Martes, 12 de mayo de 2009 | Hoy
EL PAíS › NUEVA JORNADA DEL JUICIO POR EL CRIMEN DEL NEGRITO AVELLANEDA
Iris Avellaneda, la madre de Floreal, reconoció al represor que la torturó y debió enfrentar un interrogatorio de la defensa, que intentó que se contradijera. Los abogados querellantes protestaron porque el tribunal “permitió la revictimización de la testigo”.
Por Adriana Meyer
“No puedo recordar tanto detalle, son 33 años, tardó demasiado en llegar este juicio”, dijo Iris Avellaneda, entre el enojo y la explicación. “Me sentí acosada, pero somos leonas”, sintetizó ante Página/12 tras haber sido sometida a un interrogatorio en el que la defensa del represor Alberto Aneto, al que identificó como su torturador, intentara hacerla entrar en contradicción. Ocurrió ayer durante una nueva jornada del juicio oral y (cada vez menos) público contra seis genocidas, entre ellos Santiago Omar Riveros, por el secuestro de Iris y su hijo Floreal, de 15 años, que apareció muerto en la costa uruguaya en 1976 con signos de brutales torturas. Cuando llegó el cuarto intermedio, los abogados querellantes expresaron su malestar porque el tribunal que preside la jueza Lucila Larrandart “permitió el hostigamiento y la revictimización de la testigo, que además es la principal querellante” de este proceso.
“¿Con qué asiduidad y en qué horarios la torturaba? ¿Cómo estaban vestidos cuando la fueron a buscar a su casa?” fueron algunas de las preguntas de la abogada Elda Berasain, defensora del policía Aneto, que irritaron a Avellaneda. “No puedo describirlo, era tal la desesperación porque nos estaban atacando. Vine acá para saber qué pasó con mi Negrito”, dijo la mujer de 70 años, con su buzo rojo y una remera con el rostro de Floreal hijo, sin mirar a la letrada que la interrogaba, que supo defender también al represor Julio Simón, ya condenado.
“Juro por los 30 mil desaparecidos”, había dicho Avellaneda cuando se comprometió a decir la verdad en su declaración testimonial. Fue la primera vez que la jueza Larrandart amenazó con desalojar la sala por el espontáneo aplauso del público. El fiscal general Marcelo García Berro le pidió que hiciera su relato de los hechos. Luego de contar con voz firme su secuestro a manos de la patota que integraba Aneto, alias Rolo, la últimas palabras que escuchó del Negrito, las torturas que sufrió en la comisaría de Villa Martelli y en Campo de Mayo, Iris Avellaneda se quebró. “Me desplomé llorando cuando llegué a Olmos, me recibieron las chicas con cariño, y les conté la historia. Una vez en libertad, tuve otro hijo y no pude amamantarlo de un pecho porque tenía quemadas las glándulas mamarias por la picana eléctrica”, dijo la testigo entre sollozos.
El fiscal Juan Murray quiso saber si en la comisión interna de la fábrica Tensa, donde Floreal Avellaneda (padre) era delegado, había otras agrupaciones políticas además del Partido Comunista. La presidenta del tribunal lo interrumpió con el argumento de que la actividad sindical de Avellaneda no era objeto del juicio. “Mi intención era establecer las motivaciones que pudieron tener quienes fueron a buscarlo y secuestraron a su esposa e hijo”, respondió el fiscal, pero no hizo más preguntas. Algo similar le ocurrió al abogado querellante Luis Bonomi, cuando le preguntó si supo que varios de los compañeros de su marido en la comisión interna están desaparecidos. Y aunque Iris respondió que sí, que lo supo con el tiempo, Larrandart cuestionó la pertinencia de la inquietud de Bonomi.
Los defensores oficiales de los represores Riveros, Fernando Verplätsen, Osvaldo García, César Fragni y Rubén Harsich, junto a la abogada Berasain, insistieron en preguntarle cómo vestía la patota que entró en su casa, si Aneto y “el comisario” al que se refirió en declaraciones anteriores eran la misma persona y cómo la sacaron de la comisaría de Villa Martelli para trasladarla. Avellaneda había contado que salió por una ventana, y ayer dijo que la bajaron por una escalera “en el aire”. “Esto es indignante, pasaron más de 30 años y los verdugos pretenden precisión, nos sacaban así, de ambas formas, por cualquier lado”, se enojó Adriana Calvo, de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos, al tiempo que abandonaba la sala. La testigo también estaba fastidiada por lo que calificó como “acoso” y dijo al micrófono: “No me dan las neuronas”. Se imponía un cuarto intermedio, y se produjo. Más tarde, cuando la situación se repitió con otra testigo, el abogado Pedro Dinani planteó al tribunal que “la repetición de las preguntas logra confundir a las declarantes”.
La dureza de Larrandart fue vivida por los querellantes como maltrato a los testigos, por lo cual presentarán un escrito en el que le “recordarán que su deber es protegerlos y que las Naciones Unidas establecieron una serie de directrices, asumidas como compromiso por los Estados miembros, en cuanto a que el acceso a la justicia nunca puede implicar una nueva revictimización de las víctimas que dan su testimonio”, según precisó a Página/12 la abogada Guadalupe Godoy, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Pero la defensa también probó de esa medicina cuando la presidenta del tribunal invalidó una de sus preguntas. “¿A qué apunta? Esto no es el alegato”, fue la reprimenda de Larrandart hacia Berasain. Tras el receso, la defensora volvió a la carga, pero encontró a Iris muy concentrada. “¿Cómo puede saber que estaba nervioso si no lo veía?”, preguntó en alusión a su defendido, Alberto “Rolo” Aneto. “Usted no sabe todo lo que se puede percibir en una voz”, replicó la testigo.
La sorpresa de la jornada se la llevó Canal 7 –la emisora estatal de televisión–, al que el tribunal había autorizado a difundir en vivo las declaraciones de los testigos que accedieran a ser filmados. Aunque Avellaneda no tuvo ningún reparo, las imágenes de la audiencia de ayer pudieron ser tomadas, pero sólo para ser emitidas en diferido y a partir del mes de junio. Por orden del tribunal, a los cronistas no se les permitió grabar el audio de las declaraciones.
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