EL PAíS
Davos, muy lejos de la euforia de los años ’90
Por Claudio Scaletta
El Foro Económico Mundial inició ayer las sesiones de su edición número 33, la segunda consecutiva con recesión en las principales economías del mundo. El tono de los discursos estuvo lejos de la tradicional euforia de los últimos años. El número de miembros de las Fuerzas de Seguridad fue similar a los más de dos mil participantes oficiales, casi una parábola de las amuralladas sociedades duales emergentes del Nuevo Orden Mundial. El presidente Eduardo Duhalde llegará hoy con las principales tareas cumplidas, aunque será difícil que su estrella brille.
Invariablemente, los cables de las agencias internacionales consignaron que en Davos, la “exclusiva villa suiza” donde se realiza el encuentro, caía una “copiosa nevada”. Tan fácil como el dato de color resulta la analogía entre el frío que caía del cielo y la evolución de los indicadores de la economía mundial, aquí en la tierra. Por segundo año consecutivo, el encuentro de los principales líderes empresariales del mundo se realiza con las primeras economías del planeta en recesión simultánea. La década del auge del neoliberalismo, los ‘90, no sólo dejó profundas secuelas de exclusión y sociedades desarticuladas en la periferia, sino también la implosión de la burbuja financiera en Estados Unidos, con su vergonzosa progenie de estados contables maquillados, y economías estancadas en el centro. El discurso dominante ya no puede ser la euforia. Hay poco para festejar.
En este contexto, mientras algunos economistas de las principales universidades del mundo continuaron pregonando las virtudes de la liberalización, algunos dirigentes optaron por una recatada prudencia. En la bienvenida oficial, el presidente y fundador del Foro, Klaus Schwab, reconoció que “nunca en los 33 años de historia del Foro Económico Mundial la situación en el mundo fue tan frágil, compleja y peligrosa como este año”. “Ha llegado la hora de regresar a los valores fundamentales. Los empresarios deben comprender ahora que entramos en un período de modestia y que la humildad es un valor en alza”, recomendó. Para Schwab, después de la caída del Muro de Berlín y el siguiente período de prosperidad, Davos fue víctima de una “euforia culpable”.
En la misma línea, el presidente de la Confederación Suiza, Pascal Couchepin, declaró que “si en el pasado se hablaba de forma elitista y eufórica sobre Liderazgo y un Nuevo Orden Mundial, hoy en día somos claramente más modestos y sobrios, a la vez que estamos más desanimados”.
En la economía real, mientras tanto, los gobiernos de los países centrales comienzan a ensayar recetas lejanas a la ortodoxia. El fantasma que hoy sobrevuela Europa es el de la guerra contra Irak. Aunque no lo digan en voz alta, para muchos de los asistentes a Davos, una contienda bélica tendría la virtud de provocar una poderosa tracción para la demanda global. Si bien se escucharon algunas voces de preocupación por la guerra, en especial por los efectos de una suba del petróleo, que en la jerga económica suele traducirse como “incertidumbre”, una encuesta realizada por la consultora Price Waterhouse & Coopers reveló que la mitad de los invitados al Foro considera que un combate en el Golfo no afectará la evolución de sus negocios. Tal vez concuerden con la tesis esbozada por el propio titular del FMI, Horst Koehler, quien afirmó que “una guerra corta puede ser reactivante” para la economía mundial. Aunque una más larga, con el barril de crudo por encima de los 40 dólares, puede tener menos encanto. Siempre según la encuesta, “uno de cada dos empresarios” consultados -la otra mitad del vaso- “considera que la guerra constituye una amenaza significativa para el crecimiento de la actividad de su empresa”.
Este será el escenario de fondo que encontrará el presidente Eduardo Duhalde cuando hoy arribe como uno de los “Latin American Leaderships” invitados. Su estrella difícilmente podrá brillar, no sólo porque estará cerca de la más fulgurante presencia de su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, sino porque Argentina, debacle mediante, ya no es la niña mimada del neoliberalismo internacional. Pero para su suerte, el Presidente llega con algunas tareas cumplidas. Reinició los pagos con los organismos internacionales, incluso a costa de dejar las reservas internacionales del país “mil millones de dólares por debajo del límite recomendable”, se apresta a iniciar las renegociaciones de la deuda en default con los tenedores de títulos del exterior, la mayoría de ellos residentes de los mismos países de los que son oriundos los principales líderes del Foro, y firmó, apenas antes de partir, un decreto de dudosa legitimidad jurídica que le permitirá afirmar que las tarifas de los servicios públicos serán recompuestas.