálogo nacional entre nuestras naciones y con España y Portugal.
La región presenta situaciones muy dispares, puntos de partida diferentes. El desarrollo de instrumentos que alienten al cumplimiento de metas orientará los esfuerzos de todos, pero siempre contemplando la heterogeneidad de contextos y necesidades.
Las metas para el año 2021 plantean el desafío de la plena inclusión educativa de niños, adolescentes y adultos, con el objetivo de brindar una educación de calidad a la que todos tienen derecho.
El proyecto 2021 nos permitirá monitorear nuestros avances en los próximos años en cobertura en los distintos niveles de educación, mejoras en la formación de nuestros docentes, fortalecimiento de la enseñanza de las áreas básicas del conocimiento: lengua, matemáticas y ciencias, incrementar la participación y compromiso de los actores sociales y garantizar las fuentes de financiamiento para la educación, entre otros. Promover así, con el acuerdo y consenso de los países miembros, políticas de largo plazo que permitan a la región mejorar sus condiciones de vida, fortalecer el desarrollo social y económico, y construir y consolidar lazos de solidaridad entre los países. Este es nuestro desafío, vale la pena emprender el camino.
* Ministro de Educación de la Nación.
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