Lunes, 15 de noviembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › LA PULSEADA DEL GOBIERNO CON LA MESA DE ENLACE Y EL FINAL DEL ARMADO RURAL QUE PROMETíA ORGANIZAR LA OPOSICIóN AL KIRCHNERISMO
El cambio de estrategia, la creación del Ministerio de Agricultura y la conversión del conflicto con la Mesa de Enlace en un debate de políticas que la llevó a una división. El detalle de cómo se articuló la relación con Buzzi y Federación Agraria.
Por Raúl Dellatorre
El enfrentamiento con las organizaciones rurales en 2008 parecía signar definitivamente el gobierno de Cristina Kirchner. El conflicto, iniciado a 90 días de haber asumido, se proyectó sobre las elecciones legislativas de 2009, con la incorporación al Congreso de representantes del ruralismo en prácticamente todos los bloques de oposición. “El fin del kirchnerismo”, se apuraron a declarar muchos dirigentes que creían haber encontrado la clave para derrotar el proyecto puesto en marcha en mayo de 2003. Pero habiendo transcurrido tan sólo 16 meses desde las legislativas de 2009, y cuando todavía falta casi un año para las presidenciales de 2011, aquella acumulación, en particular en lo que hace a esa representación unificada expresada en la Mesa de Enlace, parece diluida. ¿Qué pasó? ¿Se consumió en contradicciones propias o hubo un trabajo minucioso y articulado para revertir el avance de ese espacio?
“La intención no es partir la Mesa”, escuchó Eduardo Buzzi de boca del enviado de Julián Domínguez, quien acababa de ser nombrado como el futuro titular de Agricultura, área que recuperaba el rango de ministerio. Fue a comienzos de la primavera de 2009, hace poco más de un año. Esa afirmación era la que al dirigente del pueblo de Juan B. Molina (Santa Fe) menos le importaba. Sabía que, seguramente, no era sincera, pero era un engaño consentido por el receptor. A Buzzi le interesaban otro tipo de garantías en esa relación que se iniciaba. O se retomaba, en realidad. Ninguno de los interlocutores eran personas desconocidas para el presidente de Federación Agraria.
Buzzi sabía que su relación con el Gobierno era un camino de piedras resbalosas colocadas sobre arena movediza. Al menor tropezón o paso en falso se lo tragaba la tierra. Tanto entre las entidades aliadas como en su propia organización, Federación Agraria, había quienes estaban esperando ese tropiezo. Su exposición pública durante el conflicto lo había llevado a ser, para unos, la cara que legitimaba la defensa de los intereses de sectores oligárquicos y golpistas, y para otros la representación más genuina de la unidad de sectores en defensa de la población rural. Entre esa dicotomía, Buzzi sentía que las circunstancias lo habían llevado a un lugar incómodo, pero por razones bien distintas de las que podían surgir de aquellas dos interpretaciones. Si en la contienda política el Gobierno era derrotado y quien capitalizara el éxito fueran los pools sojeros, el productor rural auténtico, el que trabaja en el campo, sufriría las consecuencias, por la apropiación de tierras y el desplazamiento de chacareros que provocaría la acumulación de ganancias en manos de grandes capitales. La expansión de las explotaciones sojeras de los grupos financieros, con las políticas de libertad de mercado jugando a su favor, sería la inevitable consecuencia. Si, en cambio, abandonaba la pelea y esperaba del Gobierno y el nuevo ministerio que asumiera la defensa de los pequeños y medianos productores, corría el riesgo de que esos cambios nunca llegaran o no llegaran a tiempo, lo que le significaría la condena y ejecución por parte de sus pares (dirigentes) y de su base (productores).
Cuando el Gobierno lo invitó a dialogar, en esa primavera de un año atrás, Buzzi no estaba en condiciones de asumir compromisos por el conjunto de la Mesa de Enlace. Ni treguas ni acompañamientos a las políticas oficiales podían entrar en la agenda. El Gobierno tampoco lo buscaba. La estrategia, para ese momento, ya era otra.
Haroldo Lebed y Jorge Neme, dos viejos conocidos de Buzzi y la Federación Agraria (el último por su origen en esa organización, el primero por su gestión en favor de los productores endeudados durante el complicadísimo año 2002), no sólo fueron llamados a facilitar el acercamiento, sino que además participarían en la identificación de los problemas a atender y así elegir el terreno de operaciones. Los “turcos” –como se los denomina, no hace falta explicar por qué– señalaron que una de las cuestiones más urgentes y más sentidas por los productores pequeños y medianos era que en el trigo, ni los molinos ni la exportación les estaban pagando el “precio pleno” de referencia, sino que les aplicaban un inexplicable descuento del 20 o 30 por ciento. Y señalaron dos zonas sobre las que trabajar: Entre Ríos y el sur de la provincia de Buenos Aires, en Coronel Pringles y su zona de influencia.
La “oferta” generó sorpresas. Y dudas. El primero es terreno de De Angeli, el segundo es zona de disputa entre Carbap y Federación Agraria. El diagnóstico era que ningún funcionario sería bien recibido, menos viniendo del área. Domínguez tomó una decisión coherente con el tamaño del desafío: “Voy personalmente”.
