EL PAíS
El veneno llegó en el viento
Pequeños cultivadores de Formosa denuncian que grandes empresas usan herbicidas que matan sus cultivos e intoxican a sus hijos.
Por Laura Vales
El 2 febrero en las quintas de Colonia Loma Sené, una pequeña localidad de Formosa, las plantas amanecieron quemadas. En los campos linderos, sembrados con soja, una empresa había estado fumigando el día anterior. Soplaba viento norte, que esparció en forma de neblina el líquido de la fumigación en varias hectáreas a la redonda. Eugenia Giménez y Cándida Fernández recuerdan que el vapor en el aire les irritó inmediatamente los ojos. “Después algunos tuvimos hemorragias nasales, otros sufrieron problemas en las vías respiratorias y urticaria en la piel.” Los cultivos se secaron, “las hojas del morrón se arrugaron y volvieron chiquitas, como con rulitos. Parecían de plástico. La mandioca se perdió, el melón quedó como si le hubieran echado agua caliente, los zapallitos también”. Los animales de granja más chicos, como las gallinas, se murieron.
Los productores denuncian que tales efectos fueron producto de una mezcla de herbicidas utilizados en la siembra directa de soja transgénica. Ahora reclaman por los daños sufridos y para que se realicen estudios ambientales, ya que no conocen a qué consecuencias están expuestos por la contaminación. Han logrado que una jueza frene las tareas de fumigación, pero denuncian que el gobierno actúa “descalificando el problema”.
Colonia Sené es una población de pequeños productores agropecuarios, dueños de parcelas que no superan las diez hectáreas de extensión. En ellas siembran maíz, batata, zapallo, melón y porotos para el consumo familiar y venden los excedentes en una feria franca que todos los sábados instalan en la plaza central del pueblo más cercano, Pirané. También plantan a escala reducida algodón, con lo que venían obteniendo buenos resultados.
En la misma zona existen además algunos campos más grandes, de unas 30 hectáreas, que están siendo alquilados a empresas dedicadas al cultivo de soja con siembra directa y mecanizada. El método, dice Giménez, implica que “no se ara ni trabaja la tierra con herramientas, sino que para desmalezar tiran químicos que queman las plantas y arriba de eso siembran las semillas de soja. Una vez que brota, vuelven a tirar herbicidas para matar la maleza, lo que no perjudica a la soja porque la semilla transgénica está preparada para soportarlos”. En enero, en esos campos arrendados por Anta S.A. se hicieron preparativos para sembrar nuevamente, a continuación de una cosecha. “Había crecido soja guacha y para poder sacarla combinaron el herbicida que usan habitualmente con otros productos. Esa mezcla es la que trajo el viento y contaminó las quintas.”
El día que las plantas se secaron, los productores (agrupados en el Movimiento Campesino de Formosa-FTV y el Equipo de Mujeres Campesinas) hicieron la denuncia correspondiente y pidieron al gobierno que enviara a personal responsable para constatar los daños, sin obtener respuesta. Llamaron después al Ministerio de Agricultura, al Plan Social Agropecuario y al INTA, “donde nos dijeron que necesitaban la autorización de la Capital”. Como pasaban los días, contrataron a un técnico. Luis Castellán comprobó en el lugar que había “hojas deformadas, enruladas, con nervaduras prominentes”. También registró plantas con tallos “doblados, retorcidos, deformados. Necrosis de hojas, con síntomas evidentes de probable quemadura. Estos síntomas”, agregó en su informe, se observan en plantas cultivadas como “algodón, poroto, bananos, mandioca”, entre otros.
El agrónomo señaló que todos los efectos precedentes coinciden con los producidos en las plantas de hoja ancha por herbicidas de acción hormonal. “Estos productos están considerados como moderadamente tóxicos. Sin embargo, sus antecedentes históricos indican que pueden tener efecto cancerígeno.” Por lo tanto recomendó destruir los cultivos afectados e impedir que los animales coman esas plantas.
Los integrantes del Mocafor cortaron la ruta en reclamo de una indemnización y del envío de médicos y remedios para los afectados. La desconfianza venía de meses antes: el 12 de agosto del 2002, indican las mujeres, “el Ministerio de Agricultura de la Nación hizo una reunión en la Escuela Nº 84 ante el reclamo de los padres para que no fumigaran más cuando había viento, porque los alumnos se descomponían, sufrían de dolor de cabeza y de vómitos”. Las fumigaciones continuaron. Después de las protestas, un dermatólogo los revisó y les dijo que las erupciones que sufrían en la piel “eran por falta de higiene”. En otra oportunidad, el gobierno accedió a que fueran atendidos en un centro de salud donde les recetaron “antiparasitarios, a todos por igual, como si nos creyeran tan ignorantes como para no darnos cuenta”.
Tras el último de los episodios y los piquetes, hubo reacciones en otros puntos de la provincia. Los productores de General Belgrano denunciaron que también tienen problemas y el 28 de febrero impidieron el despegue de una avioneta fumigadora. El 3 de marzo los de Colonia Loma Sené cortaron la ruta y dos días más tarde el diario La Mañana publicó la denuncia de productores de El Colorado sobre la muerte de aves y peces, también adjudicada al uso de herbicidas en la sombra de soja transgénica. Los pequeños productores iniciaron una causa judicial por daños y en reclamo de que hagan análisis para conocer el grado de contaminación.
Hasta ahora han obtenido una orden de interrupción de las fumigaciones durante 6 meses. Mientras reclaman al Estado que haga los estudios, los afectados tomaron muestras de sangre de mujeres y chicos, de las que están esperando sus resultados.