EL PAíS › LA VIRGEN DEL SENADOR DE LAS COIMAS

Nuestra señora de Cantarero

Cuando zafó del escándalo de las coimas, se dijo que el senador tenía un Dios aparte. Pero resulta que tiene una virgen propia, que atiende en Internet, se deja fotografiar y aparece, convenientemente, al borde de un country paquete donde tiene intereses. Marcelo Cantarero anda entre milagros y negocios, con la virgen de El Cerro.

 Por Susana Viau

Cuando zafó del escándalo de las coimas en la Cámara alta se sospechó que tenía un Dios aparte. Ahora parece que el representante, mandato vencido, no sólo goza de una divinidad propia sino del kit completo porque, en Salta, el pueblo llano habla cada vez con más fuerza de “la virgen de Cantarero”. Hasta allí y en peregrinación sabatina acuden los pobres de la provincia y los ricos de otras regiones del país. La meta no es orar ante la ermita de la Virgen –que en realidad se llama alternativamente “del Cerro” o Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús– sino recibir la influencia benéfica de la manosanta María Libia Obeid. El cerro donde esto ocurre se levanta frente al Campo de Castañares, escenario de la Batalla de Salta, y allí están sucediendo cosas milagrosas: los estados de trance en que caen, como moscas, los visitantes de Obeid y la celeridad con que se construye la urbanización Valle Escondido. En ella, un vergel de altísimo standing asentado sobre tierras que algunos adjudican a Amalia Lacroze de Fortabat, vive el ex senador. Las malas lenguas consideran que el fenómeno religioso realimenta al inmobiliario y los dos constituyen un formidable negocio de Marcelo Emilio Cantarero.
La urbanización está emplazada sobre 70 hectáreas y uno de sus accesos se ubica en el barrio Tres Cerritos, a unos 8 kilómetros de la capital y a dos mil metros del santuario: 105 lotes con luz, agua potable, teléfono, Internet banda ancha, seguridad privada, recolección de basura, caballerizas, canchas de fútbol, voley y golf, y “ecovías” para bicicletas, trekking y footing: una joya. El camino a los Altos de Tres Cerritos se está ampliando y para ello trabajan en jornada intensiva las máquinas que desmontan la vegetación achaparrada que crece sobre un suelo de rocas y arcilla. Las labores –contó hace poco el semanario local Cuarto Poder– son observadas de reojo por quienes desde hace años tienen casas en la zona: temen que favorezca el desprendimiento de rocas, que la lluvia lave la falda del cerro 20 de Febrero y afloje la tierra de la pendiente. Por ahí tiene su finca Marcelo Emilio Cantarero y en ella festejó, durante dos días, su 60 cumpleaños. El chalet, de lujosa factura, tiene dos garajes con las puertas siempre abiertas cuando el propietario está en la casa.
La ermita de la Virgen del Cerro, de la Inmaculada o de la “Virgen de Cantarero” se edificó a toda velocidad: las obras empezaron en el otoño de 2001 y terminaron siete meses después, en diciembre. Fue un trabajo arduo. Sesenta mil kilos de material debieron ser subidos hasta el lugar, según dicen, “a pedido de la Virgen”. Así el cerro quedaba encerrado entre dos enclaves santos: en la base, el de la Virgen Peregrina de Nuestra Señora de Shoenstadt; trescientos o trescientos cincuenta metros más arriba, el de la Virgen de Cantarero. La virgen, la virgen niña que se le apareció a María Libia Galeano de Obeid, eligió para su presentación al segundo. La iglesia, oficialmente, no da fe de la autenticidad del milagro ni descarta que detrás de lo sobrenatural se escondan intereses inmobiliarios. El arzobispo Mario Carniello frunce el entrecejo ante el avance de la popularidad de María Libia, quien lo entrevistó para plantearle la idea de instalar no un santuario sino una catedral en las alturas. Los planos que María Libia le presentó al arzobispo no estaban firmados por ningún profesional. El arzobispo Carniello quiso saber quién los había hecho. María Libia le contesto, muy suelta de cuerpo: “La Virgen”. Para no cometer la imprudencia de rechazar “in limine” la posibilidad del milagro, la curia formó una comisión de análisis de las apariciones virginales que cuentan, en cambio, con el aval y la protección de la orden de las Carmelitas Descalzas. Es que las monjas del Carmelo fueron desde un principio las depositarias de los grandes secretos de María Libia.
