Lunes, 7 de noviembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINION
La city, contada como si fuera el centro del mundo. Títulos inexactos y operaciones de todo tipo. Lo que va del 2001 a hoy. La supresión de los subsidios, la lógica y el devenir. La fiebre del dólar, la acentuación de los controles fiscales. Lo que elogian y valoran Obama y Sarkozy. Un vistazo sobre la Vulgata y los años que vienen.
Por Mario Wainfeld
Los arbolitos no dejan ver el bosque. No es novedad en las percepciones sociales y humanas, por eso la versión clásica del proverbio tiene siglos. El fenómeno se acentúa en esta comarca del Sur porque hay jugadores fuertes que hacen todo lo posible para que los arbolitos obturen la visual.
Buscan ventajas, especulativas o políticas, o ambas. Cuentan con dinero y con el aval de medios importantes. El diario La Nación acumula títulos de tapa falsos, que contradicen incluso el texto de las notas que, supuestamente, le dan sustento. Se exagera el alcance de las medidas de control fiscal sobre la compra de dólares, se macanea diciendo que será necesario informar su destino. No se trata de discutir la línea editorial de la tribuna de doctrina, siempre más antagónica a regulaciones económicas que al terrorismo de Estado. Son posturas criticables, más vale, pero son posturas... Se habla de distorsión informativa, a secas.
Una lectura minuciosa de los diarios de esta semana muestra un fenómeno casi asombroso. Los diarios de negocios, sesgados a derecha por definición, son más rigurosos y moderados que los dos dueños de Papel Prensa. Acaso los morigere un mínimo contrato con sus lectores, algo tienen que asesorarlos. Los grandes medios, a su vez, perseveran en su rol de vanguardia de la oposición.
Actores menos visibles, aunque es fácil imaginar quiénes son, llenan la city de rumores. El viernes, al cierre de la operatoria bancaria, las fantasías apocalípticas recorrían las conspicuas “cuarenta manzanas”. El cronista cavila entre reseñar los tópicos de esa “carne podrida” o callarlos para no darles aire. Opta (jamás del todo convencido) por esto último pero dejando constancia: si los grandes diarios ponen en tapa inexactitudes flagrantes qué no dirán, en un pseudoanonimato, sus operadores financieros.
La épica del rumor acompaña el mensaje de los derrotados en las elecciones. El veredicto ciudadano forma parte del bosque, hay que disimularlo entre el follaje de los arbolitos. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene por delante cuatro años y un puchito de un mandato relegitimado, dotado de poder político. Es un bien escaso en altos lugares del mundo y por ende valioso. La posición económica es sólida, comparada con precedentes locales y con el contexto internacional. Desde luego, afronta un sinnúmero de dificultades y desafíos. El mandato popular es que los afronte conservando en sustancia sus criterios, su cartilla y su rumbo.
Es lícito que quienes hicieron papelones en las urnas propaguen sus puntos de vista, es justo señalarles cuál es el alcance de su legitimidad en la coyuntura. Y no sólo en ella, si se acude también la lectura retrospectiva.
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Entre el perdón y Jaimito: Hace casi diez años, el presidente Fernando de la Rúa iba camino de la renuncia y la retirada vergonzosa. Horas antes de hacerlo llamó al titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Horst Köhler, para pedirle disculpas. En esos mismos momentos, la policía masacraba argentinos en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, no mucho más allá de los confines de la city. Con antelación, el gobierno de la Alianza había reducido inconstitucionalmente las jubilaciones y los sueldos de los empleados públicos. En las horas previas resolvió la confiscación de los ahorros. Preferir disculparse con quien fuera instigador y cómplice de aquellos ataques a los intereses populares era una confesión, un gesto plagado de simbolismo, tanto como el de hacer descolgar el cuadro del represor Videla.
El primer gobierno electo que emergió como réplica a esa crisis profunda eligió otro rumbo, sin duda escaldado por la experiencia sufrida. Entre otras cosas, renegó del recetario de los organismos internacionales de crédito y de la adicción al falso remedio del endeudamiento externo. La negociación de la deuda externa fue uno de los mojones del nuevo camino, se pulseó con firmeza, tomando muchos riesgos. Los pronósticos de los economistas consagrados eran lapidarios. Para empezar, la quita sería rechazada. El pálpito fracasó, no se dieron por notificados y duplicaron la apuesta agorera. Para continuar, la Argentina se caería del mundo que no toleraría tanta heterodoxia. Para entrar en detalles: los embargos caerían sobre patrimonios nativos ubicados fuera de las fronteras –los inmuebles de las embajadas, los aviones, los barcos, acaso las camisetas de la selección de fútbol que jugaría en el Mundial de Alemania–. Esas movidas no eran sólo un espantajo, constituían una táctica que se intentó y, en sustancia, fracasó. El desenlace, se subraya, pudo ser diferente con menos destreza o fuerza o suerte ya que la historia jamás está cerrada de antemano... pero no lo fue.
