Viernes, 22 de enero de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Ni los propios imaginaban tanta agresividad en los primeros días de gobierno de Cambiemos. Y la palabra cabe para describir la actitud de los actuales gobernantes que, superando lo que ellos mismos le endilgaron en su momento al gobierno de Cristina Fernández, decidieron ahora “ir por todo” con un plus: “en el menor tiempo”. La síntesis sería “ir por todo y en el menor tiempo posible”.
Hay varias explicaciones que no agotan la lista. Una puede ser aprovechar la “luna de miel” que genera la benevolencia ciudadana ante cualquier gobierno que se inicia. Otra sería usufructuar el receso del Congreso al que no se convoca a sesiones extraordinarias aunque los motivos sobren. Con senadores y diputados sentados en sus bancas y con la composición actual del Poder Legislativo, el Congreso se convierte inevitablemente en una caja de resonancia política que puede incluso taladrar el blindaje que el sistema de medios le brinda como protección al oficialismo. El desconcierto opositor, que se prolonga más de lo deseado, puede sumar a la hora de buscar explicaciones. El Frente para la Victoria sigue todavía sumido en sus debates internos y sin encontrar aún un lugar claro en el nuevo escenario. La izquierda poco y nada aporta al debate, más allá de reafirmaciones de principios desprovistos de política en la mayoría de los casos.
La estrategia del gobierno macrista es estar permanentemente a la ofensiva, de manera agresiva y forzando cada día más el límite de la legalidad. Y hablamos de la legalidad porque la legitimidad ha sido reiteradamente violada. Ejemplos sobran. El caso más paradigmático es la detención de Milagro Sala aunque el Presidente –que da conferencias de prensa, pero suele no contestar lo que se le pregunta– se moleste cuando algún periodista lo consulta por la condición de presa política de la dirigente jujeña. De todos modos la lista es larga: los decretos de necesidad y urgencia, los despidos injustificados, la represión de la protesta social, la persecución ideológica a quienes piensan diferente, etc. etc.
Aunque todo es grave, uno de los temas más preocupantes es la campaña de desprestigio montada desde el oficialismo contra las voces opositoras, el silenciamiento de quienes piensan distinto y la pretensión de imponer un relato que atribuye todo los errores a “la herencia” dejada por el gobierno anterior. Simultáneamente se intenta instalar el concepto de una democracia aséptica, que supuestamente prescinde de la política y propone una sociedad sin conflictos, en paz y alegría. Mientras tanto, quienes esto predican dejan sin su fuente de trabajo a miles trabajadores y los estigmatizan con adjetivos tales como “vagos”, “grasa” y “militantes”. Los mismos exageran la realidad del narcotráfico en la Argentina para justificar el avance de las medidas represivas y los gastos en seguridad. Se ejecutan recortes en la inversión pública destinada a programas sociales, mientras se asegura que vamos en camino hacia la “pobreza cero”. Y se predica que el sometimiento a las exigencias del FMI y el acuerdo con los fondos buitres serán garantía de una exitosa inclusión de Argentina en el mundo. Seguramente se necesitará... más que magia.
Hay que admitir, no obstante, que esta fábula no es apenas del Gobierno. Aunque ya algunos comienzan a “desertar”, la inmensa mayoría de los votantes de Cambiemos acuerda con esta mirada que suma también otros apoyos explícitos desde el massismo y, más discretos y hasta vergonzantes, desde otras fuerzas.
Este es el escenario.
Entre los varios dilemas que se le presentan al FpV –seguramente el más grave y urgente es la recomposición de sus estructuras orgánicas y de funcionamiento político– se cuentan al menos dos cuestiones de relevancia.
Una de ellas es la estigmatización hábilmente construida por Cambiemos y reforzada todos los días por la cadena de medios oficialistas. Algunos capítulos de este rubro: a) la militancia política es incompatible con la gestión pública que es una tarea exclusivamente técnica; b) el FpV y sus dirigentes desarrollaron en el gobierno una gestión corrupta y autoritaria, sin casi ningún mérito que se pueda reconocer; c) todo lo que se argumente por parte de los políticos del FpV tiene por único objetivo encubrir los errores cuando no los delitos cometidos en el ejercicio de la gestión; d) los dirigentes del FpV no tienen pensamiento ni ideas propias y dependen pura y exclusivamente de las órdenes que reciban de Cristiana Fernández quien, por otra parte, es la encarnación de todos los males.
También respecto de este tema y al menos por el momento, el oficialismo gobernante sincroniza su discurso con gran parte de la ciudadanía. Muchos dirigentes peronistas se devanan hoy los sesos tratando de encontrar estrategias que les permitan salir de esta trampa en la que se sienten encerrados.
La otra preocupación también presente en un amplio sector de la oposición –aunque no sean los únicos temas– tiene que ver con la necesaria construcción de una agenda política propia. Es decir, con una hoja de ruta política que sin descuidar la coyuntura, no se limite apenas a reaccionar frente a las provocaciones y desafíos del Gobierno sino que trascienda lo inmediato para instalar cuestiones de mediano y largo plazo intentando reconstruir las bases de un proyecto político con aspiraciones a retomar la conducción de los destinos del país. Esto es imprescindible para salir del letargo actual y pasar la ofensiva. Incluso para cambiar la configuración del escenario y comenzar a demandarle al gobierno de Macri respuestas sobre temas que prefiere olvidar.
Esto, dicen algunos, sería volver a retomar la vocación de poder del peronismo. Para ello, sostienen las mismas voces, será necesario recuperar la práctica de recorrer el territorio y escuchar a las personas, sus necesidades y sus intereses. A todos y a todas y no solo a los propios. Es el insumo imprescindible para construir una agenda política que se proyecte programáticamente a partir de los anhelos y los deseos de la ciudadanía, tomando como base lo hecho pero siempre aspirando a más. De lo contrario, afirman estos interlocutores, será imposible volver a ser una alternativa con posibilidades reales de gobernar la Argentina.
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