Cuentan que la elegida no fue siempre una beata. Antes de ser famosa por sus interlocuciones celestiales, María Libia era popular por sus pelucas.De golpe su vida cambió y la transformación tuvo que ver con la aparición de la virgen, tres años atrás, el 9 de julio de 2001. Ahora, María Libia usa una camisa blanca, el cabello recogido, falda larga y negra, sandalias franciscanas negras y un rosario también negro, “de pecadora”. Casada con un contador –Carlos “Pupa” Obeid– y prima de un agente inmobiliario que suele vender lotes de Valle Escondido, María Libia tuvo una suerte única y logró lo que no pudieron los pastorcitos portugueses, que debieron pelarse el alma para que la aparición de su virgen, en Fátima, fuera reconocida como lo que era: un milagro. Y tuvo, asimismo, más suerte que la mujer que, en San Nicolás, compite en recepción de mensajes sobrenaturales con el representante local y oficial de la virgen bonaerense que, a ella, le da directivas políticas: conviene votar tal cosa, hacer alianzas con aquél y evitarlas con este otro. Ni los pastorcitos ni la mujer de San Nicolás pudieron aportar pruebas de las apariciones: era puro creer o reventar. María Libia, en cambio, posee imágenes. La fortuna quiso que cuando la Virgen “de Cantarero” se anunció, ella estuviera con una cámara de fotos en la mano. La virgen, dócil o desprevenida, dejó que la captaran. La revelación fue a su vez revelada y es observable en Internet. Pero la virgen de María Libia no se mete en política, su mayor audacia es augurar que de Salta emanará un discurso evangelizador que cruzará los cerros, la urbanización Valle Escondido y llegará al mundo.
Organización y valor
La Virgen del Cerro, la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús o, lo que para la gente es igual, la Virgen de Cantarero está bien organizada. Atiende en un lapso preciso y restringido –de 14 a 20– en el santuario y sus mensajes figuran con día y hora en la red. Con similar prolijidad se planifican los cada vez más nutridos tours de fin de semana. El público es variado y eso le da a las peregrinaciones un sesgo democrático. Los pobres de la provincia llegan como pueden; los forasteros menos pudientes lo hacen en bus y se alojan en un cuartel u hospedajes modestos de 5 pesos diarios recomendados por las carmelitas; los de mayor poder adquisitivo (muchos exclusivos colegios privados de Buenos Aires visitan el santuario) llegan por avión y se registran en hoteles importantes a un costo de unos 800 pesos por persona. Si se parte de Buenos Aires, el encuentro con el misterio lo organiza la agencia de turismo Scotland–TTS Viajes. Pero una vez en el reino de María Libia la rutina será para todos la misma. Llegar a Salta los viernes, ser recibido en el convento de las Carmelitas y escuchar misa. El sábado se produce la ansiada ascensión al cerro 20 de Febrero y el domingo, último día, se escucha a María Libia desgranar las conclusiones de lo ocurrido en un teatro céntrico. El “encuentro de oración” es el broche de oro.
A nadie se le escapa que el plato fuerte se consume el sábado. Los autobuses con los peregrinos arriban a la base del cerro y ahí, en unos playones, quedan estacionados hasta el anochecer. Los peregrinos empiezan la subida a pie, hasta donde el resuello se corta. En ese punto se encuentran con unas flamantes 4 por 4 de la organización que los conducirán hasta la que no quiere ser llamada manosanta. En el sendero, cada tanto, unas mesas de tablones esperan con agua para el sediento. Hay quienes creen que los bidones fueron donados por la mujer de Juan Carlos Saravia, uno de Los Chalchaleros. Es dudoso. ¿Qué necesidad habría si en el centro del valle han perforado la napa para hacer surgir el agua purísima que abastece la urbanización? Ninguno de esos servicios se cobra. La fe no tiene precio. En el santuario reina una estatuilla de la virgen adolescente donada por las Carmelitas. La mayor benefactora de la orden es, de acuerdo a lo que se comenta por las sacristías, Micha Urtubey, mujer de Rodolfo, fiscal de Estado de la provincia, y madre del diputado Juan Manuel Urtubey.
