Martes, 10 de mayo de 2011 | Hoy
EL PAíS › SAMUEL PINHEIRO GUIMARAES, NúMERO UNO DEL MERCOSUR
Contra el estereotipo que ve al Brasil actual como un imperio, el ex ministro de Lula y alto representante del Mercosur dijo a Página/12 que las cosas son al revés: su país piensa en asociarse y cooperar con sus diez vecinos y con otros países en desarrollo.
Por Martín Granovsky
Cuando Brasil y la Argentina empezaron a cooperar con fuerza, a comienzos de la democracia, Samuel Pinheiro Guimaraes ya figuraba entre los más activos. En noviembre pasado, los presidentes de los cuatro países de Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) crearon el cargo de alto representante del bloque, le dieron funciones de construcción y negociación y lo designaron a él por unanimidad.
Pinheiro Guimaraes exhibió su perfecto español en el primer viaje a Buenos Aires como alto representante. Prometió visitar cada país muy seguido. Ocupado en ampliar el Mercosur más allá de lo que llamó, con ironía, “una burocracia cartesiana”, conversó con el canciller Héctor Timerman y hasta se hizo tiempo para reunirse con un tocayo castizo: Carlos Piñeiro Iñíguez, el ex embajador en Ecuador que acaba de hacerse cargo del Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Por invitación de Piñeiro, Pinheiro incluso dio una clase de una hora para los futuros diplomáticos que cursan el Instituto.
–¿Es cierto que Brasil tiene una idea imperial de la diplomacia o es un mito?–le preguntó Página/12.
–(Ríe.) No. Brasil tiene interés muy fuerte en el desarrollo de toda la región pese a las asimetrías entre los distintos países. No es un imperio, no quiere serlo ni quiere repetir los errores de los imperios. Al contrario. Cree en asociarse, en cooperar, en reformar un sistema internacional que se caracteriza, a mi juicio, por la convivencia de potencias centrales y de ex colonias, como nosotros. Los países más pobres, los países en desarrollo, tenemos intereses comunes para cambiar las reglas del mundo.
–La crisis que vivimos mostró la falla de los modelos neoliberales tanto en nuestros países como en los desarrollados. Las reglas financieras deben permitir espacio para los desarrollos nacionales, y lo mismo las reglas sobre comercio y medio ambiente. En la Ronda de Doha fue la primera vez que los países en desarrollo tuvieron una posición firme y no aceptaron el menú tal como se los presentaban.
–Tenemos muchos vecinos. Si no contamos a los Estados Unidos, que creen tener 191 vecinos, estamos después de China y Rusia. Ellos tienen 14. Nosotros, 10. Con ese número tan grande, está claro que es mejor tener vecinos estables, en buenas condiciones y en paz. Uno en la vida no quiere vecinos turbulentos y pobres, ¿no?
A Pinheiro Guimaraes se lo vio cómodo en el ISEN. Vicecanciller y luego ministro de Asuntos Estratégicos de Lula, fue el modernizador del Instituto Rio Branco de Itamaraty. En su charla frente a los alumnos del ISEN, argumentó que es cándido integrarse al mundo sin formar parte de un bloque. Dijo que, en términos comerciales, una parte de América latina ya optó por acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos: países de América Central, Chile, Perú, Colombia. “Otros no quisimos el ALCA, en 2005, no sólo por razones comerciales”, dijo. “El ALCA era una política económica completa, que abarcaba comercio, inversiones, negocios y propiedad intelectual.” Ante la pregunta de si no habría choques entre Mercosur y Unasur, lo desmintió. “Unasur es un modo de mantener cerca nuestro a países que comercialmente optaron por otras políticas. Es bueno que todos integremos el Consejo Sudamericano de Defensa. A mí me despierta sospechas escuchar cuando me recomiendan que no nos preocupemos por nuestra defensa, que otro se va a ocupar. Somos pacíficos, pero no tenemos por qué estar desarmados cuando otros tienen armas y las desarrollan y cuando sabemos que la industria militar es clave para el desarrollo tecnológico.”
También fue taxativo cuando un alumno le preguntó si Brasil, como parte de los Estados de desarrollo intermedio del mundo, no se había graduado. “Los que dicen eso quieren que abandonemos nuestras políticas”, analizó Pinheiro Guimaraes. “Avanzamos extraordinariamente, pero en Brasil aún hay 60 millones de personas en situación de pobreza. Una Argentina y media. No, no nos graduamos. Seguiremos trabajando para ellos”, dijo este diplomático que siempre se sintió cómodo con Lula.
