Lunes, 15 de junio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
Aunque muchos creen que no es lo importante, ya se están anunciando los candidatos a la vicepresidencia para las elecciones nacionales de octubre.
Elegidos por los partidos o por los precandidatos al cargo mayor, la tensión empieza ahora porque finalmente la ciudadanía va a votar binomios presidenciales. Y esa tensión, que también calienta el panorama político, deja en claro que en la democracia sí importan los vicepresidentes.
La historia argentina está llena de casos, por lo menos desde que Alejandro Gómez acompañó a Arturo Frondizi en 1958 para luego protagonizar una sonada y traumática renuncia. En 1976, María Estela Martínez sucedió a su esposo Juan Domingo Perón y lo que siguió fue un horror. En octubre de 2000 Chacho Alvarez renunció a suceder a Fernando de la Rúa en medio de un escándalo, y esa falta de vice fue parte del sainete de los cinco presidentes de diciembre de 2001. Y más recientemente, ninguna decisión vicepresidencial kirchnerista estuvo exenta de conflictos: Daniel Scioli tuvo serios choques con Néstor Kirchner, quien como se dice en algunas familias debió ajustarle las clavijas; Julio Cleto Cobos traicionó, podría decirse, dos causas: la radical primero y la kirchnerista después. Y Amado Boudou sigue siendo un problema para CFK, más allá de cómo termine su actual calvario judicial.
Es más que evidente que en la Argentina la vicepresidencia no es un cargo menor ni decorativo. De ahí que importa muchísimo prestar atención a los vices que eligen los aspirantes al así llamado sillón de Rivadavia.
Para las primarias de agosto y por el lado derecho, podría decirse, el Sr. Mauricio Macri viene dando claras señales de que, acompañado por los señores Frigerio, Michetti o Bullrich, su vice será porteño y de su palo, cerrando así una fórmula de espaldas al enorme país que somos. El Sr. Ernesto Sanz ha elegido a un joven economista de 41 años, neoliberal neto y reconocido por posteos en tuiter como el que exhortaba a perseguir guanacos. Y el ladero de Elisa Carrió será el Sr. Héctor “Toty” Flores, ex piquetero, ex diputado nacional y ex peronista que trabajó para el casamiento de la varias veces candidata con el macrismo.
Por el lado del FpV heterodoxo, por llamarlo de algún modo, las cosas también empiezan a aclararse. En reiteradas y machaconas notas periodísticas (que hoy sustituyen a los organismos partidarios), parecen estar en oferta dos posibles acompañantes para el gobernador bonaerense: su colega sanjuanino José Luis Gioja por un lado. Su colega salteño Juan Manuel Urtubey por el otro. Más a la derecha no parece haber candidatos.
Enfrentado a él dentro del FpV, y encarnando lo que podría llamarse ortodoxia kirchnerista, Florencio Randazzo dio señales claras la semana pasada. El vice que “le gustaría”, dijo, es el gobernador chaqueño Jorge Capitanich. Claro que declaró enseguida su lealtad a la Presidenta, dijo “hay que esperar” y aseguró “acatar la decisión de Cristina”.
Al respecto, en algunos mentideros de la política los hasta ahora nunca declarados deseos de CFK dan lugar a todo tipo de apuestas: no le disgustarían ni Capitanich ni el ministro Axel Kicillof, pero su tantas veces equivocado dedo hace dudar para dónde apuntará ahora.
Por el lado del Sr. Sergio Massa, que se ha reprogramado como candidato luego de innumerables desplantes y ofensas por parte del elenco que lo ensoberbeció durante meses, tampoco le es fácil definir un vice. Roberto Lavagna se negó y algunos exagerados insisten en el aceitoso presidente de la Corte Suprema, Dr. Lorenzetti. Lo que se sabe es que le ofreció la vice al gobernador cordobés José Manuel de la Sota, quien también le dio un portazo en la cara. Y las caras habrán de verse ambos en las PASO, por el momento sin vices a la vista.
La Sra. Margarita Stolbizer ya anunció que su ladero será “un socialista”, y a la hora de poner nombres suenan los de Hermes Binner y Antonio Bonfatti. Y en las carpas del eterno Sr. Adolfo Rodríguez Sáa, chismosos habituales dicen que lo acompañaría el inefable Pino Solanas o un sindicalista de las barras de Hugo Moyano. Y en cuanto a la dizque izquierda organizada argentina, si existiera tal cosa, por ahora irá a primarias con dos listas. La del PO la encabezan el previsible Sr.José Saúl Wermus, políticamente “Jorge Altamira”, y el Sr. Juan Carlos Giordano. La del PTS sería integrada por los diputados Nicolás Del Caño y Myriam Bregman.
Como se ve, no es sencillo el panorama y es enorme lo que está en juego. Por eso muchos no entienden el cerrado silencio de la Presidenta frente al discurso anodino de Scioli –elemental, de frases hechas, sin audacias conceptuales– y al por momentos muy agresivo de Randazzo. Los dos tienen capitales: éste la gestión ferroviaria y antes la de documentos; aquél no haber destacado por escándalos o corrupciones sonoras, lo que no es poco mérito en estas tierras. Maestro en hacer la plancha, según algunos, tampoco deja obras memorables y hay quienes dicen que “Clarín ya lo compró, y si todavía no, será después que gane, si gana”. Quizás por eso su esposa dijo la semana pasada en La Voz del Interior (el Clarín cordobés) que si llega a la Presidencia, “Daniel con el kirchnerismo se va a llevar bien”. Toda una definición.
Que quizás explica la curiosa estrategia de La Cámpora, que intenta ser aún más astuta que el tero. Si el emblemático pajarito criollo canta en un lado y pone los huevos en otro, la estrategia camporista parece ser cantar y poner huevos en los dos. Por si las moscas.
Sin embargo, lo que para muchos no se explica es la firme neutralidad de CFK en esta puja, aunque es obvio que así se garantiza seguridad jurídica futura, cuando sea bombardeada por todos los odiadores que desatarán sus furias por los muchos intereses y negocios que ella y su gobierno afectaron.
Lo cierto es que por ahora su no declarada preferencia por Randazzo, ministro y cofrade de la Casa Rosada, mantiene todo en suspenso. Aunque si es verdad, como parece, que ella y el kirchnerismo duro prefieren al de Chivilcoy y no al ex motonauta, no faltan los que se entusiasman pensando que, de ser llamados, los votantes que hoy la ponen arriba en todas las encuestas inclinarían masivamente la balanza.
Pero la Argentina es un potro siempre demasiado chúcaro.
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