Jueves, 28 de octubre de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › EL CENSO EN LA VILLA DE RETIRO
Por Carlos Rodríguez
“Si alguien nos dice ‘soy María Teresa’, pero tiene barba y bigote, nosotros no preguntamos nada. Anotamos: ‘María Teresa’. No venimos a discriminar a nadie por ningún motivo.” En la Villa 31 y en la “31 Bis”, en Retiro, el Censo empezó con premisas claras, impartidas por los jefes de los 1500 censistas, la mayoría mujeres de distintas edades. Todos eran vecinos y vecinas del barrio que conocían cada uno de sus rincones. “En 2001 vino gente de afuera, pero ahora somos todos de acá y está muy bien”, le dijo a Página/12 Amalia Aima, jujeña, integrante del grupo de 30 delegados y delegadas que tiene la 31. La participación de Amalia y de otros delegados fue como “guías” porque conocen “a todos y eso facilita el trabajo de los que hacen el censo”. La tarea, que se hizo con alegría, sufrió la conmoción por la noticia sobre la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, pero lograron sobreponerse y continuar hasta el cierre. Sólo unos pocos, que tienen “casas en alquiler o que subalquilan”, se negaron al censo y optaron por el silencio.
En las manzanas 3 y 4, como en el resto del barrio, la recorrida se hizo “siguiendo el sentido de las agujas del reloj”, para no perder la orientación. Jessica, una de las encargadas de hacer el censo, admitió en la charla de instrucción previa que tenía “vergüenza” para encarar al primero de los 18 núcleos familiares a los que tenía que hacerles las 35 preguntas básicas y, en algunos casos, las complementarias, hasta llegar a 65. Sin embargo, sobre el terreno, se puso al frente del primer pelotón que avanzó por una estrecha escalera de caracol que lleva al quinto piso de un departamento de la manzana 3.
Ignacio Serra, otro de los censistas, explicó las dificultades que presenta la particular línea arquitectónica de la 31, con edificios de tres, cuatro y hasta siete pisos, en algún caso, a los que se accede por escaleras o pasillos estrechos y sinuosos. “En cada casa viven dos, tres y hasta cinco familias. Hay que prestar mucha atención porque podés irte sin censar a alguna de ellas.”
Los censistas se reunieron, desde las 7, en la Escuela 25 La Bandera –los vecinos le dicen “Banderita”–, en Antártida Argentina y Letonia, frente a la Terminal de Omnibus de Retiro. Muchos de ellos, sobre todo los subocupados o desocupados, lo tomaron como “un trabajo”, por los 250 pesos que recibirá cada uno de los censistas.
Para Amalia Aima o para Isabel Valenzuela, otra de las delegadas, la tarea fue placentera: “El Censo sirve, nos ubica, confirma cantidad de habitantes, viviendas, hacinamiento, desempleo y otros temas que sirven”. La encuesta incluía saber quiénes son descendientes de pueblos originarios. Los censistas llevaban un listado con los nombres de las comunidades aborígenes argentinas y de países limítrofes. También debían censar a los sin techo que estuvieran durmiendo en la vía pública.
La mayoría de los vecinos abrió las puertas y otros salieron de sus casas a responder las preguntas. Muy pocos se negaron. En algún caso, hubo prórroga “de una hora” para dar tiempo “hasta prender el fuego para el asado”, en plena calle. “Es feriado y se respeta”, argumentó un vecino.
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