EL PAíS
Murió Jaroslavsky, modelo de la política como rosca
Entrerriano, mal hablado, sempiterno fumador fue protagonista en los mejores años del alfonsinismo. Supo ser amigo de Yabrán, de Menem y ladero de Alfonsín. Y un apologista del Pacto de Olivos.
César Jaroslavsky murió ayer a los 73 años como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio producido por una enfermedad que arrastraba desde hace diez años. Figura clave de una parte de la historia del radicalismo, el ex jefe del bloque de diputados llevó una vida agitada, que terminó luego de mucha política y muchísimos cigarrillos.
Nació en Paraná, en 1928, hijo de un comerciante cerealero fundido, que después trabajó en un cine. Jaroslavsky lo ayudaba cortando entradas, y cuando su padre se distraía aprovechaba para robarle el auto, un Plymouth color borravino. Nadaba en un club de la ciudad y no le prestaba demasiada atención a sus estudios en la escuela industrial: había ingresado por indicación de sus familiares, que querían verlo ingeniero.
No pudo ser. Su padre murió y Jaroslavsky, con sólo 13 años, se trasladó junto a su madre y sus tres hermanas a Buenos Aires. Según comentó después, su carácter, fogoso y frontal, comenzó a definirse en esos años. Trabajaba como cadete en una fábrica de ladrillos, estudiaba en el industrial de Caballito y militaba en un comité radical.
Después volvió a Entre Ríos, a la localidad de Victoria, donde por ese entonces comenzaba a destacarse un joven comerciante que tuvo un impacto importante en la vida de Jaroslavsky: Alfredo Yabrán.
Siguió militando. Le gustaba leer los discursos de Yrigoyen y, ya de vuelta de la Capital, vivió de cerca el amanecer del peronismo: el 17 de octubre fue a la Plaza de Mayo. Aunque se entusiasmó con el discurso, calificaba a Perón de filonazi y siguió militando al radicalismo.
Pero su vida no era sólo la política. Se divorció de su primera mujer, con la que estuvo casado sólo un año, y conquistó a María Carlota Carballo, hija de un médico peronista de Entre Ríos que no lo podía ver ni en figuritas.
Tanto en la Capital como en Entre Ríos, Jaroslavsky ocupó varios cargos: presidente de la Junta Provincial, delegado al Comité Provincia y al Comité Nacional, secretario del Banco Central, y diputado provincial.
Su carrera pegó un saltó en 1972. Ya convertido en un dirigente importante de su provincia, Jaroslavsky se unió a Raúl Alfonsín para fundar el Movimiento de Renovación y Cambio. El golpe militar de marzo de 1976 lo encerró en la actividad privada hasta que, en 1983, Alfonsín volvió a convocarlo. Lo apoyó en la interna contra el balbinismo y fue premiado, en 1983, con la jefatura del bloque de diputados radicales. Un cargo que lo hizo conocido para el gran público y lo empujó a fumar cada vez más cigarrillos.
Se convirtió en el defensor más enconado de las iniciativas del Gobierno. “Es una cagada, pero así es la política”, dijo para justificar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Después de la votación, cuando un grupo de Madres de Plaza de Mayo le gritó “hijo de puta”, no pudo contenerse y se largó a llorar. “Ustedes no entienden”, repetía.
En 1991, su salud le envió una primera señal. Una afección en la hernia de disco casi lo dejó postrado: voló a Cuba, donde lo operaron y donde conoció a Fidel Castro, de quien se hizo amigo.
Después de un año, volvió con bastón y dispuesto a comenzar otra etapa, la última de su carrera política. Mudó su domicilio a la Capital y se asoció a Enrique Nosiglia. “Yo por Coti pongo las manos en el fuego”, decía. Un par de años después, cuando Alfonsín firmó el Pacto de Olivos con Carlos Menem, Jaroslavsky salió otra vez en defensa de su amigo: fue candidato a convencional constituyente y, aunque perdió con Carlos “Chacho” Alvarez, no se privó de defender la reforma. “Al Pacto se lo van a tener que comer doblado”, insistía.
En medio de la campaña sufrió un golpe tremendo. En una explosión en un polígono de tiro murió su hijo Juan Pablo, que tenía sólo 32 años. Pero Jaroslavsky era fuerte y se repuso. En 1995 aceptó coordinar la campaña de Horacio Massaccesi. Un nuevo favor a Alfonsín, que necesitaba apuntalar la candidatura del rionegrino, y que el hombre cumplió con algunos bemoles. “Y, la verdad es que va a ganar Menem”, dijo antes de las elecciones. En 1997, con su salud cada vez más deteriorada, Jaroslavsky se convirtió en el abogado público de Yabrán frente a los ataques de Domingo Cavallo. Lo defendió ante todos los micrófonos que le ponían adelante. Indignada, la Juventud Radical pidió su expulsión del partido. “Se pueden ir la mierda”, respondió.
Los últimos años lo encontraron recluido en su departamento de Palermo, cada vez más enfermo y alejado de la actividad política. Sólo hablaba, cada tanto, con su amigo Alfonsín, con quien compartía una idea básica, que lo acompañó a lo largo de su extensa carrera y que guió cada uno de sus pasos: la noción de que la política argentina debe basarse en un juego de equilibrio y negociación permanente entre radicales y peronistas.
Ayer, a los 73 años, murió en Buenos Aires César Jaroslavsky. Fue velado en el Congreso y hoy será trasladado al Jardín de Paz para ser cremado.