Sábado, 22 de mayo de 2010 | Hoy
EL PAíS › LA PRESIDENTA INAUGURó EL PASEO DEL BICENTENARIO SOBRE LA 9 DE JULIO
Con el escenario repleto de los trabajadores que montaron las estructuras y junto al gabinete nacional, Cristina Fernández inauguró con emoción visible los festejos por los 200 años del país. Cómo es el Paseo: una visita en el primer día.
Viajar por todo el país, el cono sur y el extranjero en sólo seis cuadras, degustar los “sabores de nuestra gente” en 72 puestos de comidas típicas, escuchar una banda tras otra en seis escenarios simultáneos, revisar la historia de la mano de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son algunas de las opciones que ofrece el Paseo del Bicentenario y deja al visitante con la sensación de que ni doscientas horas bastan para agotar el recorrido que ayer quedó inaugurado. Los primeros pasos los dieron miles de ansiosos que se acercaron desde las 18 y, una hora después, la presidenta Cristina Fernández oficializó la apertura acompañada por varios ministros y los trabajadores que levantaron las estructuras de los espacios que albergarán los festejos hasta el martes. La Presidenta invitó “a recorrer el paseo que contiene la historia de todos los argentinos” y agradeció a todos los países participantes por “poder tener un Bicentenario marcado por nuestra identidad, del sur de nuestra América”.
En busca de una mirada revisionista, Página/12 recorrió el Paseo del Bicentenario de manera inversa a la propuesta por los organizadores, o sea, entrando por la Puerta del Trabajo y la Cultura, entre Venezuela y Belgrano, hasta el escenario principal, de espaldas al Obelisco. Empezar desde el final implicó encontrarse con los que regresan, por unos días o definitivamente, de la Provincia 25. La peculiar provincia lleva el nombre de la organización respaldada por el Ministerio del Interior que reúne a argentinos en el extranjero para dar a conocer su trabajo.
Anahí Rubín, una psicóloga radicada en Nueva York desde 1996, de visita en Buenos Aires, aprovechó para sacarse una foto a su lado, es decir, al lado de una foto suya, que –acompañada por una reseña biográfica– se ve en la pantalla que pasa revista de los talentos argentinos en el exterior. En el stand no sólo están los que se van y vuelven sino también los que llegaron para quedarse y el robot “Presente”, la versión argentina del R2D2 de la Guerra de las Galaxias: el robot interactúa con los incrédulos visitantes que le deletrean sus apellidos para que la máquina revise sus archivos de ingresos al puerto de Buenos Aires desde 1882 y encuentre a los antepasados.
De gorra de ala ancha y pollera roja, las chicas de Tucumán ponían su mejor sonrisa para explicar a los entusiastas visitantes que el stand no se abriría hasta las 19. Desde Tucumán, el faro de Tierra del Fuego atraía a los transeúntes bicentenarios como los tres hijos de Héctor que corrían al encuentro. El ya estaba agotado y recién empezaba; es que con las muletas el andar se hacía más lento mientras que “los chicos no paran. Entran y salen de cada provincia y preguntan todo”, explicó.
Kevin era otro niño entusiasta de siete años y bandera argentina pintada sobre uno de sus cachetes. “Está muy emocionado, la madre le pintó la banderita para calmarlo”, indicó la abuela, que cargaba una bandera de tela que completaba el equipo de paseo del niño con los binoculares “para ver a la Presidenta”. “Argentina, Argentina”, apuró Kevin a las mujeres de un stand al otro.
Las puertas de Santiago del Estero estaban protegidas por sus granaderos que no aflojaban ante ningún “whisky” solicitado por tanto fotógrafo aficionado. Tampoco se les movió una bota cuando la fanfarria de la provincia comenzó a interpretar una versión adaptada del “A Don Ata” de Soledad Pastoru-tti. Mientras la “Sole de Arequito” sonaba en Santiago, en su Santa Fe natal el anfitrión era Mendieta. El personaje de Roberto Fontanarrosa anda suelto por todo el stand disfrazado del Che o cubierto del “Que lo parió” que lo hizo célebre y sin ladrarle a ningún flash.
