Jueves, 15 de octubre de 2015 | Hoy
EL PAíS › LA HISTORIA DE NICOLáS Y SEBASTIáN KONCURAT, ENVIADOS A UN INSTITUTO DE MENORES DESPUéS DEL ASESINATO DE SUS PADRES
En el juicio oral por los crímenes de la ESMA, el acusado Gonzalo Torres de Tolosa, que entonces trabajaba en un juzgado, confesó que pidió “autorización” a la plana mayor del grupo de tareas para devolver a los niños a su familia.
Por Alejandra Dandan
Entrado en etapa de alegatos, el juicio por los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada está reconstruyendo los últimos secuestros del año 1976. Entre ellos, los asesinatos de Mario “El Jote” Koncurat y de su esposa Claudia Josefina Urondo de Koncurat, hija del poeta Francisco “Paco” Urondo para entonces ya asesinado en Mendoza. Los crímenes de Mario y Josefina entraron en el juicio ESMA con algunas hipótesis pero la suma de testimonios, la revisión de documentos del archivo y la inesperada declaración de uno de los imputados revelaron algunos datos e hicieron que la verdad saliera a la luz allí, in situ.
Mario y Josefina no fueron trasladados con heridas a la ESMA, sino tal como sospechaba la familia, los asesinaron en el operativo del 3 de diciembre de 1976. Pero el dato más inesperado fue sobre sus hijos: Nicolás y Sebastián, de 2 y 3 años, habían sido llevados al Instituto de Menores Mercedes de Lasala y Riglos de Moreno. Estuvieron allí cuarenta días todavía oscuros. Hasta ahora sólo existía la hipótesis de que habían sido víctimas del Grupo de Tareas de la ESMA, pero faltaba saber cómo había pasado: el juicio lo reveló.
Sebastián y Nicolás declararon en el debate. Nicolás llegó a la audiencia con unos papeles del Riglos, parte de su legajo, recuperado en los archivos del Ministerio de Desarrollo Social. Sebastián contó su reconstrucción de lo que había pasado con ellos dos ese viernes 3 de diciembre de 1976, a la tarde, cuando el grupo de la ESMA ya había interceptado a sus padres y, como dice el alegato, “comenzó a disparar contra ellos infringiéndoles heridas que les ocasionaron la muerte”. Sus cuerpos fueron trasladaron sin vida a la ESMA. Ese viernes era el tercer día que los niños iban a una nueva escuela, el Jardín de Infantes de la calle Pasaje El Maestro 155 de Caballito. Llevaban otro apellido, por razones de seguridad. “De acuerdo al relato que reconstruí con mis tíos y abuelos –dijo Sebastián– ese viernes, era el tercer día que nos llevaban a ese jardín. Nuestros padres nos dejaron ahí y nunca nos volvieron a buscar. El lunes, la directora nos volvió a llevar al jardín y mis padres no aparecieron, entonces nos llevó a la policía. Un juez de menores nos destinó al hogar Riglos de Moreno. Estuvimos 40 días y tengo un recuerdo emocional de mucho maltrato. Mi abuela después me preguntaba por qué me cubría cada vez que me retaba. Después entendí que había sufrido violencia física o emocional en ese lugar.”
Con estos datos, ingresó el “caso” a juicio. “El caso de los menores Koncurat ingresa en este juicio con la posibilidad de que los niños hayan sido trasladados al campo de exterminio junto con sus padres”, dice la fiscal Mercedes Soiza Reilly que con Guillermo Friele llevan adelante la acusación. “Sabíamos que los niños habían sido parte del horror y víctimas del Grupo de Tareas pero el tema era saber qué había ocurrido concretamente con ellos. Cuando Nicolás acercó las fotocopias del expediente en la audiencia, los documentos que pudo recuperar del Ministerio de Bienestar Social sobre los días que junto a su hermano habían estado alojados en el Instituto de Menores Riglos, nosotros solicitamos la incorporación de esos papeles al debate y la remisión de los expedientes. Con los papeles en la mano, advertimos que podía caber la posibilidad de que para la Navidad de diciembre de 1976 uno de los menores haya sido retirado del Hogar por una persona porque del expediente surgía una constancia según la cual un hombre se había llevado a uno de los niños. Ese fue nuestro primer norte: podía haber ocurrido que los menores hayan sido llevados a la ESMA ante sus padres con el objeto de conseguir información y atormentarlos dentro del centro clandestino, ante su presencia. Hasta ese momento, eso podía ser posible porque hasta donde sabíamos por los dichos de uno de los sobrevivientes, el padre de los chicos había llegado herido pero vivo a la ESMA”. Esto empezó a cambiar con el correr de las audiencias.
