EL PAíS › LAS TENSIONES ENTRE KIRCHNER Y SOLA
El deshielo
Esta semana comenzaron a recomponerse las relaciones entre el gobierno nacional y el bonaerense. La frialdad de la Rosada. El rol de Duhalde.
Por Sergio Moreno
Cuando el peronismo no tiene a quien temer, inventa enemigos intramuros. La ausencia de oposición, su desarticulación y la licuación de su peso electoral, además de ser materia de preocupación de varios arquitectos del PJ, hace que el oficialismo busque enemigos en sus propias filas. Eso ocurre hoy mismo en el fundamental peronismo bonaerense, a apenas semanas de haber ganado las elecciones distritales por un inapelable margen de más de 30 puntos. El gobernador triunfante, Felipe Solá, se siente acosado por el jefe del poderoso PJ provincial, Eduardo Duhalde, a quien acusa de ser “el diablo que metió la cola” entre él y el Presidente. “Por suerte, esta semana comenzó la distensión con Kirchner, después de que Felipe mandara muchos mensajes de paz a la Rosada”, confió a Página/12 un estrechísimo colaborador del gobernador.
En La Plata cuentan que, desde el 25 de mayo –cuando Kirchner asumió la presidencia–, se generaron muchos ruidos que fueron tapados por la campaña electoral bonaerense. Ruidos que enrarecieron el clima entre el Presidente y el gobernador. Ruidos que el “estilo K” magnificó. “El fenómeno K es muy fuerte, se llevó puesto todo. Este fenómeno no permite adhesiones, sólo permite genuflexiones, subordinaciones; es despiadado, durísimo”, dicen en los alrededores del despacho de Solá, resaltando que cada opinión diferente que se tenga será tomada como una afrenta en la Rosada. “Te hacen chistes como que vos no sos ni chicha ni limonada, se ríen, je,je,je, y con esa risita te degradan. Menem era así”, ejemplifican, con una cierta amargura, en la capital provincial.
Ahora el clima se ha distendido. Pero hasta la semana pasada el frío y la distancia se derramaban entre la Capital Federal y La Plata. El gobernador bonaerense cree que fue Duhalde quien sembró la cizaña. “Felipe finalmente sacó mucha diferencia a su favor (en las elecciones) en relación con la lista de diputados. Eso generó una gran bronca de Duhalde hacia él. Y se acentuó con su pérdida de poder ante Kirchner”, ensayan los hombres de Solá, para quienes un gran político como el ex presidente puede disimular dicha pérdida de poder, pero no puede disimular la bronca. “Felipe ganó; debería haber sido un triunfo funcional a todos, pero no, empezaron a pasar la boleta, empezaron a pegarnos”, argumentaron frente a Página/12 dos confidentes de primer nivel de decisión en el gabinete bonaerense.
La alianza estratégica entre el Presidente y su predecesor constituyó, a los ojos del gobernador y sus escuderos, un corset para los planes y la futura gestión platenses. Un hombre de extrema confianza de Solá analizó la entente de esta manera: “Lupín (Kirchner) rosqueó con Duhalde, acordó como lo hacen dos cuchilleros, con los cuchillos bajo el poncho. Pero fue un acuerdo, un buen acuerdo. Entonces, desde la Rosada, comienzan a hacer convocatorias a los intendentes pasando a Felipe por encima, sin respetar su entidad. Además, y eso fue notorio y avasallador, sobrevino un frío, un frío total en el trato hacia él”.
Siguiendo el relato de las fuentes bonaerenses consultadas, Solá intentó morigerar la animadversión que, creía, se exhalaba desde la Rosada hacia su persona. “Felipe pensó que esto se podía arreglar hablando con un ministro que le parecía de los más lúcidos, Alberto Fernández. Sin embargo, después de hablar con él, vino la ola, y nos empezaron a pegar, a dejarnos afuera de todo. Solá no lo podía creer, y se dio cuenta de que Alberto Fernández es el más complicado de todos”, relató un ministro que suele conocer los pensamientos del gobernador.
En el encuentro con el jefe de Gabinete, Solá le había propuesto un acuerdo de cuatro años de paz, “donde ganábamos todos”, continuó el confidente de Página/12. El gobernador salió de la reunión pensando en que se habían puesto de acuerdo. Poco duró el embrujo. “Al otro día de esa reunión, vino la andanada, nos tiraron con todo, le pasaron a Felipe miles de facturas: que no apoyó a Ibarra, que dijo tal o cual cosa contra Kirchner durante la campaña...”, contó uno de sus colaboradores. Solá, entonces, decidió consultar con un importantísimo ministro del gabinete nacional, viejo amigo suyo, de extrema confianza.