La oratoria del gobierno nacional y su praxis fueron calificadas con aplazos. Argentina era el Jaimito del mundo, el mal alumno que podía decir disparates provocativos y hasta graciosos, pero que no era ejemplo de nada ni “hacía los deberes”. El ex presidente Néstor Kirchner encarnaba ese rol, aun física y posturalmente. Desgarbado y simplificador, crucificaba al Consenso de Washington, al FMI y sus adláteres. Hasta les espetaba “¡minga!”, un estilo muy diferente al del circunspecto De la Rúa.
La supuesta soledad argentina se desmintió en la Cumbre de Mar del Plata cuando el “No al ALCA” contribuyó a redondear el círculo. Todo se hizo del bracete con Brasil (supuestamente el niño modelo) presidido por Lula Da Silva (presuntamente el ex izquierdista arrepentido y cipayo, el ejemplo para los educandos).
Las presuntas palabrotas de aquel cercano entonces son recobradas hoy en el Primer Mundo. Forman parte de una polémica, no concitan unanimidad pero han ganado terreno. Los “mercados”, las calificadoras de riesgo, los grandes bancos, Wall Street en persona son recusados en las calles de los países centrales por multitudes crecientes. Y, ojo al piojo, también encuentran eco en economistas de postín y dirigentes de alto rango. Cobraron respetabilidad, van empatando el partido que sigue en disputa, que, en algún sentido, no tendrá nunca una pitada final. Pero que, hoy por hoy, no enfrenta a Jaimitos destemplados versus una sapiencia instalada e imbatible. Está más parejo.
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En Europa se consigue poco: Si se observa el bosque, se concluye que en Europa los gobiernos están perdiendo piné, pari passu con su impotencia (cuando no falta de voluntad) para reparar los desaguisados cometidos por la lógica de los mercados. Los oficialismos son vencidos en las elecciones: según un diario español, en las últimas 15 el score es de 4 ganadores contra 11 loosers. Desde luego, la chapa no es estática: España se apresta a ampliar la diferencia a favor de las oposiciones. Según las encuestas y la sensación térmica, el resultado no será tan aplastante como el sucedido en Argentina aunque le bastará para ser un record. La asimetría mayor es que en las pampas, el oficialismo convalida y por allá, sale por la puerta de atrás.
Los presidentes Barack Obama y Nicolás Sarkozy seguramente hicieron gala de cortesía cuando mencionaron el valor del triunfo de “Cristina”, aunque también sinceraban su imaginario. Los políticos que pugnan por los votos saben cuán arduo es conseguirlos y cuánto más conservarlos en gestión. Valoran a quienes lo logran mientras en el mundillo académico, entre cronistas afamados o economistas relegados, se subestima esa destreza que es un incentivo del sistema democrático. Al fin y al cabo, siempre ostentaron con orgullo la camiseta de “los mercados”.
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Money, money, money: El consultor Miguel Bein es uno de los contados integrantes de ese gremio que “lee” a través de la política económica y por eso ayuda a entender. En su último informe mensual resalta que el gobierno de Estados Unidos tiene una postura más atinada que los de la Unión Europea frente a la crisis financiera. Esto es así, porque su “política está enfocada en la dinámica del ciclo económico” y porque el titular de la Fed, Ben Bernanke, advierte que “la política monetaria no es la panacea sino que (...) la política fiscal es la que debe aumentar la dosis de estímulo en el corto plazo”. Un obstáculo de fuste, según Bein es “la trampa republicana de rechazar un aumento del gasto público financiado con suba de impuestos a la clase más rica”. El cronista ha renunciado a muchas de sus ilusiones tempranas respecto del presidente Obama pero sigue notando que sus adversarios son bastante peores que él. Y en Europa, caramba, la dirigencia está aún peor enfilada.
Es que sin poder político que contrapese a los fácticos, tambalea la representación de los intereses mayoritarios. Para la democracia, todos valen uno. En la lógica de los mercados, prima la mayoría de capitales.