En la otra orilla de la 9 de Julio están los “Sabores de nuestro gente” representados en los emprendimientos de producción culinaria impulsados por el Ministerio de Desarrollo Social en todo el país. Apoyado sobre el mostrador y de saco gastado como la voz que lo acreditaba como catador, Armando apuntalaba a un joven amante del etílico que llevaba para su vinoteca uno de la Asociación de Elaboradores de Vino Casero del Valle. El paseo de paladar seguía por mermeladas, verduras, embutidos, licores, chocolates.
Sobre Avenida de Mayo no había más tiempo para bocadillos, la presidenta Cristina Fernández, acompañada por un grupo de ministros y los trabajadores que levantaron las estructuras del Paseo del Bicentenario, inauguró el espacio en el que se verán la mayoría de los festejos hasta el martes. “Dios quiso que yo fuera la Presidenta del Bicentenario”, agradeció la mandataria en un tono pausado por las lágrimas. “Argentina, Argentina”, explotó el grito entre la gente como había adelantado Kevin. Y para invitar a “todos los argentinos” a pasear, la Presidenta recordó su breve paso por los stands de Ecuador, de Bolivia, de Paraguay y Brasil, donde aseguró que participó de un juego en el que convirtió dos goles en sólo tres intentos. “Declaro inaugurado el Paseo del Bicentenario, fuerza Argentina, fuerza América del Sur, fuerza Latinoamérica”, enfatizó la mandataria.
A los costados del escenario de Avenida de Mayo están los espacios de las Abuelas de Plaza de Mayo, paradójicamente delante del monumento al Quijote de la Mancha, y el de las Madres, coronado por un enorme pañuelo blanco y por una representación de la eterna ronda alrededor de la Pirámide de Mayo. “What is this?”, le consultó el británico Nick a su amiga Cecilia frente al gran pañuelo y ella mezclaba un perfecto inglés con palabras como “madres”, “desaparecidos” y “Plaza de Mayo”.
Frente a las Madres y Abuelas está la Secretaría de Cultura, el único de los espacios ministeriales visitado ayer por la Presidenta. Una pantalla que bombardea imágenes de ídolos culturales, el Preámbulo de la Constitución y un espejo en el que reflejarse es todo el espacio: “Intentamos lograr una analogía de El Aleph, de Borges, y en este caos representar a la cultura a lo largo de nuestra historia como una construcción colectiva en la que cada uno está inserto”, explicó el secretario Jorge Coscia en diálogo con Página/12.
“El miedo sólo sirve para perderlo todo”, la frase de Manuel Belgrano impresa en una gigantografía es una necesaria cuota de aliento para continuar el nutrido paseo. Para los miedosos, las réplicas del velociraptor y del amargasaurio que caminan por el espacio de Neuquén los harán claudicar de un susto. Pero los valientes podrán llegar a encontrar reparo en Corrientes, donde se exhibe una muestra plástica que recorre la vida del santo pagano Antonio “Gauchito” Gil. “Era como un Robin Hood argentino, odiaba las injusticias”, resaltó Mónica, una de las pocas correntinas entre tanta promotora.
Después se llega a Córdoba, Chubut, Chaco, Catamarca y Buenos Aires, que por orden alfabético o por paradoja histórica quedó a la cabecera del Bicentenario. Para empezar o finalizar el recorrido, la parada está en el Tricentenario. “Niños del Futuro” es el espacio donde los chicos y chicas se entretienen pintando el pasado para darle color al futuro. De allí se iban Mabel con su hija, que lucía estampado en una remera: “A doscientos años de la Revolución de Mayo. Yo estuve”.
Informe: Nahuel Lag.
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