Los hermanos Koncurat estaban anotados en el jardín con el apellido Campolongo. Durante el fin de semana, dos docentes se los llevaron a sus casas. El lunes 6, como dijo Sebastián, la directora los llevó a la comisaría 10a. Los chicos quedaron a disposición del Juzgado Correccional de Menores de Jorge Muller que decidió trasladarlos al Riglos. El 18 de diciembre, el juzgado dejó la causa: se declaró incompetente por entender que podía haber un delito de abandono de familia. El trámite pasó, así, al juzgado criminal de instrucción 9 a cargo de Oscar Hermelo. El secretario tutelar de ese juzgado era Gonzalo Dalmacio Torres de Tolosa, abogado, uno de los dos civiles imputados en la megacausa, denunciado por Adolfo Scilingo como parte de los tripulantes de los vuelos de la muerte y a quien identificó como el “Teniente Vaca”.
En junio, Torres de Tolosa pidió ampliar su declaración. Es uno de los pocos imputados que suele estar sentado en las audiencias. Lleva gorro de lana negro en la cabeza, aun dentro de la sala. Está con prisión domiciliaria. Tiene abogado defensor oficial. Ese día se peleó con su abogado porque, dijo, no lo dejaba declarar. En la intervención, pidió a los jueces que lo manden preso. Lloró. Hizo un poco de show. Pero los fiscales anotaron algunos datos. Uno, sobre Mario y Josefina: dijo que los había matado el GT. Dos, el más importante, sobre sus hijos: explicó que por sus funciones tuvo contacto con el abuelo de los niños que iba recorriendo distintos juzgados buscando información. Al notar, según sus dichos, que los niños Campolongo eran en realidad Koncurat Urondo fue a la ESMA a “consultar” al Tigre Jorge Acosta sobre el caso. Acosta lo mandó a ver a Francies William “Pablo” Whamond que “estaba en pleno conocimiento de la situación” y que confirmó que los niños eran ellos. En ese contexto, pidió autorización a Acosta para devolverlos a la familia. Habló con el juez y los niños fueron devueltos a la familia.
Los fiscales lo escucharon. Tomaron nota. Dicen que Torres de Tolosa parece obsesionado con los Koncurat. Que es de lo único que habla. “¿Que pasó cuando declaró Torres de Tolosa?”, dice Soiza Reilly. “Nos contó la historia y todo cerraba. Confirmó la muerte de los padres de los niños en manos del GT. Confirmó que los menores estaban a disposición de su secretaria tutelar. Y, confirmó, especialmente, que fue a la ESMA, habló con Acosta, que lo mandó a hablar con Whamond y no solo dio detalles del operativo sino que confirmó que los menores –que hasta ese entonces se llamaban Campolongo– eran los chicos Koncurat. Nosotros sostenemos que Torres de Tolosa fue a buscar aprobación del GT para entregar a los niños, que se hallaban sustraídos, retenidos y ocultados a disposición de la Armada, usando como lugar de cautiverio la propio la institución del Riglos. A tal punto, que después de esa charla los menores fueron restituidos a su familia biológica.”
Durante el alegato, la fiscalía señaló, de hecho, que Torres de Tolosa fue a “solicitar autorización” a la ESMA “para entregar a los menores a sus abuelos maternos que los estaban buscando”.
Y cuando obtuvo ese acuerdo, el juzgado “autorizó la entrega, el 10 de enero de 1977, y que luego de permanecer 40 días bajo el control militar de los miembros del GT 3.3 de la Armada, Sebastián y Nicolás fueron restituidos a sus abuelos paternos”. La fiscalía acusó a 17 represores por los cargos de sustracción, retención y ocultamiento de los dos menores de 10 años. Entre los imputados nombró a Torres de Tolosa pero también a los represores más simbólicos de la ESMA como Acosta, Alfredo Astiz, Ricardo Cavallo, Miguel Fotea, Antonio Pernías y Jorge Radice. Todos fueron también acusados por los asesinatos de sus padres: “por el homicidio doblemente agravado por alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas”.
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