–¿Cómo fue tener a Lula de jefe? –quiso saber este diario.
–Una experiencia extraordinaria. Lula mismo es una síntesis de la mayoría de los brasileños. Viene del nordeste. Su padre era una persona muy violenta. Abandonó a su familia. Lula fue del nordeste a la periferia de San Pablo con su madre y sus hermanos. Fue víctima de un accidente de trabajo. Su primera mujer perdió la vida en un hospital. Es trabajador. Pasó hambre. Experimentó una huelga. Cuando habla de una inundación sabe de qué habla. Lo pasó. Cuando habla de huelgas o desempleo, sabe. Cuando habla de discriminación, sabe de qué se trata. Por eso su preocupación no es académica. Vivió todo eso.
–Lula tenía una enorme experiencia diplomática anterior al gobierno. Había hecho más de 120 viajes, y el primer jefe de gobierno extranjero que conoció, el alemán Helmut Scmidt, había pedido verlo en su casa. Conocía a muchos antes de que fuesen líderes. Muchas veces dijo que era extraordinario en América del Sur haber llegado a tener un obrero de presidente en Brasil y un indígena en Bolivia. A la vez, al inicio de su gobierno estuvo contra la guerra de Irak.
–No, y agradezco no sólo a mí país que me propuso, sino a todos los que aprobaron la nominación, entre ellos la Argentina.
–Sí. Tengo amplias funciones hacia adentro del bloque y también hacia afuera, por supuesto que siguiendo las decisiones políticas de los presidentes.
–El comercio se amplió de manera muy significativa. Las tasas de crecimiento son altas. Crecieron las inversiones. Al mismo tiempo, la cooperación política se tradujo en reuniones periódicas de los presidentes. En ciertos países hay muchas críticas. En Brasil más que en la Argentina, sobre todo si hay alguna diferencia comercial. Hay mucho que mejorar desde el punto de vista de la imagen del Mercosur.
–Lo primero es el empleo. Si se exporta es porque se produjo y porque antes se generaron puestos de trabajo. Nuestros países exportan muchos productos manufacturados a los países socios del Mercosur. Aumenta la escala productiva y reduce los costos de producción. Los empresarios ganan más y los trabajadores tienen más y mejores empleos. Y la competitividad es mayor si se la mide respecto de terceros países. Políticamente, aumenta la comprensión mutua entre países.
–Sí. Es una cuestión política interna de Paraguay. Es cuestión de tiempo. Antes, Venezuela era un país que no tenía siquiera agricultura. Dependía de una sola materia prima, el petróleo, que además era explotado por los Estados Unidos para los Estados Unidos. Y es un país riquísimo, con minerales y energía. Decide reorientar su política hacia el sur para intentar el desarrollo del país. Entonces se convierte en un mercado potencial importante.
–Después de Arabia Saudita, que es el primer productor, Venezuela está entre los cinco o seis primeros productores petroleros del mundo. Quiere diversificar sus exportaciones.
–Al contrario. Ya viene participando y tiene una vocación integracionista fuerte.
–Vivimos en un sistema capitalista. Eso implica la competencia de las empresas, que a veces significa baja de costos y mayor tecnología. Pero no hablamos de regímenes capitalistas puros, sino de capitalismos reales. ¿Qué más intervención que el salvamento de los países centrales de sus bancos? ¿O acaso los bancos quebraron y el Bank of America se convirtió en el Bank of Shanghai?
–Varía de país a país.
–No resuelve, pero facilita. No veo conflictos. Claro, tengamos en cuenta que los Estados Unidos son por ahora el primer país en economía, pero la diferencia militar es enorme: cinco mil ojivas nucleares contra 200 de China.
–La influencia de las multinacionales estadounidenses en Brasil y la Argentina es un hecho. Y no hay restricciones. En el pasado, Brasil, por ejemplo, aplicó normas para que los inversores tuvieran que usar insumos nacionales, por ejemplo autopartes. La influencia estadounidense en libros, en televisión, en cine, es apabullante. Es un tema industrial, cultural e ideológico. Por eso, los Estados no tienen que restringir la empresa extranjera, pero sí estimular los contenidos locales, sobre todo en lo audiovisual, que es el terreno de la divulgación. Incluso de la divulgación del Mercosur y de la cultura de cada país. En lugar de hegemonía cultural, diversificación.
–No.
–¿Cómo es la vida? Directamente sabemos poco. El resto lo conocemos por algún relato. Bien: diversifiquemos los relatos.
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