Viernes, 6 de abril de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Juliana Di Tullio *
No soy parte de la agrupación La Cámpora. Tengo 40 años, comparto con muchos de ellos ser parte de una generación que ha sufrido demasiado en nuestro país. Somos los/as hijos/as de una generación devastada por la dictadura cívico-militar. Compartimos el sufrimiento de ver las “partidas” de nuestros padres. Algunos arrancados de nuestras casas; otros de las calles del barrio, de los lugares de trabajo o de las barriadas humildes, hacia los centros clandestinos de detención.
Los que tuvimos la suerte de no perderlos, los vimos en los años ’80 con la recuperación democrática sentirse nuevamente esperanzados, y otra vez devastados. Vimos cómo era diezmada su dignidad cuando partían de sus fuentes de trabajo para no volver durante la década del ’90. Vimos también a nuestras madres, mujeres, amigas, salir de sus casas para paliar la crisis política, cultural, económica y social de nuestro país. Vimos cómo nuestros padres perdían década tras década todo lo que habían construido a lo largo de sus vidas. Y finalmente los vimos partir hacia otros países, abrumados, tratando de recuperar algo de su dignidad arrebatada.
A nosotros/as, a nuestra generación, nos tocó vivir la peor parte, la más oscura de la historia contemporánea de la Argentina iniciada tras el golpe cívico-militar de 1976. Nos tocó vivir la escuela de la dictadura, la hiperinflación, las privatizaciones, los ajustes (todos), la Obediencia Debida y el Punto Final, los indultos, los despidos masivos, la libre importación que aniquilaba nuestras fábricas, la flexibilización laboral, el retiro voluntario. Y con todo aquello vimos la floración de canchas de paddle, los parripollos y las remiserías. Llegaron luego el corralito, el corralón, las ollas populares, los comedores escolares, la militancia social, la resistencia, los movimientos de trabajadores desocupados, la ausencia del Estado.
No votamos en la recuperación democrática, pero siendo niños/as vivimos una esperanza de reconstrucción de nuestro país que pronto, demasiado pronto, se truncó. Nunca vivimos la justicia social, nunca viajamos cómodos ni bien, ni seguros en colectivo, tren, subte o lo que fuese que nos llevara a trabajar o a estudiar. Nunca vimos derechos colectivos consagrados y ejercidos, más bien fuimos viendo cómo nuestro Congreso se los llevaba puestos. Siempre fuimos marginales en la política, en el peronismo “oficial”, en la calle...
Un día, muchos años después de ver partir a mis padres y hermanos, una senadora nacional del sur de la Patria era expulsada del bloque del peronismo “oficial” de la época y vi en la respuesta de esa mujer la luz que se iba abriendo en el camino. Miré (como otros/as) al gobernador de la misma provincia, que poco tiempo después me propuso un sueño: un país. Ese país, del que hablaban mis viejos y los viejos de mi generación, el que nunca vivimos nosotros.
Ese país por el que luchó una generación entera de jóvenes. Nuestra generación les molesta, lo sé. Le molesta a ese poder establecido que sigue pujando por intereses mezquinos, ese poder que la generación que nos antecedió luchó por derribar. Les molestamos porque somos el fruto de “esa” generación. Somos los nietos de la primera Juventud Peronista.
Así fue pergeñado el plan sistemático de apropiación de niños/as, para que no quede futuro, huella. Nos demonizan como siempre lo han hecho; no me llama la atención. Nos temen. Temen el futuro que quisieron truncar una y mil veces. La demonización de una de las agrupaciones políticas (en este caso, La Cámpora) de este proyecto político, social y económico, es la persecución de toda nuestra generación. Volvimos a vivir, a renacer, a ser felices, a sentirnos plenos cuando nos convocaron con la fuerza de esa maravillosa generación, Néstor y Cristina. Reconstruimos día a día, año a año y, les guste o no, generación tras generación, este país. No es la inexperiencia ni la supuesta falta de idoneidad lo que les molesta. Les molesta, los irrita, el futuro del proyecto. Les molesta, en definitiva, que ya sepamos, porque es la primera vez que lo vivimos, lo que es la felicidad del pueblo.
* Diputada nacional, vicepresidenta del bloque Frente para la Victoria.
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