Sábado, 22 de noviembre de 2008 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
Por J. M. Pasquini Durán
Con un criterio parecido al de “guerra preventiva” de George W. Bush, algunas empresas nacionales o filiales de trasnacionales se apresuraron a diagramar y ejecutar licenciamiento masivo de personal, como si la recesión económica ya estuviera instalada en el país, pese a que no existen índices confiables que corroboren la presencia de catástrofe. Está claro que el comercio internacional será afectado por la recesión que ya se instaló en Estados Unidos, Japón y la zona euro de la Unión Europea, y que sus consecuencias desembarcarán en el país por múltiples vías, pero después de cinco años de vacas gordas el Estado, los bancos y las industrias tienen posiciones lo bastante sólidas como para aguantar el vendaval sin fracturarse. Cuando se verifiquen los efectos críticos en India y China, habrá que calcular si las exportaciones agropecuarias recibirán golpes muy severos, aparte de la caída de los precios que todavía son compensatorios aunque sin alcanzar los niveles de éxtasis de un año atrás. Pese a que “la mesa de enlace” no lo reconoce aún, la realidad probó que la maldecida Resolución 125 tenía ventajas relativas que hoy equilibrarían en parte la baja de las cotizaciones en los mercados de exportación. La falta de perspectiva en los dirigentes de la Sociedad Rural y sus aliadas, obnubilados por su hostilidad antigubernamental, no le fue en zaga al propio Gobierno que tampoco supo instalar en la sociedad los verdaderos alcances del proyecto y se dejó llevar por la absurda pulseada política de cuatro meses desgraciados.
“Tenemos buenas ideas, pero las comunicamos muy mal”, reconoció el senador Miguel Angel Pichetto, jefe de la bancada oficialista en el cierre de casi doce horas de la sesión que convirtió en ley la disolución de las AFJP, uno de los pésimos negocios inventados por Domingo Cavallo con las recetas conservadoras de los años ’90. Lo más incomprensible de la decisión correctora, votada 46 a 18, es por qué no se realizó hace un año, en lugar de ofrecer la opción de quedarse con los piratas previsionales o pasar al sistema solidario de reparto que nunca debió abandonarse, pese a todas sus falencias, porque así lo quiso el peronismo de Menem, cooptado por las políticas neoliberales. A la autocrítica de Pichetto sólo se le podría agregar que, además, los grupos económicos afectados, primero en el negocio de las exportaciones campestres y ahora en las finanzas, comunican mucho y con eficacia.
Sin vacilaciones, con afirmaciones rotundas, por ejemplo La Nación de Buenos Aires llamaba “El gran robo” en su editorial del jueves a la ley sobre las AFJP, y se sumaba al coro de los que acusaban al Gobierno de violar los principios de la propiedad privada, mientras que la consideraban protegida por entidades que se quedaban con el 33 por ciento de los depósitos particulares en concepto de comisión, rubro que significó miles de millones de beneficio para las empresas en tanto el Estado tenía que aportar cuatro mil millones anuales para que los 180 mil jubilados por las AFJP pudieran cobrar el haber mínimo, ya que su capitalizadora sólo podía pagarle 220 pesos mensuales cuando el piso oficial ya era 690. No es que los administradores argentinos fueran malos, sino que el sistema estuvo concebido con el criterio de aquella época: ganancias fáciles y rápidas, sin que importara el costo social. En Gran Bretaña, Margaret Thatcher privatizó las jubilaciones y hubo afiliados que perdieron todo después de aportar diez o veinte años porque la aseguradora se declaraba en quiebra y nadie se hacía cargo de un contrato privado entre dos partes. Ahora mismo, en Chile el sistema previsional está en el calvario por razones similares. Un puñado de países en el planeta, sobran los dedos de una mano para enumerarlos, mantienen el régimen privado como un residuo histórico del “pensamiento único”.
