Viernes, 4 de noviembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › MURIO EL OBISPO EMERITO DE MORON JUSTO OSCAR LAGUNA
Durante la transición democrática fue “enlace” con las Fuerzas Armadas. Hizo una autocrítica respecto de la actuación de la Iglesia en la dictadura. Estaba procesado por falso testimonio en la investigación sobre el asesinato del obispo Ponce de León.
Por Washington Uranga
Ayer, a los 82 años de edad, y después de haberse sometido a una intervención quirúrgica en el corazón, falleció en Buenos Aires el obispo católico Justo Oscar Laguna, uno de los protagonistas más importantes de la Iglesia Católica contemporánea y, desde su condición de miembro de la jerarquía eclesial, un actor importante de la vida política y cultural del país. Según lo declaró su hermana Celia, “lo operaron del corazón ayer (por el miércoles) a las tres de la tarde y falleció a la madrugada”. Informó también que “tenía un estrechamiento de válvula aórtica que era algo que sí o sí había que tratar de solucionarlo”. Según informaron sus familiares, Laguna estuvo acompañado en sus últimos momentos por el obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, uno de sus más cercanos amigos.
Laguna ya no estaba ejerciendo su ministerio episcopal, porque en el año 2004 el entonces papa Juan Pablo II había aceptado la renuncia que presentó al cumplir los 75 años de edad, tal como lo establece la ley eclesiástica. Fue obispo auxiliar de San Isidro entre 1975 y 1980 y desde ese año se hizo cargo de la diócesis de Morón, hasta el año 2004. A lo largo de toda su trayectoria episcopal fue un hombre preocupado por los temas sociales y presidió en varias oportunidades la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal.
Hombre polémico y lúcido intelectual, fuera y dentro del Episcopado, a Laguna le correspondió la tarea de “enlace” con las Fuerzas Armadas durante la última etapa de la dictadura militar y desde allí hizo aportes al restablecimiento de la democracia y a favor de la vigencia de los derechos humanos. Fue uno de los pocos obispos que realizó una autocrítica respecto de la actuación de la Iglesia en la dictadura. En 1996 realizó su propia autocrítica por no haber hecho, dijo, “lo suficiente para salvar vidas” durante la dictadura militar, aun cuando existen testimonios de muchas personas que lograron sortear difíciles situaciones gracias a su intervención. “Tengo que dar cuenta a Dios, y lo haré en algún momento, de cómo no luché como luchaban otros, de una manera tan clara y decisiva” contra la dictadura y a favor de la vigencia de los derechos humanos, sostuvo. Sin embargo, este año, Laguna fue el primer jerarca católico procesado por una causa de derechos humanos. Un juez entendió que incurrió en “falso testimonio” al brindar datos a la Justicia sobre la muerte nunca suficientemente esclarecida del obispo Carlos Ponce de León, ocurrida en 1977 en un accidente automovilístico en la Ruta 9. Entonces, por decisión del Vaticano asumió interinamente la conducción de la diócesis que quedó acéfala y, presuntamente, tuvo acceso a datos que la Justicia le requirió. El obispo señaló que, al declarar sobre el caso después de mucho tiempo, cometió errores e imprecisiones involuntarios sobre fechas y acontecimientos, producto del tiempo transcurrido, pero que ninguno de estos datos afectaban a la verdad de los hechos. La causa se encuentra todavía abierta.
La perspectiva pastoral y política del obispo fallecido quedaron plasmadas en el documento episcopal titulado “Iglesia y comunidad nacional” (8 de mayo de 1981), del que fue uno de sus principales redactores. Ese texto se constituyó en una clave de lectura y en una bisagra que comenzó a modificar perspectivas a favor de la democracia dentro de una jerarquía católica sumamente conservadora dentro de la cual Laguna tuvo muchos conflictos.
En los años ’80 y ’90, Laguna fue un hombre de gran exposición pública y presencia frecuente en los medios de comunicación, por sus opiniones sobre temas de Justicia, derechos humanos y compromiso social. Tuvo una relación cercana y pública de amistad con el ex presidente Raúl Alfonsín, a quien incluso impartió la unción de los enfermos poco antes de su muerte. Durante el gobierno de Carlos Menem fue uno de los más duros críticos de la gestión, trasladando también estos debates al seno de la Conferencia Episcopal, a pesar de que un número importante de obispos mantenía una relación estrecha con el menemismo.
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