Viernes, 22 de abril de 2011 | Hoy
EL PAíS › EL JEFE DE GABINETE, ANIBAL, Y EL EX ALBERTO SE CRUZARON EN DECLARACIONES RADIALES
Aníbal consideró que el ex jefe de Gabinete “se cagó en la amistad de los Kirchner”. Alberto le retrucó que era un “energúmeno verbal” y que tenía que ir al psicólogo. La cronología del distanciamiento.
Solían ser los dos hombres del bigote y el apellido en común, que salían a responder a quien se cruzara con el gobierno de Néstor Kirchner. Pero esos tiempos ya terminaron. “Alberto Fernández se cagó en la amistad de Néstor Kirchner”, dijo uno. “Aníbal Fernández es un energúmeno verbal y necesita de un psicólogo que resuelva su complejo de inferioridad”, le respondió el otro.
Alberto Fernández fue uno de los primeros aliados de Kirchner y también colaboró en su armado político. Su rol como jefe de Gabinete llevó a que algunos lo llegaran a considerar un “socio menor” dentro de la dupla política de Kirchner y Cristina Fernández. Aníbal Fernández pasó de ser un “duhaldista portador sano” a crecer en el Gabinete.
En 2008, se sabe: vino el conflicto con las entidades rurales y, entonces, la salida de Alberto, sus críticas en el desaparecido diario del mismo nombre, su distanciamiento con el modelo desde un “kirchnerismo crítico”, su afán de construir un candidato para 2011, para lo que tentó al gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey.
Desde que se marchó del Gobierno y, más tarde, cuando el otro Fernández ocupó su cargo, lo que había sido una relación de hierro ante las cámaras empezó a mostrarse como lo opuesto. “Creía que Alberto era mi amigo. No tengo la menor idea de por qué actúa de esta manera. Es más, somos amigos, por lo menos creí que lo éramos, él cualquier tema que tenía me escribía”, dijo Aníbal cuando Alberto denunció que el Gobierno lo espiaba en sus conversaciones y en sus correos electrónicos.
Alberto sostuvo que el oficialismo se enteró de una charla que tuvo con el vicepresidente Julio Cobos y que “como represalia, echaron a Marcela Losardo como vicejefa del Ministerio de Justicia. No hay otra explicación”. “Si hubiese tenido un problema de esa característica, así como ha llamado o escrito mensajes o cualquier cosa, se hubiese conectado con cualquiera de nosotros y le hubiésemos buscado la vuelta para ver qué es lo que está pasando”, le retrucó el otro Fernández.
Las cosas hasta ahí parecían todavía mantenerse en buenos términos. No duró mucho: “Alberto Fernández habla en todos lados, hasta en Cartoon Network, con Droopy y el Pato Donald”, lo cruzó Aníbal, para luego ridiculizar su denuncia: “No es verdad que escuchemos a Alberto. ¿Qué interés podemos tener en escucharlo si habla por todos los canales de televisión, con todo el mundo?” El ex jefe de Gabinete le respondió que “las cosas que dice Aníbal tienen que ver con Aníbal. Se ha puesto poco tolerante quizá, pero seguramente recuperará su capacidad de tolerancia”.
Después empeoró aún más. Aníbal sostuvo que Alberto “o su socia” Marcela Losardo compraron tierras en Santa Cruz, “pero nadie dice nada porque es amiga del monopolio Clarín”. “Está desbordado y el desborde le hace decir todo este tipo de estupideces”, le contestó Alberto, quien negó ser dueño de tierras en el sur: “No tengo nada, ni una maceta. Aníbal lo dice en un contexto raro: de mí no dicen nada porque soy amigo de Clarín. Es tan disparatado todo”. Aníbal volvió a la carta y dijo tener en su poder una factura en la que quedaba probado que las tierras eran suyas. “Adopta actitudes que él cree que es la voz de la conciencia y quiere fijar una línea”, cuestionó a su ex amigo. Alberto dijo que la factura no era suya.
El último round se escuchó ayer por la radio e hizo parecer a los anteriores un debate suizo. El primero en hablar fue Aníbal: “Alberto Fernández se cagó en la amistad de Néstor Kirchner. Cuando iba a Santa Cruz, dormía en la cama de Máximo”, contó. Aníbal consideró que Alberto se convirtió en “un crítico de la política, tipo Macaya Márquez”. “El día que te vas, los caballeros cierran el pico. No puede pararse en la vereda de enfrente a tirar piedras”, le recomendó. “Nunca fui obediente. Nunca me disfracé de progresista. No lo conocí a Jauretche porque La Cámpora me recomendó conocerlo. Nunca trabajé con José Manuel De la Sota. Nunca quise irme escondido en un baúl”, le contestó Alberto, quien concluyó con otra oscura alusión: “Si él revisa lo que me debe a mí personalmente, se daría cuenta de que no tendría que hablar así”.
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