Jueves, 28 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › LOS CONSULTORES CUENTAN CóMO ERA LA RELACIóN DE KIRCHNER CON LAS ENCUESTAS
Todos los encuestadores reconocen que el ex presidente prestaba mucha atención a los sondeos, pero que luego tomaba decisiones con independencia de esos resultados. Explican los vaivenes de su imagen y cómo logró remontar el bajón tras la 125.
Por Raúl Kollmann
Los encuestadores que trabajaron con Néstor Kirchner coinciden en que no era un seguidor de encuestas en el sentido de hacer lo que sugerían las encuestas o la opinión pública. Casi todos los consultores recuerdan que los números no daban demasiado a favor de la estatización de las AFJP o el pago al FMI o lo que muchos consideraban inacción frente a los cortes de calles o rutas. “Tenía pensamiento propio, era terco”, sostienen quienes le aportaban los estudios de opinión. Y tal vez lo más llamativo para todos los encuestadores fue que en junio de 2009, cuando perdió la elección de la provincia de Buenos Aires, tocó el pico de peor imagen en ocho años. Más de un encuestador consideró la situación como irremediable y hasta se hablaba de las dificultades de Cristina para terminar el mandato. En ese marco, a veces llamaba a consultores a la una de la mañana o los citó un domingo a la mañana para que al día siguiente chequearan la reacción de la gente sobre una medida determinada, por ejemplo, el Fútbol para Todos. La remontada de los últimos meses de 2009 y todo 2010 llevó a que su imagen subiera nada menos que 20 puntos y a encabezar con amplitud la intención de voto para 2011.
Página/12 dialogó con alguno de los consultores que trabajaron en relación directa con el ex presidente. Por un lado, para preguntarles cómo fue evolucionando la situación de NK en las encuestas y también cómo tomaba los datos que provenían de la opinión pública.
Roberto Bacman, titular del Centro de Opinión Pública (CEOP), recuerda que “Kirchner arrancó en 2003 con un 25 por ciento de imagen positiva. No es que la gente opinaba mal de él, lo que ocurría es que no lo conocían. A fines de 2003, con seis meses de mandato, trepó en forma increíble al 80 por ciento de popularidad. Muchos ahora no se acuerdan, pero NK gobernó durante cuatro años y medio con el 70 por ciento de imagen positiva o más. Se retiró con ese nivel de apoyo. Lo que cambió totalmente el cuadro fue la Resolución 125, ya durante el gobierno de Cristina. Y el peor momento, sin dudas, fue el 28 de junio con la derrota electoral. Fue un golpe durísimo. Ya se hablaba entonces del postkirchnerismo, que Cristina no iba a aguantar hasta el final del mandato y conceptos parecidos. En ese momento vi lo más fuerte del equipo de Cristina y Néstor: no se amilanaron ante la adversidad. Fueron una máquina de trabajar. En unos pocos meses se pusieron otra vez en el centro de la escena y con el debate sobre el pago de deuda con reservas consolidaron su remontada. Recuerdo que una noche me llama el mozo de la quinta de Olivos. Era la una y media de la mañana. Y me lo pasa a Néstor. “Quiero que veamos la repercusión del Fútbol para Todos.” En el equipo de Néstor y Cristina no hay sábados ni domingos. Siendo presidente, Néstor me citó varias veces un domingo a la mañana, incluso en la Casa de Gobierno, no en Olivos. Después de una reunión bastante larga, recién ahí se iba a comer con la familia. Y no miraba las encuestas para decidir qué hacer, sino más bien para saber cómo había caído tal o cual medida. También quería datos de lo que sucedía en un distrito por el que había pasado, si mejoraba la opinión sobre el Gobierno o no. Como la mayoría de los políticos, desconfiaba de las encuestas que le daban mal, pero aun cuando creía que las cosas estaban difíciles, no paraba de hacer cosas.”
