Sábado, 10 de mayo de 2014 | Hoy
EL PAíS › EL DOCUMENTO DE LA IGLESIA CATOLICA TRAS LAS DELIBERACIONES DE LA PRIMERA ASAMBLEA PLENARIA EPISCOPAL DEL AÑO
Los obispos abordaron una larga lista de temas. Advirtieron sobre las “numerosas formas de violencia” e hicieron un llamado “a todos” a respetar la ley. Entre otras cosas, se refirieron a la droga, la corrupción, la exclusión social y el comportamiento de los medios.
Por Washington Uranga
La violencia, la droga, la corrupción, la exclusión social y el comportamiento de los medios de comunicación frente a todas estas cuestiones forman parte de una larga lista de temas abordados por los obispos católicos argentinos en un documento de poco más de dos carillas dado a conocer como resultado de las deliberaciones de la primera asamblea plenaria episcopal de este año, que finalizará hoy en Pilar (Buenos Aires) y de la que participó más de un centenar de miembros de la jerarquía eclesiástica. El texto, que también critica el funcionamiento de la Justicia y hace un llamado “a todos” a respetar la ley, dice además que en la sociedad existen los “recursos” para “afrontar el camino de la recuperación”. El título del trabajo es “Felices los que trabajan por la paz”.
En su pronunciamiento, los obispos decidieron abordar la mayoría de los temas instalados en los últimos meses en la agenda mediática, sin un análisis particular sobre los mismos, dando por ciertas gran parte de las afirmaciones que se hacen en los medios y aportando su mirada crítica sobre el particular.
Los presididos por el arzobispo santafesino José María Arancedo dicen que “constatamos con dolor y preocupación que la Argentina está enferma de violencia”, resultando que “algunos de los síntomas son evidentes” y “otros más sutiles” pero que, sin embargo, “de una forma o de otra todos nos sentimos afectados”. La jerarquía católica asegura también que reflexiona sobre “este drama” porque “creemos que el amor vence al odio y que nuestro pueblo anhela la paz”.
Según entienden los obispos, “son numerosas las formas de violencia que la sociedad padece a diario”, que los hechos delictivos “no solamente han aumentado en cantidad sino también en agresividad” y que eso se traduce en “una violencia cada vez más feroz y despiadada (que) provoca lesiones graves y llega en muchos casos al homicidio”. Agregan que “es evidente la incidencia de la droga en algunas conductas violentas y en el descontrol de los que delinquen, en quienes se percibe escasa y casi nula valoración de la vida propia y ajena”. Advierten, no obstante, que “la reiteración de estas situaciones alimenta en la población el enojo y la indignación” pero que “de ninguna manera se justifican respuestas de venganza o de la mal llamada ‘justicia por mano propia’”. Luego viene una observación sobre la manera en que los medios de comunicación abordan el tema. “La creciente ola de delitos ha ganado espacio en los diversos medios de comunicación, que no siempre informan con objetividad y respeto la privacidad y el dolor”, advierten.
Desde otra perspectiva se señala también que “no se puede responsabilizar y estigmatizar a los pobres por ser tales”, dado que ellos “sufren de manera particular la violencia y son víctimas de robos y asesinatos, aunque no aparezcan de modo destacado en las noticias”. Los obispos aseguran además que “también son violencia las situaciones de exclusión social, de privación de oportunidades, de hambre y de marginación, de precariedad laboral, de empobrecimiento estructural de muchos, que contrastan con la insultante ostentación de riqueza de parte de otros”. Subrayando además el riesgo de “habituarnos sin que nos duela el sufrimiento de los hermanos”. Luego sigue una larga lista de otras violencias entre las que se incluye hacinamiento y abuso, violencia doméstica, abandono del sistema educativo, peleas entre “barrabravas” a veces ligadas a dirigentes políticos y sociales, niños limpiando parabrisas de los autos, migrantes no acogidos e, incluso, la destrucción de la naturaleza. Según los obispos católicos, los argentinos estamos “acostumbrándonos a la injusticia y relativizando el bien y el mal”.
Hay un párrafo también sobre la corrupción “tanto pública como privada”, catalogada como un “cáncer social” y a la que se atribuye ser “causante de injusticia y muerte”. Se habla de “desvío de dineros”, de “impunidad”, “estafas económicas y morales” que “corroen la confianza del pueblo en las instituciones de la República, y sientan las bases de un estilo de vida caracterizado por la falta de respeto a la ley”.
Un poco más adelante los obispos piden respeto a la ley y la Constitución pero también señalan que aun los reclamos “por nuestros derechos deben ser firmes pero pacíficos, sin amenazas ni restricciones injustas a los derechos de los demás”, en lo que parece ser una alusión a los piquetes y cortes de vías. Hay luego una referencia a los jueces para los que solicitan “independencia, estabilidad y tranquilidad” pero a quienes se les reclama por la “lentitud de la Justicia (que) deteriora la confianza de los ciudadanos en su eficacia”.
En el documento hay también críticas al sistema carcelario y a la violencia verbal, y denuncia de las calumnias y las mentiras, tras lo cual la jerarquía católica solicita “recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones”.
A pesar del diagnóstico pesimista, los obispos creen que en “nuestra sociedad se encuentran también los recursos para afrontar el paciente camino de la recuperación” y sostienen que “todos estamos llamados a la tarea de educarnos para la paz”. Al defender la vida, en términos generales, se usa la ya tradicional fórmula “desde la concepción hasta la muerte natural”, con la cual la Iglesia se opone a la interrupción del embarazo y a la eutanasia”.
El documento finaliza con una exhortación, “particularmente a la dirigencia”, para que desarrolle “un diálogo que genere consensos y políticas de Estado para superar la situación actual”.
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