Lunes, 9 de noviembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Eduardo Aliverti
Fue una semana de aprontes antes del envión final hacia la meta, pero con más definiciones que las aparentes en medio de tanto enchastre con la supuesta campaña del miedo de unos, la plancha de otros y los cálculos, sobre todo en el oficialismo, de cómo enfocar a una táctica ganadora para la que no sirve ningún manual. Son, todas o casi, más opiniones que certezas.
En el rincón kirchnerista hay bandazos y no, claramente, un comando unificado. El gran diseño discursivo es sólido, respecto de haberse plantado en que hay dos modelos en disputa, pero las chicanas y réplicas muestran todavía el estado de shock y pase de facturas. La movida espontánea por abajo, en las calles, en las redes, en ambientes diversos, en la pelea voto a voto, asoma más fuerte que las señales salidas desde referentes y dirigencia mayor. El macrismo disfruta de la primavera, a simple vista continúa evitando cualquier definición categórica en torno de sus medidas puntuales de gobierno y, por cierto, no sufre frente interno por fuera de cómo prepararse para gestionar lo que no preveían y de cómo conformarán a los radicales –si es que van a conformarlos– en la repartija de unos pocos cargos. Para todo observador más atento, empero, sí que hubo enunciaciones concretas. Por tomar sólo dos, el economista Alfonso Prat Gay –quien sigue especulado como principal candidato de la alianza Cambiemos a ocupar la cartera del área– dijo que la devaluación del peso ya sucedió. Traducción: asentó el anuncio del propio Macri en cuanto a que no se puede esperar más y que la “liberación” del mercado cambiario será inmediata. Los medios opositores despacharon esos anuncios a segunda o tercera plana. Y Juan José Aranguren, ex directivo de Shell y responsable del área energética de Macri, indicó que incluso tienen en análisis si no reprivatizarían YPF y que el autoabastecimiento petrolero es un tema secundario. Tampoco figuró en lugares destacados de la prensa opositora. Ahora sí da la impresión de que el debate televisado, cara a cara, entre Scioli y Macri, puede tener un peso decisivo siendo una elección muy estrecha. Se supone que en un ámbito tan directo no quedará lugar para las escondidas. Si Scioli se prepara como es menester, tanto en contenidos como en la disposición anímica que exhibió en algunas de sus últimas intervenciones públicas, debería ganar ese debate gracias a mostrar y exigir ideas específicas. Contribuiría a allegarse voluntades del electorado massista, cuyas proporciones de intención final son el gran misterio del ballottage. Macri también puede prepararse como se debe, naturalmente. Tiene el hándicap y la desventaja simultáneos de cuando se llega en ganador.
El jueves pasado se presentó el libro del diputado socialista Jorge Rivas, El rumbo. La izquierda en el proyecto nacional y popular. La severa discapacidad física que sufre Rivas desde 2007 no le ha impedido, sino todo lo contrario, seguir siendo uno de los cuadros políticos más lúcidos y militantes que haya conocido este país desde, por lo menos, la recuperación democrática de 1983. El libro es un agrupado con más de 350 páginas. Recoge muchas de sus notas periodísticas, charlas, ponencias parlamentarias y documentos partidarios. Pero tiene el curioso mérito de poder leerse no como una mera recopilación sino en secuencia narrativa que marca, con brillantez sintáctica y contundencia ideológica apabullante, el decurso argentino desde principios de 2009. Y claro que hacia atrás también. El día que la derecha tenga gente que escriba y defina así, con ese rigor dialéctico, en vez de apelar a fraseologías infantiles y provocaciones baratas, tendremos debates más serios sobre la cuestión nacional, la inserción argentina en el mundo, la mano invisible del mercado, el destino regional, las estrategias de desarrollo y tantos otros asuntos que quedan reducidos a marketing de candidatos; y a odio político y de clase, en ese orden o viceversa. Las palabras que Rivas usó el jueves salieron desde el programador vocal de texto que emplea, y cuya sincronización y sonoridad le dan todavía más impresión conceptual a lo que dice. Debe ser por la expectativa que va creando esa vocalización ralentada, que compele a atender cada oración. Es como si se impusieran los silencios reflexivos, que tanta falta hacen. La cosa es que Rivas usó buena parte de su tiempo para apelar al palo propio, para convocar a dejarse de joder, y entonces dijo: “Cuando digo comprometernos en tanto socialistas, quiero decir también hacer el máximo esfuerzo para convocar a los demás socialistas, y a todos los militantes de la izquierda de raíz marxista del país, a sumarse a este proyecto. Porque los destinos de nuestro país y de toda la región se debaten en una nueva dimensión histórica (...) Creo que está a la vista que el mundo entero marcha vertiginosamente hacia una desigualdad cada vez más terrible. Y hacia la aplicación de dosis de violencia cada vez mayores a los pueblos pobres, y a los pobres de cada pueblo. Y lo que hemos hecho, en varios países hermanos y acá mismo, en nuestro país, es levantar diques de contención para la desigualdad y la violencia. La inclusión social, la ampliación de derechos, la ausencia de represión a la protesta social, la sanción judicial a los terroristas de Estado, son algunos de esos diques que nos distinguen en el mundo feroz de la crisis del capitalismo. Los militantes de izquierda sabemos, hablando con honestidad intelectual, que no estamos en condiciones de proponer una transformación radical del carácter del Estado. No podemos alentar la esperanza de que desaparezcan en el corto plazo las injusticias, ni sostener un modelo cerrado y perfecto de organización social superadora. Sí podemos avanzar, como parte de un masivo y heterogéneo movimiento popular, fortaleciendo nuestro Estado, para seguir enfrentando al poder económico concentrado, en el largo y difícil camino que nos acerque paso a paso a una sociedad más justa (...) Votar por la fórmula del Frente para la Victoria es no sólo asegurar la dirección del proyecto nacional y popular. Es, además, cerrarle el paso a la restauración conservadora, que nos pondría nítidamente en el camino opuesto a nuestro rumbo. Ese voto no puede ser la elección necesaria sólo para el FpV. Debe serlo, también, para todos aquellos que son y se sienten socialistas, de izquierda, progresistas, cualquiera sea la decisión que adopten los dirigentes de sus organizaciones. Seguramente escribiría hoy algo así, si pudiera agregar una página al libro para cuya presentación nos hemos reunido. Un abrazo a todos, y nuevamente muchas gracias”.