La escena se repitió en los dos destinos. Como era de esperar, el ministro fue recibido en asamblea, con abucheos e insultos. Pero ése era el escenario elegido para enviarle el primer mensaje a Buzzi, al resto de la Mesa de Enlace y a todo el sector: dar la cara y escuchar los reclamos. Y no sólo escuchó, sino que pidió “perdón” y reconoció “equivocaciones” de parte del gobierno nacional por las ausencias y falta de soluciones. Pidió que le acercaran propuestas y prometió volver con respuestas. Quince días después, buena parte de los reclamos urgentes habían sido atendidos. “Federación Agraria hizo una lectura inmediata del cambio de actitud, aunque no necesariamente de política. En cambio, la Mesa de Enlace en su conjunto, no”, reseñó un dirigente de aquella entidad al recordar esa etapa.
A ese paso inicial le siguieron otros buscando ofrecer resultados en zonas caracterizadas por la presencia de pequeñas unidades de producción. Una pieza clave en ese armado fue la creación del mecanismo del “fondo rotatorio”, con participación de las filiales locales de las organizaciones de productores en su administración y adjudicación.
Un nuevo capítulo de esta historia lo constituyó la ley de emergencia agropecuaria votada el año pasado por unanimidad en el Congreso y con el apoyo de la Mesa de Enlace en su conjunto. Otra vez, el ministro de Agricultura visitó personalmente las zonas más afectadas para ir a impulsar la aplicación de ese recurso y facilitar los fondos para recuperación de tierras y reposición de equipos. Fue entre fines de 2009 y los primeros meses de este año. Hubo actos y asambleas de productores, para recibir la ayuda y renovar reclamos. En al menos dos de esos actos se produjo un hecho notable, no esperado por el Gobierno pero sí como resultado de la nueva política y la estrategia aplicada en el sector. Hugo Biolcati subió al estrado en Pringles, primero (sur bonaerense), y lo repitió en Laboulaye, después (sur de la provincia de Córdoba), para desmerecer “la dádiva” que las autoridades nacionales les traían a los productores. “No queremos limosnas”, proclamó, en referencia a fondos que a los pequeños productores les permitían encarar las tareas de siembra de la nueva campaña. Esta vez, el repudio fue para él.
La Mesa de Enlace no se quebraba en esos hechos, pero claramente había dos interpretaciones sobre cuál era el sentido de su existencia. Según una de ellas, había sido un instrumento para unificar la lucha contra el Gobierno durante el debate de la 125, pero por las diferencias entre sus integrantes sólo volvería a actuar en la medida en que aparecieran cuestiones que volvieran a unificar los intereses. Fue la lectura que hicieron algunos dirigentes de Federación Agraria. No todos. La otra interpretación le otorgaba a la Mesa de Enlace el rol de una estructura u organización fundante de un movimiento político que “interpreta y expresa” a la “opinión pública” en una forma más llana de lo que lo pudo hacer la oposición.
Sin acuerdo entre ambas posturas, el consenso alcanzado posconflicto de las retenciones fue que la Mesa buscaría en el Congreso, antes que en el Ejecutivo, expresar a partir de diciembre de 2009 –con la incorporación de los nuevos diputados– sus propuestas. Aprovechando además su elevada representación en la Comisión de Agricultura de la Cámara baja, desde la Mesa de Enlace se impulsaron varios ejes temáticos de discusión como un nuevo esquema de retenciones a las exportaciones de granos, ley de arrendamientos, límites a la extranjerización de tierras o una redefinición del esquema y funciones de la Oncca (órgano nacional de control comercial agropecuario). “No nos pusimos de acuerdo en ninguno”, sentenció un dirigente de Federación Agraria, quien además admite que muchas formulaciones que hace el Ministerio de Agricultura en su propuesta de Plan Estratégico Agroalimentario acerca más a la FAA a ellas que a las que sostienen CRA y Sociedad Rural.
Desde el Ministerio de Agricultura aseguran que la tercera parte de los recursos que se asignan directamente desde esa cartera, se realizan actualmente con participación de Federación Agraria. “La coordinación permitió ayudar a identificar los problemas y agilizar las respuestas”, aseguran. Federación Agraria, junto a Coninagro, son las dos entidades que participan activamente en las reuniones regionales del plan estratégico agroalimentario, donde aparecen las mayores coincidencias en los temas que más las alejan de los postulados defendidos por CRA y Sociedad Rural. “Por primera vez se discute el modelo de producción, en contraposición al que se venía imponiendo con la sojización del campo”, reconocen desde la entidad que preside Buzzi.
Para las entidades, “el momento político es otro”, diferente de 2008, pero mucho más diferente del que imaginaban algunos sectores patronales y del conglomerado opositor al culminar el conflicto de la 125. Los dirigentes siguen respetando el postulado que le reclaman desde sus bases, “la Mesa de Enlace no se rompe”, pero saben que eso no significa hoy lo mismo que en 2008. La Mesa, según Buzzi, “permanece como una herramienta que será utilizada en caso de una nueva agresión al sector”. Pero ya no exhibe su rol activo y, mucho menos, el liderazgo opositor que se le atribuía a fines de 2008.
La Mesa de Enlace no se rompe, pero tiene patas tan endebles que no soportaría ni el peso de una servilleta de papel encima. Mientras tanto, las discusiones, acuerdos y políticas se tratan sobre otras mesas, mucho más sanas.
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