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Arrivederci, embajador
Por Alfredo Bravo *
Siguiendo la tradición peronista de reservar la embajada argentina en Italia para fieles funcionarios o para quienes tuvieron un aplicado paso por la Cámara de Diputados, el presidente Duhalde designó a Humberto Roggero, jefe de la bancada oficialista, como próximo representante argentino en Roma. Por eso, las intervenciones que el miércoles pasado hizo el diputado cordobés en la Cámara de Diputados han sido las últimas antes de embarcar hacia su próximo destino. Antes de decirle hasta la vuelta, este diputado opositor –al que Roggero pretendió en vano vapulear con un discurso escasamente diplomático en sus sobreactuadas intervenciones de despedida– quiere hacerle llegar algunas reflexiones sobre sus dichos.
Yo acepto que mi denuncia del acuerdo que entablaron los partidos mayoritarios para desconocer la representatividad de los bloques al elegir a las autoridades de la Cámara y consagrar como vicepresidente tercero a un colaborador de la dictadura militar, haya alterado a Roggero. Lo que no logro comprender es que tal evidencia le haya llevado a decir tantas pavadas. Roggero reclama que se hable en serio del pasado reciente de los argentinos, como si su dramaticidad permitiera abordarlo de otro modo. Para darle el gusto, recordemos que él integró en los ‘70 una juventud a la que Juan Perón calificó primero de “maravillosa” y luego de “imberbe”. Como él, otros jóvenes maravillosos consiguieron sobrevivir físicamente a la barbarie dictatorial; aunque no todos lograron mantener con vida sus antiguas convicciones frente al embate neoliberal que anticipó la dictadura y que desató con fiereza el gobierno de Carlos Menem.
Algo de eso le sucedió a Roggero, quien durante casi ocho años de la larga década menemista fuera diputado nacional y acompañara con sus votos la “exitosa transformación” de la Argentina impulsada por el “estadista riojano”. Lamentablemente, dicha transformación no se orientó a instalar el Hospital de Niños en el Hotel Sheraton como soñaban jóvenes tan maravillosos como Roggero. Provocó, en cambio, la calamidad de que cien pibes se nos mueran a diario por motivos evitables.
Pasar desde aquel sueño juvenil a la corresponsabilidad respecto de una realidad asqueante implica recorrer un largo camino en el que seguramente se pierden muchos principios. Tal vez por eso, Roggero consideró que la historia debe escribirse para adelante; y en eso parece andar el hombre: haciendo historia con sus actuales camaradas de ruta, los antiguos hombres del Proceso. Siguiendo a Litto Nebbia, un ex joven maravilloso que en su madurez mantiene la coherencia, podemos decir que la historia de Roggero es la historia de los que ganan; y que a nosotros nos interesa más la historia de los que siguen peleando.
Ahora sí, hasta la vuelta, embajador Roggero.
* Diputado nacional.
Partido Socialista.