Gracias a vos, Jorge. Más significativo que representativo, o al revés, es importante que una de las estaturas éticas y discursivas más elevadas de nuestra clase política refuerce estas rayas de la grieta que sí conviene alentar, o que es directamente obligatoria. De lo contrario quedaría difusa, presa de “basta de confrontaciones”, la diferencia intrínseca entre el modelo de los privilegiados eternos y el que, con todos sus errores y contradicciones, le puso algunos límites –siempre tan grandes o tan chicos como cada quien quiera– a la formidable acumulación de ganancia de la clase dominante. Quizá sea legítimo corregir o precisar esta última definición, porque en verdad ocurrió que el poder económico concentrado siguió gozando de ventajas y acumulaciones dinerario-corporativas descomunales. Lo que se quiso y pudo es afectar una parte de esa renta para redistribuir con vocación ni siquiera más igualitaria, qué va, pero sí enormemente más estabilizadora de los desequilibrios sociales; más comprensiva y repartidora hacia los desposeídos que acabaron en 2001 sin ninguna esperanza. Argentina no es menos desigual desde 2003. Es menos injusta. Lo que puede llegar a rifarse el 22 de noviembre es justamente eso. Nada más que eso y nada menos que eso. Fue Fidel, no La Cámpora ni ultra K alguno, quien le dijo a la dirigente chilena Camila Vallejos, a comienzos de 2012, que “hay que defender a una mujer que representa el punto más alto de lucha en América latina, y que es Cristina Fernández”. No está de más recordárselo, como implicó Rivas en sus palabras, a la izquierda que invariablemente insiste en terminar siendo funcional a la derecha.
En la presentación del libro, Andrés Larroque admitió que las dificultades impensadas, o mucho más potentes que lo previsto, surgidas en el kirchnerismo tras la primera vuelta, podrían no haber venido tan mal como parece si es por despertar a energías que parecieron achancharse en la seguridad de un resultado puesto. Y Carlos Zannini produjo otra catarsis, diríase, al señalar aquello de que el neoliberalismo genera las crisis en nuestros países, en la patria grande, para que después surjan los gobiernos y movimientos populares que levantan el muerto y para que más tarde las clases medias (y aun una franja de las populares, puede agregarse), habituadas a la mejora del consumo y de sus derechos sociales, puedan ser capaces de volver a confiar en el pecado original. ¿Qué click hay ahí, en esos pasajes, en estas coyunturas, en los que pareciera haber una necesidad compulsiva de cambio antes que preservar los cambios que justamente sirvieron para cambiar cuanto todo se venía a pique? ¿Pasa por corrupto más o corrupto menos, como si fuesen los grados de corrupción oficial, aquí o donde sea, lo que determina el nivel de rumbo orgánico de un país? Ni qué hablar cuando se observan cuáles son las opciones de honestidad institucional que se presentan como alternativa al kirchnerismo. Más pareciese, junto con la sensación de los muchos votantes confiados en logros estimados irreversibles, que se impone o podría imponerse el carácter epocal de un disconformismo social constante, gobierne quien gobierne, atribuible a las condiciones de masas sumidas en excitación permanente y producto de tantos espejitos de colores e irritación interconectada. Es una hipótesis, apenas, o hasta más pequeño que eso, frente a la realidad de esa mucha gente –hoy, acá, mañana en sentido inverso y luego nuevamente contrapuesto– que mejoró su nivel de vida, que se pudo jubilar, que dispone de empleo en blanco o de trabajo informal que le sirve para empate así sea a los tumbos, que se terminó la casita o está en eso, que cambió el auto, que viaja, que ahorró, que sigue teniendo montones de dramas o dificultades pero aunque sea habiendo sacado la cabeza afuera del agua.
Y que sin embargo estuvo y estaría dispuesta a votar a un partido de derechas, porteñocéntrico, para resetear la secuencia conocida. Seguramente hay que repasar, estudiar y accionar mucho más y mejor. Nuevamente, aquello de que cuando teníamos todas las respuestas nos cambiaron todas las preguntas.
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