–Cuando hay que enfrentar al establishment, Alberto (Fernández) nunca va a estar; Néstor (Kirchner) sí va a estar y lo enfrenta. Tiene agallas –le dijo el ministro, que agregó–: “Alberto no te paga ningún costo político”.
Los estrategas del gobernador bonaerense gustan marcar cuán diferentes son los problemas que deben enfrentar desde el Poder Ejecutivo nacional y el provincial. “Kirchner puede ajustar contra el establishment; Felipe tiene que ajustar contra los empleados del Estado. Los amigos de Kirchner en la provincia son los enemigos objetivos de Solá: ATE y Suteba. Para colmo, en la provincia aparece una Corriente Nacional y Popular 25 de Mayo, que huele a (Carlos) Kunkel (subsecretario general de la Presidencia) pero también a Alicia Kirchner (ministra de Desarrollo Social y hermana del Presidente)”, especula una de las fuentes consultadas.
Por si fuera poco, en La Plata decodifican las señales del gobierno federal como un código de mensaje autoritario. “Lupo no tiene sutilezas. En el gobierno (nacional) hay una fortísima corriente instalada que se basa en decir quién es bueno y quién malo, quién es transversal y quién un peronista arcaico, quién se recicló y quién no. No hay lugar para disentir”, (mal)dicen.
El diablo
Para los hombres del gobernador hay un solo causante de tantos males: Duhalde. “Nunca hubo un gesto del gobierno nacional hacia Solá después de la campaña. En la campaña, Kirchner jugó fuerte porque sabía que Felipe ganaba fácil, y ese triunfo era todo ganancia para él. ¿Qué pasó? Duhalde metió la cola. Le hablaba mal a Kirchner de Solá, le decía que Felipe era el enemigo a enfrentar en el 2007. ¿A quién, si no, le conviene la pelea entre Felipe y Kirchner? A Duhalde.” El razonamiento, efectuado ante Página/12 por otro de los incondicionales del gobernador bonaerense, no contempla un hecho de conveniencia política. ¿Por qué Duhalde, que apoyó a Solá en el pasado, habría de querer enrarecer la gestión del gobernador, cuando para cumplir con su plan mediato, que es el que su mujer, Chiche, sea la sucesora de Solá en 2007, necesita una gestión cuando menos decorosa del PJ en estos cuatro años?
–Tiene mucha bronca –dijo un ministro.
–Perdió poder ante Kirchner –dijo otro colaborador del gobernador.
–Va a tener quien enfrente su proyecto en la provincia, en el 2007 –confió otro funcionario a este diario.
El hombre que ya le comunicó que lo enfrentaría es el ministro del Interior de la Nación, Aníbal Fernández. Un dirigente que conoce a ambos contó a Página/12 que Fernández llamó un sinnúmero de veces al ex presidente para solicitarle un encuentro. Nunca se lo concedió. Cansado, el ministro del Interior le transmitió –por teléfono– que competiría por la gobernación en 2007.
Solá había sentido el rigor de la imposición cuando Duhalde propuso como reemplazante de Juan Pablo Cafiero en el Ministerio de Seguridad provincial a Alfredo Atanasof o a Juan José Alvarez. El gobernador, ante el pedido de relevo que le hizo Cafiero –quien una semana después de dejar el ministerio sufrió un infarto, producto del stress–, optó por Alvarez. “Juanjo sabe, le gusta mandar y tiene hambre, quiere ser gobernador, y está bien que así sea: eso mantiene a los ministros hiperactivos, si no, se achanchan, se burocratizan”, suele comentar el gobernador.
Parches
Volviendo al estado de las relaciones entre la Casa Rosada y La Plata, Solá, después de su fracasado encuentro con Alberto Fernández y de mantenerse en el freezer durante dos semanas, continuó emitiendo mensajes de paz hacia Balcarce 50. Tuvo buena recepción. El pasado lunes formó parte de la partida que encabezó un acto en la Basílica de Luján junto a Kirchner, invitado por el Presidente. Al día siguiente el convite a la Rosada volvió a repetirse: participó en el acto donde Kirchner lanzó sus advertencias a los dueños de las privatizadas –“no voy a negociar bajo presión”, dijo en esa oportunidad el Presidente a las empresas de energía eléctrica.
En La Plata se preguntan cuánto tiempo más durará la paz, rogando que se prolongue lo máximo posible. La desconfianza, ahora, reconoce su génesis en el Conurbano, más precisamente, en Lomas de Zamora.