La incomunicación oficial es tan notoria que ha convertido en un enigma la gira de la presidenta Cristina por cuatro países árabes con los que Argentina ya comercia por valor de mil millones de dólares anuales, y que son, además, potenciales compradores de productos de la industria láctea, la misma que envía las vacas lecheras al matadero porque, aseguran, no tienen a quién venderle lo que ordeñan. La imagen que la mayoría de los ciudadanos ha recibido es la de una elegante señora acompañada de su hija que hace turismo entre las pirámides egipcias y la tumba de Tutankamón, justo cuando el mundo está envuelto en un torbellino y el país elevó la cuota de incertidumbre hasta niveles desconocidos en los últimos cinco años. Puede ser pura arrogancia suponer que la sociedad, sin suficiente información, tiene que confiar que la Presidenta anda de la ceca a la Meca por alguna razón que muy pocos conocen. Cierto es que aquí queda un relevo doble: Julio César Cleto Cobos para ocupar la formalidad institucional del Ejecutivo y Néstor K para cubrir la retaguardia política.
A Cobos, los del PRO de Macri, en un rapto de humor, le pidieron que ya que está de interino aproveche para vetar la flamante ley previsional. Lo peor de la ingenuidad es que más de uno debió creer que un gesto semejante era posible. A veces, las derechas también ofrecen imágenes patéticas en su afán de mostrar alguna iniciativa política que pueda burlar a la mayoría. Es igual cuando tratan de responsabilizar al gobierno nacional por los posibles nuevos impuestos o por la negativa de aumento salarial para los docentes, o por la eliminación de becas estudiantiles o por las ruindades varias de escuelas y hospitales. Otro tanto vale para el lamentable debate, por ambas partes, entre Rodríguez Larreta, del riñón del jefe de Gobierno de la ciudad, y Aníbal Fernández, ministro de Seguridad y Justicia de la Nación, para ver quién es más responsable por el conflicto con los vecinos de Villa 31 que interrumpieron el tránsito de la autopista Illia por varias horas con el único propósito de que alguien los escuche. A todo esto, ¿qué fue de la vida de Gabriela Michetti, el “lado humano” de la formula porteña del PRO, aquella candidata que aseguraba de modo tan convincente y atractivo que el plan de urbanización de las villas estaba listo para ser ejecutado? ¿Dónde está Narodowski que pasó de la izquierda a la derecha para hacer de la educación una prioridad absoluta? Para bien de la ciudad sería deseable que el nuevo pavimento dure más que el gobierno, así los porteños podrán justificar esta etapa de insania callejera.
Por su lado, el titular del PJ, Néstor K. estuvo ayer al lado de Hugo Moyano porque el jefe de los camioneros y de la CGT fue reelecto en el sindicato. ¿Acaso quería mostrar que estaba al lado de los que rechazan el criterio de la Corte Suprema, y de la OIT, sobre libertad sindical? A lo mejor se trataba de un gesto cordial con quien tiene la misión de contener los desbordes sindicales cuando las empresas comiencen sus “guerras preventivas” contra el empleo. Son pocos los que pueden acordar, como hizo Smata con General Motors, que bajan los salarios por voluntad propia a cambio de mantener el trabajo. El nivel de salarios de la industria automotriz tal vez permita arreglos similares, aunque todavía no se repitió en ninguna otra, pero es difícil que otros gremios de alta demografía, como la construcción, puedan encontrar pactos semejantes. El ex presidente ocupó el atril de Moyano sin hacer referencia al fallo de la Corte, pero en cambio se dirigió a los empresarios para pedirles que mantengan los empleos del personal “aunque ganen un poco menos que los años anteriores”. Néstor K. sabe bien, por cierto, que en circunstancias como las actuales no es el sector privado el que sacará las papas del fuego sino la capacidad del Estado para realizar un grandioso plan de obras públicas en todo el territorio nacional con uso intensivo de mano de obra, no sólo la que pierda el empleo que tiene sino también la que saldrá el próximo año en busca de trabajo. Viviendas, caminos, puertos, gasoductos, son algunos de los clásicos valores de un plan estatal para la crisis y más todavía en un año electoral que desafiará al Gobierno a consolidar sus mayorías legislativas y avanzar posiciones en intendencias y gobernaciones para conservar las chances para el momento de la renovación presidencial. Son cada vez más los que se prueban la ropa que van a dejar y no sea cosa que los alcance la maldición de Tutankamón que es peor que la de Moctezuma.
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