Fuera de la ermita, María Libia atiende de a uno por vez los círculos de oración. Los forma con un número fijo de 10 devotos y se renuevan cada 15minutos. María Libia recorre el perímetro sin mirar, con los ojos apuntando a la tierra. Extiende el brazo, pero no para una imposición de mano que desvirtuaría su trabajo. Toca con la punta de los dedos a los fanáticos, es apenas un empujoncito aplicado a la altura de la clavícula. Y ¡Paf! el cristiano cae de espaldas, herido por un rayo, en una suerte de desmayo místico. Si la desvanecida es mujer, para evitar que en el despatarro muestre sus intimidades, la cubren con un manto celeste, “el de la virgen”. Como el cráneo de varones y mujeres es igualmente vulnerable a los golpes, unos muchachos forzudos vestidos de blanco y con pañuelo celeste al cuello (los colores de la virgen y de la bandera) se colocan detrás del candidato y lo barajan justo en el momento del patatús. La organización dispone, incluso, de un grupo de chicas, azafatas del viaje paranormal, que se ocupan de trasladar al poseído a unos bancos laterales donde permanece, medio atontado, hasta la completa recuperación.
Los caídos en el cumplimiento de ese deber no son todos, pero son muchos. “A mí y a la amiga con la que fui no nos pasó nada –contó una peregrina a este diario–. Pero ese fin de semana coincidimos con un charter de chicos Down que llegaban de todas partes del país. Eran como 150. Me impresionó porque yo no creo ni medio en ese curro, pero había una mujer con un nenito Down en brazos. La madre no se cayó; el chico se desarmó, se puso fláccido como un muñeco de trapo.” No está permitido por María Libia (o por la virgen) participar de esas rondas de éxtasis más de una vez por semana. Nadie conoce bien las razones de la limitación. Quizá sea para no exponer la clientela a los peligros de una emoción continuada. O tal vez para no producir amontonamientos: los visitantes son casi dos mil entre viernes y domingos.
De todos modos, in situ o a la distancia, el contacto con la madonna de Cantarero no se pierde. Quien lo desee puede acudir al e-mail “salta-cuna de fe” o cotejar dos páginas de Internet, puesto que la virgen es moderna y habla por la Web: wwwfamiliayvida.com.ar o, en su defecto, www inmaculadamadre-salta.org. En esos puntos de la autopista informática –útil como la que unirá los cerros y, sobre todo, la urbanización Valle Escondido con el resto del mundo– aparecerá la palabra de la Virgen de Cantarero. La señora adorada en los fundos del ex senador no pronuncia grandes frases, ni siquiera muy inteligentes. Su lenguaje tampoco es el que se le supone al rango. Para ser francos, la virgen dice soberanas pavadas en un estilo bastorro: “Os bendigo ampliamente” o “deseo ser venerada”. No se anda con vueltas, la virgen, aunque al final lo que importa es que se hace oír. La Virgen “de Cantarero” es de todos pero ha elegido para sus presentaciones un lugar entre los ricos, entre los sonoros apellidos de Salta: las casas de Valle Escondido pertenecen a Michel Torino, Etchart, Piccardo. Y si bien la virgen de Cantarero no tiene la propiedad de multiplicar los panes y los peces, desde su descenso en un día de la patria la tierra “ampliamente” bendecida subió de 3 pesos a 10 dólares el metro cuadrado.

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La imagen oficial de la nueva virgencita salteña.
 
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