Cristina 2011-2015 arrancará con más poder que el que tuvo en casi todo su mandato anterior, a partir del conflicto de las retenciones móviles. De ahí que ahora disponga de plafond para intentar reformas o mejoras inviables en escenarios previos. En los aprontes de la segunda presidencia acometió con problemas que signarán los años venideros, aunque distan de ser los únicos. Reacomodar el esquema de la inversión pública, recortando cierto tipo de subsidios, revela que no está distraída ni apoltronada en las tácticas previas. Debió empezarse antes y esto grava el “debe del Gobierno”. Válido es que revise sus errores o demoras. Con todo tino, comenzó por el tramo de usuarios más poderoso, menos masivo y por eso menos dotado para patalear. La señal es nítida, las cifras en juego insuficientes. Lo que, seguramente, vendrá será más trabajoso y polémico. Segmentar consumidores con equidad es simpático de decir, muy arduo de implementar. Aun cuando se concretara con sutileza y precisión, surgiría alguna excepción, algún “caso” que sería extrapolado por sus adversarios. Una viejita que vive en Palermo Chico pero que no tiene un peso para pagar la luz será transformada en una tendencia. La valiosa misión del periodismo a menudo se reduce a distorsionar el valor estadístico de las anécdotas. No siempre en forma involuntaria.
La compra masiva de dólares preocupa al Gobierno, como a cualquier otro que lo precediera. Es una conducta habitual en la previa a las elecciones, ocurre en otros países emergentes pero en la Argentina cobra una magnitud inusual. El oficialismo respondió con un haz de medidas, las más relevantes no son los controles fiscales respecto de la compra en bancos o casas de cambios. Se estableció un justo régimen para las liquidaciones de petroleras y mineras, es un avance y un mensaje. El Banco Central articuló normas sofisticadas que imponen más recaudos a grandes jugadores. De ellas no se habla pero los concernidos corcovean, difunden rumores aviesos y acaso jueguen a la profecía autocumplida comprando divisas, por ahora a pérdida.
Los controles, destacan en Economía y en el Central, son fiscales y no cambiarios, por eso los dispone y articula la AFIP. Es verdad, tanto como que el Gobierno desea que se frene la ansiedad compradora. No porque imagine devaluar que no tendría sentido para su proyecto económico (en el que tanto “el campo” como la industria van, en términos redondos, viento en popa), sino por las conmociones que produce.
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La Vulgata y los vecinos: La Vulgata opositora es endeble y salta de un tema a otro. “Brasil devaluó”, clamaban semanas ha. No era exacto, la pérdida de valor del real provenía más del mercado que de la decisión soberana. Además, los especialistas más confiables (que no son los más afamados en la city) siempre subrayan que la mayor fuente de dificultades con Brasil es el diferencial de crecimiento y no las vicisitudes de sus paridades cambiarias. Sin negar, ay, que en el mundo real todas las variables se imbrican e interinfluyen dialécticamente. Tampoco es sensato clavar la mirada en el Banco Central del Brasil para entender cómo se mueve el gigante hermano. El Bndes es mucho más decisivo, siempre refuerza al sector productivo y no es un francotirador como fue acá por décadas (felizmente superadas) el Banco Central.
El real se revaluó. Ahora dicen que el dólar es barato en la Argentina, habría que comparar sin anteojeras con otros países, Brasil incluido...
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Engranajes y tareas: Cuando la Presidenta anuncie el nuevo Gabinete, cuando vaya promoviendo (a su ritmo y con su estilo) las primeras medidas del tercer período del kirchnerismo, se verá que los instrumentos creados (o aceitados, como el control impositivo) son un engranaje de un conjunto más complejo.
Claro que deberá extremar la lucha contra la evasión impositiva y el piadosamente apodado “trabajo en negro”. Tiene camino recorrido pero la meta es distante y móvil. Claro que deberá mejorar las reservas, los equilibrios de la balanza comercial.
Claro que deberá mejorar los indicadores sociales y sostener una caja apta para reforzar las respectivas inversiones. Sería un contrasentido y una violación del contrato electoral que recondujera sus objetivos hacia el programa de sus antagonistas, desautorizado drásticamente por el pronunciamiento del 23 de octubre. Nada sugiere ese devenir, que los poderes fácticos procuran imponer.
Desde la caída del Muro de Berlín los modelos reales alternativos al capitalismo perdieron terreno. El hecho es irrefutable, debe estar consignado en todos los inventarios. De ahí a dejar el futuro de los pueblos supeditado a las caóticas reglas del capitalismo y a las enloquecidas timbas de los sectores financieros media un abismo. El que separa a una democracia de ser un simulacro, de trastrocar su esencia, de convertirse en botín de minorías y ruina de mayorías.
Eso está en disputa, aun en estos días de vísperas. Y los grandes protagonistas de la “resistencia” no son los pequeños compradores de dólares, el “chiquitaje” cuya incidencia es menor en las peripecias del mercado. El Gobierno que ganó la representación de la mayoría popular lo sabe porque cuenta con los respectivos números en la mano. Pero sobre todo porque, hasta hoy al menos, es el sector político que mejor ha entendido los reclamos y las necesidades de los argentinos en el siglo XXI.
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