Para Artemio López, la cabeza de la consultora Equis, “las encuestas eran un insumo para él, pero no dependía de ellas de ninguna manera. Las decisiones las tomaba más allá de lo que decían nuestros estudios. Y, por otra parte, eran un insumo más. Consultaba mucho con los intendentes, a los gobernadores, a gente de los barrios. Y entonces me decía: ‘Esa encuesta está mal hecha, hacela de nuevo’. Insisto con el concepto, no leía los sondeos para saber qué hacer. Por ejemplo, cuando decidió ser candidato en la provincia de Buenos Aires, después de la Resolución 125, él sabía que era una elección difícil. Pero estaba convencido de que se tenía que postular, para dar la cara, para ponerse al frente. Por supuesto que, además, él pensaba que tenía chances de ganarla y lo cierto es que la pequeña diferencia que hubo era invisible para las encuestas. En el único caso en que el diagnóstico fue equivocado fue en Misiones, cuando la elección constituyente para decidir sobre la reelección indefinida. El pensaba que un gobernador conoce su provincia al milímetro y decía que las encuestas que le daban perdiendo a Carlos Rovira estaban mal. Por eso después actuó con tanta vehemencia: hizo caer todas las reelecciones. Néstor confiaba mucho en sus instintos. Cuando trabajé con él en 2003, parecía que Rodríguez Saá estaba de moda. Y él me dijo: “Mirá, el Turco (por Menem) está unos puntos arriba. Veo gente con estampitas. Pero olvidate de Rodríguez Saá. Le terminamos ganando”. Y eso en las encuestas no estaba claro para nada, pero se dio así.
“Nosotros vivimos con él la situación de tener 70 por ciento a favor y 30 por ciento en contra y también lo contrario, 30 por ciento a favor y 70 por ciento en contra –sintetiza López–. Ahora, la remontada era importante. Según nuestros datos, se mantenía un 35 por ciento a favor, un 35 por ciento lo evaluaba como regular, ya no estaba tan opuesto, y un 30 se mantenía en contra. Y la tendencia era hacia una fuerte consolidación. Ese cuadro parecía imposible hace apenas un año.”
Enrique Zuleta Puceiro, a cargo de Opinión Pública, Servicios y Mercados (OPSN), asegura que “para Néstor las encuestas eran relativas. Fijaban escenarios, pero no definitivos. Y muchas veces arremetió contra las opiniones mayoritarias que surgían de las encuestas. Tenía iniciativas impresionantes, llenaba la agenda de proyectos y propuestas que estaban soterradas. Se bancó muy bien el tener 30 por ciento a favor y 70 en contra porque decía que ese 70 por ciento era una bolsa de gatos, que el único eje que tenía era estar en contra de Cristina y de él. No tienen una ideología, hay una convergencia accidental, hipocresía, doble discurso. ‘Nosotros tenemos que consolidar a nuestra gente –me decía–, no perdamos identidad. Y a medida que tomemos decisiones, vamos a ir avanzando, se van a recomponer fuerte los que están de nuestro lado. Vamos bien, vamos creciendo’. Tenía una visión muy estratégica y un vértigo increíble en el ritmo de trabajo”.
Para Analía Del Franco, de Analogías, “Néstor Kirchner recuperó 20 puntos de imagen positiva en un año. Por primera vez, ahora, la imagen positiva era levemente superior a la negativa, teniendo en cuenta nuestros estudios, en los que no damos la opción del regular. O sea que preguntamos si la imagen es positiva o negativa y ahora daba por encima la positiva. En esto funcionó muy bien el equipo con Cristina, hablando más, mostrando más la gestión, las realizaciones concretas. Yo no estoy de acuerdo con los que piensan que eso satura. Me parece bien que ella esté presente, que renueve todo el tiempo el vínculo con la gente. Mientras tanto, él se ocupó del Partido Justicialista, de la Unasur. Eso permitió diferenciar bien los papeles de cada uno. Néstor consumía mucho las encuestas, pero no era un seguidor ciego de la compulsión y a veces la volatilidad de la opinión pública. El la confrontaba continuamente, con el tipo de gestión que quería llevar a cabo. Si tuviera que definirlo, diría que Néstor era un transgresor y justamente los transgresores no se atan a las encuestas. Tenía un pensamiento muy autónomo. El ejemplo más claro fue con la estatización de las AFJP. Las encuestas no daban a favor en ese momento. Y lo mismo con aquel pago al FMI. Tenía la voluntad del animal político”.
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