Martes, 10 de agosto de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Cobistas, ricardoalfonsinistas, el GEN y los socialistas ya conviven sin tanta contingencia. Duhaldistas, denarvaístas, solistas y reutemanistas hicieron también su propio ámbito, que incluso pueden compartir con Rodríguez Saá y Romero. Pero Macri y Carrió son las ovejas negras de esas familias políticas. Les cuesta encuadrarse porque para hacerlo tienen que perder algunos de los argumentos que los hicieron fuertes. Carrió creció exorcizando los fantasmas de la Alianza. Y a Macri le cuesta ser peronista en su distrito, que tiene tanto voto gorila.
Las confluencias tienden a seguir esa inclinación, más lo que se agrupe con el oficialismo. El efecto de dispersión que se da en una legislativa es a la inversa en una presidencial. Las distintas vertientes tienden a confluir sin necesidad de que las presione el articulado de la reforma política, que está hecha para marcar ese camino.
Macri necesita votos peronistas. Duhalde le dice claramente que primero tiene que salir del pantano de las escuchas telefónicas y que después recién empezarían a hablar de su candidatura. En principio, le dice, los peronistas llevamos candidatos peronistas. Uno de los problemas del justicialismo antikirchnerista es que la autoexclusión de Reutemann los privó de candidato. Entonces Duhalde tiene más chances, aunque no excite el termómetro de las encuestas. Y es probable que gane en una interna sin Reutemann ni Massa, Scioli o Kirchner.
No hay un escenario ordenado en partidos con afiliados y vida interna. El juego cambia todos los días. Aunque ya se distingan los carriles de confluencia, recién empiezan a ordenarse las filas. Y ya hubo sorpresas, como un Cobos en el horno cuando parecía candidato cantado. Y un peronismo opositor sin candidato. Tiene que competir contra otro peronista y si van con un Macri no peronista arriesgarían demasiado.
En las filas del duhaldismo se especula cuántos votos peronistas pueden juntar. Se dice que la mayoría de los votos de De Narváez no lo son y que, en todo caso, esos votos peronistas son los primeros que puede perder en una disputa con el aparato y los intendentes. La ecuación es marchar con candidato propio si el caudal peronista es mayor que el no peronista. De lo contrario deberán subordinarse a Macri.
Pero un peronista que está disputando el peronismo con otro peronista no puede anunciar a los gritos que su candidato presidencial será un no peronista. Tampoco le echa flit. Le está diciendo que ahora es el tiempo de la disputa en el peronismo. Y que luego será el momento de la verdad.
Lo bueno para Macri es que ya se lo considera parte de la familia. Hay un vínculo que de alguna forma se va a expresar más adelante como parte del mismo juego conservador y paternalista, sea peronista o no. De la misma manera, el kirchnerismo intenta una confluencia entre progres peronistas y progres no peronistas. Por su historia, el progre peronista es populista, porque ésa es la cultura política popular en Argentina. Y ojo, que a pesar de que el peronismo tenía de los dos, el populismo es muy diferente del paternalismo de los conservadores.
Una candidatura de Macri sin peronismo le disputa votos a la otra confluencia panradical y no al kirchnerismo. Pero hay un voto de clase media peronista muy conservador en el conurbano que se expresó en la elección pasada con De Narváez y al que Macri también representa, incluso más que Duhalde. Ese vínculo tiende a fortalecerse aunque ahora los dos tengan tiempos diferentes. Para Macri se trata de salir del pozo de las escuchas. Y Duhalde tiene que esperar a que se aclaren las aguas del peronismo opositor.
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