Martes, 2 de agosto de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
El sociólogo francés Pierre Rosenvallon afirma que el voto es la forma más visible e institucional de la ciudadanía. El ciudadano se expresa, se implica e interviene en el sistema político, esto es, decide. Es así y no es solo eso, expliquémoslo con un ejemplo doméstico. Las sucesivas elecciones provinciales, amén de definir las autoridades por voluntad soberana, han trascendido al escenario político nacional, incidiendo en las percepciones de los dirigentes a quienes indujeron a movidas drásticas.
Los “climas” han cambiado, al vaivén incluso de comicios en distritos poco poblados, con historia y lógica propias, no traspolables con facilidad al ámbito nacional. El impacto viene siendo enorme tanto como las reacciones emocionales y reflejas de muchos dirigentes. Apenas terminadas las dos primeras elecciones, Catamarca y Chubut, cundió la hipótesis de una oleada o un tsunami kirchnerista. Al calor ardiente de sus imprevistos resultados, importantes protagonistas dieron sendos pasos al costado o a otra parte. Mario Das Neves retractó su proyecto presidencial. Mauricio Macri y Fernando Solanas hicieron lo propio, apostando todo a competir por la Jefatura de Gobierno porteña. Por entonces, este cronista escribió que uno de ellos, cuanto menos uno, se equivocaba. La performance de Pino Solanas y, tanto como ella, la disolución de su arco de alianzas comprueban que el zigzagueo no le fue propicio. De un presidenciable con un bloque interesante de diputados nacionales quedó constreñido al jefe del tercer partido de la Capital con el bloque en dispersión. ¿Se equivocó Macri? La respuesta es menos clavada que en el caso de Solanas, hay margen para dudar.
El jefe de Gobierno conserva, relegitimado después de cuatro años de gestión, el pilar de su capital previo. Fue plebiscitado por los “vecinos” aunque, con la sensación térmica de estas semanas, da la impresión de que podría estar compitiendo en ligas mayores con buenas pretensiones.
Hubo más jugadas signadas por el supuesto aluvión K. Los radicales suspendieron su interna, Ernesto Sanz y Julio Cobos abdicaron. En el camino, el gobernador electo Marín Buzzi, delfín de Das Neves, se pasó al Frente para la Victoria, al que había superado por el canto de una uña.
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Hace un mes o un poco más, el triunfalismo era monopolio del Frente para la Victoria (FpV), en espejo sus rivales se retraían. Ahora, el triunfalismo resuena en las tiendas opositoras y con mucho más énfasis en los grandes medios. Quizá las dos lecturas hayan sido exageradas o prematuras. Ninguna elección se gana en las vísperas. El veredicto popular recién podrá corroborarse con el escrutinio de octubre.
En su etapa entusiasta los opositores alegan, persuadidos o ansiosos de persuadir, que el kirchnerismo no es invencible. Nunca lo fue, más vale, lo único que pasó es que muchos lo creyeron. Era una simplificación, que negaba diferencias y resultados preexistentes. En Capital y Santa Fe (las votaciones que encendieron ilusiones adormiladas) el FpV había mordido el polvo en 2007 y en 2009. La más reciente, con una penosa cosecha. Los desenlaces fueron los más probables, la magnitud desbordó las expectativas, el resto vino por añadidura.
En el actual contexto, con la platea adicta mucho más excitada que cuando acotó sus ambiciones, Macri refuerza su lanzamiento como candidato al 2015, previsor el hombre. Para el 2011, como siempre ocurre cuando un amigo se va, queda un espacio vacío.
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En la previa de las presidenciales de 2007 se instaló una ola antirreeleccionista en la opinión pública. La detonó Misiones, cuando la oposición comandada por el obispo Joaquín Piña se opuso, con éxito, al intento del gobernador Carlos Rovira de modificar la Constitución e ir por un nuevo mandato. El clima de opinión era tan sensible que el entonces presidente Néstor Kirchner disuadió al bonaerense Felipe Solá y al jujeño Eduardo Fellner para que no buscaran revalidarse como gobernadores. A Solá lo sucedió Daniel Scioli, que demostró desde el vamos un envidiable potencial electoral y es pieza central en el proyecto “Cristina 2011”. Las percepciones compartidas a menudo fungen como hechos, los hechos eventualmente cimientan consecuencias perdurables.
Ahora, las reelecciones están de moda, sin cuestionamientos masivos en el horizonte. Scioli la busca, Maurice Closs (el delfín de Rovira cuatro años atrás) ya la obtuvo, con cifras fastuosas. Tanto Closs como Macri revistan en un club con más socios. Hasta hoy, se pronunciaron nueve provincias, en ocho primó el oficialismo, en seis (Misiones, La Rioja, Neuquén, Tierra del Fuego, Ciudad Autónoma y Salta) hubo reelecciones del mandatario en ejercicio. Todos los vencedores consiguieron mejores porcentajes y márgenes sobre el segundo que en su presentación anterior. Los únicos que no se impusieron por goleada fueron el santafesino Antonio Bonfatti y la fueguina Fabiana Ríos. Cada territorio es un universo, con su historia particular y su densa cronología, que se sobreimprimen con tendencias firmes.
Macri se inscribe en una tendencia corroborable en datos duros, la máxima expresión de la voluntad popular. Pero, a diferencia de sus colegas, es desde hace añares un prospecto de presidenciable. Más aún, es el niño mimado de la derecha autóctona que desde los buenos tiempos de Carlos Menem no tiene un referente dotado para imantar votos. Y, acaso, Menem haya sido un atípico líder de derecha, no por su programa clásicamente neoconservador, sino por su condición de peronista. Porque, ya se sabe, la identidad peronista altera todas las ecuaciones.
Ya que de justicialismo hablamos: Macri podría ser hoy la locomotora de una coalición entre el PRO (sea lo que fuere el PRO), el peronismo conservador que expresa Eduardo Duhalde y el peronismo posmoderno-tinelliano de Francisco de Narváez. “Mauricio” y el “Colorado” De Narváez serían mascarones de proa, los pejotistas pondrían la estructura que no será de primera... pero es más aceitada y expandida que la de PRO. Ese equipo virtual podría ser una amenaza para la reelección de Cristina Kirchner. Por la parte baja, un firme aspirante al segundo lugar en primera vuelta. Pero su capitán no juega y sus demás integrantes se diseminan en tres listas (la de Duhalde, la de Alberto Rodríguez Saá, la de Ricardo Alfonsín).
Macri se retrajo, no se animó, en estas horas interpela a los candidatos que sí participan a contarle sus propuestas. Remeda ser un gran elector pero está por verse si la carretilla de votos porteños lo seguirá a cualquier parte. Y, last but not least, está por verse si intenta reconducir ese voto, definir una preferencia porque intervenir parece no convenirle.
Esta historia continuará, muchos hechos importantísimos han de suceder antes de los comicios de 2015 en los que Macri es el primer inscripto.
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