Miércoles, 29 de agosto de 2012 | Hoy
EL PAíS › EL SARGENTO JOSé ORTIGOZA, EN EL JUICIO POR EL HOMICIDIO DE FERREYRA
Un suboficial de la Policía Federal que declaró ayer describió la escena de actuación de la patota ferroviaria dejando en claro que la fuerza de seguridad habilitó una virtual zona liberada. No hubo órdenes para prevenir la violencia.
Por Irina Hauser
Un sargento de la Policía Federal que declaró ayer como testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra dejó mal parados a los policías que están acusados de haber liberado la zona. Confirmó que la patota de la Unión Ferroviaria (UF) atacó a los manifestantes que protestaban contra la tercerización laboral en el momento en que se retiraban de Barracas –lo que desacredita la teoría de un enfrentamiento– y afirmó que los patrulleros de la Comisaría 30ª, que en un comienzo cortaban el tránsito trompa contra trompa, se habían movido a 45 grados para abrir el paso a “los masculinos”, en la jerga de la fuerza, que “venían corriendo”. Otros dos agentes ofrecieron relatos imprecisos y con omisiones, pero de ellos se desprende que no hubo ninguna instrucción para evitar el despliegue de violencia ni resguardar a los tercerizados y las agrupaciones que los apoyaban. Sólo había indicación de que observaran y se resguardaran a sí mismos.
Los tres policías que declararon reportaban al subcomisario Rolando César Garay, de la seccional 30ª. El sargento José Alberto Ortigoza, un joven de contextura menuda y ropa clara, contó que había ido vestido de civil y que debía informarle a Garay qué decisiones iban tomando los tercerizados, a quienes consultaba. Confirmó que tenía a Eduardo Belliboni como referente del Partido Obrero, ya que lo conoce de otras protestas. Belliboni ya declaró en el juicio y dijo que habló con un policía de civil. Ortigoza explicó que primero vio que hacían una asamblea, luego debatieron y decidieron que se iban. “Veo gente que venía corriendo desde el lado de las vías”, dijo. “Iban en persecución detrás de los manifestantes (...) caían piedras grandes”, relató. A los periodistas de C5N que estaban allí les gritó “córranse” como resguardo, explicó. Cerca suyo, recordó, había otros policías de la División Roca, también de civil. Los ferroviarios que se abalanzaban gritaron, señalándolos, “¡Estos están con ellos, vamos a darles!”. “Pará que somos polis”, intentó frenarlos uno de ellos, quien logró que fueran reconocidos.
María del Carmen Verdú, abogada de Correpi, que representa a la querella de los heridos del Partido Obrero, señaló que Ortigoza es el primer policía que declara que al llegar los patrulleros cruzaban la calle impidiendo el paso, “mientras que a la hora de los incidentes los móviles estaban a 45 grados”, lo que facilitó el paso de la patota. Destacó que su descripción fue coincidente con la de los manifestantes y afirmó que había una diferencia de fuerzas entre los dos grupos, porque el de los tercerizados y agrupaciones “estaba lleno de mujeres, ancianos y niños”. El sargento afirmó también que vio a Garay comunicarse por Nextel, que sería uno de los teléfonos llamados POC, que impiden registrar el contenido las conversaciones. Escuchó modulaciones que aludían a una persona herida. En una empresa de la zona le dieron un video “donde se ve una femenina cayendo al suelo”.
El sector reservado para el público estaba más lleno de lo habitual ayer, con muchos jóvenes compañeros de militancia de Ferreyra. Otro de los testigos de la tarde, el suboficial escribiente Luis Humberto Coronel, terminó por sacar de las casillas a los propios jueces. Cambiaba su descripción de un minuto a otro acerca de quiénes tiraban piedras, en qué dirección iban y a qué distancia estaba él. “Diez, veinte metros, pongamos veinte, bueno, lo que usted quiera”, llegó a contestarle al juez Horacio Días, que le imploraba precisiones. En otro momento dijo que en realidad no vio si un grupo alcanzó al otro. El juez Diego Barroetaveña le dijo, enfurecido: “Es que dice cosas distintas según quién le pregunta”. La situación desató exclamaciones del público y el reto en respuesta de los prefectos que custodian la sala. También se desencajó el defensor Alejandro Freeland –quien lleva la batuta entre los abogados de la UF–. Mientras discutía con la fiscal, insistía con preguntas al testigo: “Discúlpeme, soy medio tarado y no entiendo”.
Una de las pocas cuestiones en las que Coronel no vaciló fue en decir que no tenía instrucciones para buscar una negociación y evitar los hechos de violencia. La patota, dijo, los “desbordó”. Tampoco le indicaron, después de saber que había heridos de bala, que había que rastrear las armas. Algo similar había dicho por la mañana el inspector Sergio Domínguez, quien también explicó que no pudieron “impedir” que pasara la patota. El había llegado en un patrullero, pero no recordaba –dijo– ni dónde ni cómo lo habían estacionado. La orden que recibió del subcomisario, sostuvo, era cuidar de que a ellos mismos no les pasara nada. De hecho, en algunas de las modulaciones incorporadas a la causa se escucha la instrucción de replegarse, “no sea cosa que las facciones antagónicas se unan contra nosotros”.
Los siete policías que están en juicio, junto con José Pedraza y la patota, fueron acusados por abandono de persona por la fiscalía, pero las querellas los consideran partícipes del homicidio.
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