Miércoles, 12 de mayo de 2010 | Hoy
EL PAíS › SAMUEL CABANCHIK, SENADOR PORTEñO, BLOQUE PROYECTO BUENOS AIRES FEDERAL
La noticia de que el senador por la ciudad de Buenos Aires Samuel Cabanchik estuvo reunido el lunes con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, en un encuentro del que también participó por algunos minutos la presidenta Cristina Fernández, puso en alerta a gran parte de los sectores opositores, que no tardaron en salir a denunciar otro caso de “borocotismo”. Cabanchik, que llegó al Parlamento de la mano de la Coalición Cívica, pero ahora forma parte de un bloque unipersonal, negó en diálogo con Página/12 que la entrevista implique un acercamiento al oficialismo. Aseguró que es parte de la búsqueda de “encontrar puentes e instancias de diálogo, algo esencial al desarrollo de una política normal”.
–¿Se imaginó que su visita a la Casa Rosada tendría la repercusión que tuvo?
–Me sorprendió, no esperaba semejante reacción. Yo no soy alguien tan importante, sólo un senador más, no me arrogo la cualidad de ser una pieza clave de la política nacional. Me parece que haber levantado tanta polvareda por esta cuestión es realmente preocupante. Se ha desatado una especie de preocupación en los medios para dirimir si me pasé de lado o no me pasé de lado, ésa es su única preocupación. Eso me permitió hacer un diagnóstico psico-socio-político de la opinión pública, que no es la opinión del pueblo sino la opinión publicada. Y el diagnóstico es un poco sombrío: los que no estamos en el oficialismo recibimos demandas imposibles: dialoguen pero no dialoguen, sesionen pero no den quórum si le sirve al oficialismo. Si en la demanda de esa opinión pública es un valor el consenso pero también exigen que se mantenga el disenso hasta el final, es una demanda imposible de cumplir y muy dañina para la sociedad.
–¿Y quiénes son los que están detrás de este discurso?
–Algunos periodistas se meten en este clima arrastrados por una corriente anónima: es muy difícil encontrar aquí autores. Parece una bola de nieve que comienza a formarse y crece de forma veloz e incontrolada. No sabría decir tal o cual interés, es la hegemonía lo que está en juego pero una hegemonía mal entendida, del control por el control mismo. Ahí entran en juego intereses privados tanto como el gobierno nacional, que entra en la misma lógica.
–Pero las bolas de nieve también tienen un origen...
–Esto no es sólo de este Gobierno ni de esta época. Desde el retorno de la democracia, esta sociedad no ha podido sostener espacios de transición en los que sean legitimadas prácticas y palabras que ahora son condenadas: negociación, pacto, acuerdos. Hoy esos términos parecen malas palabras porque no hay espacios transicionales, lo que ha hecho que los pasos de un Gobierno a otro hayan sido todos traumáticos.
–¿Cuáles fueron sus planteos en la reunión con la Presidenta?
–Básicamente quise decirle: “Ustedes tienen que abrirse a encontrar con nosotros dos o tres temas que sean políticas de Estado”. Además, pedirles que favorezcan en el Congreso la discusión de todos los proyectos, sin zancadillas.
–¿Cuáles políticas de Estado?
–Políticas laborales, impositivas y sociales que hagan al mejoramiento de la calidad de vida. Por ejemplo, una reforma impositiva y un rediseño completo de las políticas sociales.
–¿Y qué respuesta recibió?
–El ministro Fernández tuvo una respuesta muy positiva: primero ofreció el diálogo y una vez allí prometió la posibilidad de articular la mirada del Ejecutivo con la del Legislativo. En cuanto a la Presidenta, la encontré muy convencida de sus propias ideas y de sus propias acciones. No coincidimos en todo para nada, diferimos en la evaluación de cómo actuó la oposición en el Congreso. Obviamente, el disenso se mantendrá pero el punto de la democracia verdadera es lograr en ese disenso una instancia de diálogo.
Informe: Nicolás Lantos.
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