Sábado, 22 de mayo de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Martín Granovsky
Son ingeniosos los diseñadores del Google. Ayer, en el logo, aparecían unos fantasmas y se escuchaba música de jueguitos. Al posar el mouse podía leerse: “¡30 cumpleaños de Pac-Man!”. Parece mentira que hayan pasado treinta años. O sea que era 1980. O sea que en la Argentina gobernaban Jorge Videla y José Alfredo Martínez de Hoz, Margaret Thatcher era la número uno del Reino Unido y Ronald Reagan ganaba sus primeras elecciones. Otro mundo. ¿Será exagerado llamarlo el mundo de Wall Street?
Ayer, quienes abrieron la compu por la mañana vieron el Pac-Man y leyeron una noticia impactante: el jueves una mayoría del Senado norteamericano aprobó la reforma financiera impulsada por el presidente Barack Obama y su operador en el Senado, Christopher Dodd.
¿La reforma es buena o mala? Una buena pista siempre es el blog del Nobel Paul Krugman en el New York Times. Ayer Krugman estaba contento. Escribió que la reforma no es todo lo buena que debía ser, pero es mejor de lo que parecía que iba a ser. Lo positivo, según Krugman, está en un puñado de avances como una autoridad de aplicación que resolverá sobre los problemas financieros, la protección al consumidor, el control sobre productos secundarios de la industria financiera (el mercado de títulos hipotecarios, por ejemplo) y la reforma en el sistema de calificación de riesgo.
Krugman piensa que lo más interesante es haber logrado un mecanismo de supervisión y monitoreo de Wall Street.
Obama aprovechó la primavera para hacer un juego de palabras en el Rose Garden de la Casa Blanca. Dijo: “Quiero agradecer a todos los (norte)americanos que mantuvieron firme su presión sobre Washington para cambiar un sistema que trabajaba más para los bancos de Wall Street que para las familias de Main Street”. Wall Street es la zona financiera de Nueva York. Main Street no existe físicamente. Es una metáfora de la calle principal, la avenida de la mayoría. El presidente incluyó ahí a “las familias que quieren comprar su primer auto y su primera casa o los contribuyentes que no tienen por qué pagar por la irresponsabilidad de otros”.
El discurso tiene un tono parecido a los primeros mensajes del presidente Franklin Delano Roosevelt. En el primero de todos, el 4 de marzo de 1933, FDR dijo que “la felicidad no nace de la mera posesión de dinero, sino de la alegría del éxito luego del esfuerzo creativo”. En medio de la Gran Depresión, Roosevelt dijo que “la primera gran tarea es que el pueblo tenga trabajo” y propuso “evitar la vuelta al viejo orden” a través de “la estricta supervisión de los bancos”.
Los discursos de Roosevelt fueron citados en los últimos meses por Dodd, el veterano demócrata que impulsó la nueva reforma financiera de Obama como presidente de la Comisión de Bancos, Vivienda y Cuestiones Urbanas del Senado. Es congresista desde 1974, cuando apenas había cumplido los 30, y siempre se opuso a las dictaduras de América latina.
Obama y Dodd comenzaron su campaña recordando la bancarrota de Lehman Brothers, en el 2008, que fue el disparador de la crisis mundial. Este mismo año, Obama consiguió aumentar su base política cuando logró a duras penas que el Congreso aprobase la ampliación de la cobertura obligatoria de salud. Con esa dosis de oxígeno volvió a sumergirse en el Congreso y un mes atrás recibió una ayuda impensada: estalló el escándalo del banco de inversión Goldman Sachs, acusado de vender hipotecas basura sabiendo que lo eran. Por eso la votación de ayer, de 59 a 39, también tuvo el aporte de votos republicanos. El Senado es tradicionalmente permeable a Wall Street, pero no todos los dirigentes políticos quieren incinerarse en el odio que atrajeron Lehman Brothers y Goldman Sachs entre los que perdieron su casa o su trabajo a manos de “predatorios e inescrupulosos”, para usar palabras de Obama. El presidente está lejos de haber adoptado el marxismo. Pero parece estar encabezando una transición desde la desregulación sin límites a un cuadro más balanceado. “No terminaremos con el mercado libre sino que simplemente dotaremos al mercado de reglas que aseguren previsibilidad, responsabilidad y sensibilidad”, dijo en el Rose Garden. También destacó que los Estados Unidos recuperaron empleos en los últimos cuatro meses y subrayó que el crecimiento del empleo es el gran objetivo del G-20, el grupo de 20 países que integra la Argentina.
Tanto Michael Shear, columnista del Washington Post, como la edición on line del semanario conservador británico The Economist, usaron ayer la misma palabra para describir el discurso de Obama: “populista”. Y todo porque Obama quiere que los demócratas ganen las legislativas de noviembre. Apelar a esos fantasmas parece ser, para los ultraconservadores, un modo de esquivar el debate que viene. El texto de la reforma financiera tiene 1500 páginas. En el blog de la Casa Blanca, Dan Pfeiffer escribió que ahora los lobbystas se empeñarán en conseguir la mayor cantidad posible de letra chica y, después, en empequeñecerla en la práctica comercial y financiera hasta que ninguna lupa sea capaz de leerla. La reforma cambia hasta los formularios para comprar un auto a crédito. Por eso la obsesión de Obama y Dodd es que no queden lagunas y excepciones que licúen todo el trabajo realizado.
Qué cosa estos populistas: no quieren el reinado del Pac-Man.
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